La pérfida evolución del otrora Frente al Nusra
Como los lagartos del vasto desierto sirio, la agrupación terrorista Frente al Nusra se mueve entre el terror y el espanto y mantiene una pérfida evolución de sus características públicas sin cambiar sus objetivos de poder.
Nunca se ha demostrado que el grupo fundado a fines de 2012 actuó bajo la cobertura de Al Qaeda y en el 2015 anunció que actuaba de manera independiente, pero sin renunciar a vínculos organizativos jamás demostrados pero insistentemente sobredimensionados por los medios de comunicación del mundo occidental.
La confusión es parte de la desinformación mediática y beneficia en particular la pérfida actuación de sus integrantes y de su principal cabecilla, Mohamed al Golani, presuntamente sirio de nacimiento y cuya historia personal es oscura, misteriosa e indefinida a pesar de sus esporádicas apariciones públicas en vídeos y redes.
De dispersos grupos en el territorio sirio, el otrora Al Nusra ha pasado a concentrar, bajo coerción y malsanas presiones, el control operativo en regiones como Idleb, Hama, Alturas del Golán, Yarmuk, Gutta Oriental y Jobar, estas tres últimas en la periferia de Damasco.
Poco a poco, con treguas parciales pocas veces respetadas, lograron desplazar las influencias del Estado Islámico, Daesh por su acrónimo en árabe, y a quienes dejaron de enfrentar en el terreno de combate y otras oscuras e indefinidas negociaciones donde el poder de las armas y el financiamiento, en las cuales, jugó un papel de primer orden el respaldo desde el exterior.
A este panorama realista y objetivo se une el hecho de que en ningún momento y a pesar de ser definidos desde las Naciones Unidas como un grupo terrorista, el gobierno del presidente Barack Obama los enfrentó de manera objetiva y real.
Las publicaciones de la organización insisten en que el enfrentamiento no es con el mundo occidental desarrollado, a diferencias del Daesh, sino que abogan por ‘gobernar a Siria de la forma que sea y sin importar costos’.
Más de 600 atentados contra civiles, puestos militares, personalidades de la cultura e instituciones con un saldo brutal de miles de víctimas, pretenden justificar el accionar del grupo sobre la base de una presunta ideología respaldada financieramente desde las monarquías del Golfo como Arabia Saudí o Qatar.
Los subterfugios y la perfidia bajo el pretexto de bases confesionales, aparentemente menos radicales y extremistas, les han permitido ganar espacios de poder real y asumir el control operativo de la mayoría del accionar terrorista en Siria.
Su visión radical islámica no está en comunión con la idea de una Siria pluralista y democrática, pero responde con creces a las elaboradas teorías conspirativas de los servicios de inteligencia de occidente y sus aliados regionales para destruir a Siria.
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