Agencia Internacional de la Energía: Del sueño a la pesadilla
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) presentó el pasado 16 de noviembre su Prospectiva Mundial Energética 2016 con una actualización de los escenarios esperados hacia el 2040. En un mes signado por la entrada en vigor del Acuerdo de París sobre cambio climático (el pasado 4 de noviembre), el citado reporte no trae buenas noticias. La proyección de la AIE incorpora las promesas que los países presentaron a la Convención a través de sus Contribuciones Nacionales Determinadas. El resultado ya es bastante conocido, las promesas no alcanzan para evitar que la temperatura aumente más de 2º C en el futuro.
Según este informe las emisiones de gases derivadas de la energía se estabilizaron en el año 2015 debido a una mejora de 1,8% en la intensidad energética de la economía mundial y el avance de las fuentes renovables. La inversión en estas fuentes energéticas se vio favorecida por el descenso en la exploración y producción de gas y petróleo así como de los recortes a los subsidios fósiles globales que cayeron de USD 500 mil millones en 2014 a USD 325 mil millones en 2015. Sin embargo hacia el futuro se espera un aumento en la producción de hidrocarburos no convencionales que mantendrá a los combustibles fósiles como la mayor fuente de energía a nivel global. Es más, la AIE alerta que esta inversión debe comenzar a hacerse ya, so pena de una crisis de abastecimiento hacia el 2020.
Arriba de los dos grados
Se estima que el consumo de energía crecerá en un 30% de aquí al 2040 y a pesar del esperado incremento en el uso de fuentes renovables, el petróleo, el gas natural y el carbón seguirán siendo las principales fuentes energéticas. Este aumento del consumo se verá principalmente en países de creciente industrialización y urbanización como la India, el Sudeste Asiático, China, América Latina y Oriente Medio, en tanto que los países de la OCDE el consumo va en descenso.
El incremento constante de las emisiones de CO2 relacionadas con la energía –hasta 36 gigatoneladas en 2040– significa que no se cumplirá con el objetivo del Acuerdo de París de alcanzar un punto máximo de emisiones ‘‘lo antes posible’’. Para alcanzarlo la demanda de petróleo debería reducirse hasta los niveles de la década de 1990 (por debajo de los 75 millones bdp) y el consumo de carbón debería retroceder a los niveles registrados en la década de 1980, por debajo de los 3 000 millones de toneladas anuales.
Para la Agencia Internacional de la Energía las oportunidades de reducir emisiones se encuentran en el sector eléctrico, a través del desarrollo de las energías renovables y de la eficiencia energética. Pero también por la vía de dos tecnologías bastante cuestionadas a nivel global: la energía nuclear y la captura y almacenamiento de CO2.
La electricidad registra una proporción cada vez mayor del crecimiento del consumo final en 2040 alcanzando el 40%. Aunque aún para esa fecha los vehículos eléctricos sean un factor pequeño en la demanda total de electricidad, el incremento previsto de su utilización en el transporte por carretera es importante. El número de coches eléctricos en el mundo alcanzó los 1,3 millones en 2015, casi el doble del nivel registrado en 2014. Esta cifra ascenderá a más de 30 millones en 2025 y sobrepasa los 150 millones en 2040. Sin embargo, para alcanzar los objetivos de París, el número de autos eléctricos en las calles debería aumentar hasta 715 millones, según el informe.
En el período que va desde ahora hasta 2040, el mundo invertirá 44 billones de dólares para el abastecimiento de energía, de los cuales el 60% se destinará a la extracción y suministro de combustibles fósiles. El principal estímulo para la inversión en exploración y producción de petróleo y gas es el descenso de producción de los yacimientos existentes y la necesidad de la explotación de los llamados hidrocarburos no convencionales como el gas y petróleo de esquisto (shale).
Agua y pobreza
Sin embargo, a pesar de todo este aumento de la oferta energética, más de 500 millones de personas aún carecerán de electricidad en 2040 y 1.800 millones dependerán aun de la leña y residuos de biomasa para cocinar. Y es probable que a la falta de energía se le sume la falta de agua.
La interdependencia entre la energía y el agua se intensificará en los próximos años, ya que las necesidades de agua del sector de la energía y las necesidades energéticas para la provisión de agua potable van en aumento. El agua es esencial para todas las fases de la producción energética: el sector de la energía es responsable del 10% de las extracciones mundiales de agua, esencialmente para operar centrales eléctricas y producir combustibles fósiles y biocombustibles. Pero estos requisitos aumentarán de aquí a 2040 elevando el consumo mundial de agua.
Por otra parte, este informe de la AIE proporciona por primera vez una estimación global de la cantidad de energía usada para abastecer de agua a los consumidores. En 2014, en torno al 4% del consumo eléctrico mundial se utilizó para extraer, distribuir y tratar el agua y las aguas residuales. Para 2040, se prevé que la cantidad de energía usada en el sector del agua sea más del doble que la actual, a la vez que se espera que el cambio climático exacerbe el estrés hídrico. Ciertas tecnologías de bajas emisiones de CO2, como la eólica y la solar fotovoltaica, requieren muy poca agua; pero, según adelanta la Agencia Internacional de la Energía, cuanto más se apoye la reducción de emisiones de CO2 en los biocombustibles, en la energía solar concentrada, en la captura de CO2 o en la energía nuclear, más agua se consumirá.
Flacas expectativas
Cinco años atrás, la AIE había adelantado que si quería evitarse el cambio climático, el mundo no podía consumir más de un tercio de las reservas conocidas de combustibles fósiles. La afirmación era consistente con los reportes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) y la mayoría de los informes al respecto. Sin embargo, y a pesar de la algarabía generalizada por la aprobación del Acuerdo de París, la realidad muestra la insuficiencia de los logros alcanzados por las negociaciones internacionales sobre el clima.
Pero como se ve, el cambio climático no es la única amenaza a que nos enfrenta el aumento del consumo energético. La escasez y deterioro de la calidad del agua, la inequidad en la distribución de los beneficios de la energía, los riesgos de la energía nuclear, los impactos de la minería para extraer los minerales necesarios para el uso de las fuentes renovables de energía y los impactos del “fracking” son algunos de los otros efectos indeseados que traerá aparejada esta creciente demanda energética.
La recientemente finalizada COP 22 de Marrakech (7 al 18 de noviembre) tampoco pudo dar señales de avance, ni siquiera ante las flacas expectativas del Acuerdo de París. Las decisiones sobre los puntos más relevantes que podrían haber dado impulso a la concreción de algunas de sus metas fueron pospuestas. De manera que no parece haber informe ni reporte, por más fundado que sea, capaz de despertar al mundo de la dormidera del crecimiento económico. La humanidad camina como zombie hacia su autodestrucción, obnubilada con la ilusión de que, algún día, todos seremos “desarrollados”. Un sueño imposible, que poco a poco irá transformándose en pesadilla.
* Gerardo Honty es analista de CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social)