Arturo Prado Lima •  Opinión •  23/11/2019

Las rebeliones del sur como tumba del neoliberalismo

Las rebeliones del sur como tumba del neoliberalismo

Decía Evo Morales que hace una década los bolivianos tenían que ir a Harvard a estudiar Economía, es decir, a aprender cómo se aplican las fórmulas neoliberales, que en resumen son la privatización de las empresas estatales. Hoy, prosigue Morales, son los estudiantes de Harvard los que vienen a Bolivia a estudiar cómo nosotros sacamos de la miseria al país más pobre de Latinoamérica y lo hemos ubicado como el primer país de crecimiento en la región. Cómo un país puede crecer al margen de los préstamos usureros de la banca internacional como el Fondo Monetario y el Banco Mundial.

El secreto de Bolivia, es éste: pagaron la deuda externa y nacionalizaron sus recursos naturales. De paso crearon estabilidad económica, política y social.

Las fórmulas neoliberales aplicadas en todos los países de América Latina y el mundo subdesarrollado durante los últimos 30 años crearon el sofisma del desarrollo económico armónico y de justicia social. Uno de los ejemplos que esgrimían los grupos financieros internacionales era Chile. Con menor énfasis, pero con contundencia, también exhibían a Perú y a Colombia, los más confiables para invertir en la última década.

Pero todo se ha venido abajo. El milagro neoliberal estalló hace un mes en Santiago de Chile y dejó al descubierto las miserias que esconde el cacareado desarrollo neoliberal al interior de los pueblos.

En Ecuador, indígenas, obreros y estudiantes echaron atrás el famoso “paquetazo” del traidor Lenin Moreno. En Honduras, en Haití, en Perú, en Panamá y en Colombia, sorpresivamente los pueblos despertaron de un macabro sueño donde la dominación, la pobreza, el analfabetismo, la falta de vivienda y de un futuro mejor, e hicieron que se levantaran contra sus opresores.

Los pueblos miraban con esperanza la fórmula boliviana: la nacionalización de los recursos naturales, liberarse de la deuda externa contraída con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, eliminar la pobreza, el analfabetismo y declarar la soberanía nacional, la soberanía económica, la soberanía política, la soberanía alimentaria y cultural. En resumen, poner en práctica la Autodeterminación de los Pueblos reconocida por la Organización de Naciones Unidas y liberarse del yugo imperialista siguiendo el ejemplo cubano, venezolano y nicaragüense, destino que buscaba Lula da Silva para Brasil, Cristina Fernández en Argentina, Rafael Correa en Ecuador y Manuel Zelaya en Honduras, todos ellos al frente de movimientos sociales progresistas que vieron con esperanza la liberación nacional tantas veces soñada.

El ejemplo para los pueblos era Bolivia. Para los políticos y banqueros, Chile. De allí el aparente desenlace fatal: Evo Morales gana las elecciones el 20 de octubre pasado y es derrocado por una oligarquía racista y xenófoba con el apoyo de las oligarquías locales y la Embajada de EEUU en La Paz. La ferocidad de la represión, los asesinatos a mansalva, la intimidación y la desaparición forzada hacen parte hoy en día de la cotidianidad boliviana. Una autoproclamada presidenta ha expedido un decreto que concede al ejército y la policía licencia para matar. Y lo están aprovechando los golpistas: más de 30 muertos en La Paz y Cochabamba. Faltan datos de otras provincias.

También hace más de un mes, el gobierno chileno decretó el aumento del pasaje del Metro. Esa fue la chispa para que el pueblo se levantara contra las políticas opresoras legitimadas por una Constitución promulgada en la década de los 80s por el genocida dictador Augusto Pinochet. Aunque el gobierno echó atrás la medida, el pueblo se levantó liberando una furia reprimida durante más de medio siglo y nada ni nadie puede parar. Acorralado, el gobierno chileno y los partidos políticos han ofrecido una nueva Constitución, pero el pueblo ha puesto ya más de 20 muertos, miles de heridos y detenidos, y ahora, junto al pueblo indígena Mapuche, esclavizado y reprimido durante siglos, exigen que la nueva Constitución sea el fruto de un nuevo tratado social donde participen todos los sectores sociales y no sea sólo el resultado de acuerdos políticos en el Congreso Nacional donde mandan los mismos dirigentes de la oligarquía criolla que han llevado al pueblo chileno al desastre por la implementación de las políticas neoliberales.

Pero uno de los casos más aberrantes del modelo neoliberal es Colombia, cuyo pueblo ha sido reprimido duramente en las últimas décadas, sobre todo después de que la ultraderecha nacional e internacional instaurara un régimen de terror dirigido por Álvaro Uribe Vélez. Un resumen? Cerca de medio millón de muertos, 160.000 desaparecidos, 5 millones de personas obligadas a salir fuera del país y otras 5 millones forzadas a desplazamientos internos.

El 21 de noviembre, los colombianos vencieron el miedo y millones de marchantes se tomaron el país para pedir el cumplimiento de los Acuerdos de Paz de La Habana entre el anterior Gobierno de Juan Manuel Santos y las guerrillas de las FARC. También se pronunciaron contra las políticas neoliberales y a favor de la liberación nacional. El precio que ha pagado el pueblo colombiano después de que se firmaron los acuerdos de paz hace tres años es muy grande: más de 500 líderes sociales asesinados, cerca de 200 indígenas acribillados a bala, criminalización de las luchas sociales y destierro para miles de colombianos.

El actual gobierno fascista colombiano es la punta de lanza del imperialismo norteamericano para intervenir en los países del sur y el centro de América. En su territorio se albergan 9 bases militares norteamericanas y aunque parezca increíble, Colombia hace parte de la OTAN. Las protestas del 21N se llevaron a cabo a pesar de la intimidación gubernamental: cierre de fronteras, allanamientos a colectivos culturales y sedes políticas opositoras, acuartelamiento de primer grado de las Fuerzas Militares y militarización de todo el país. Durante las protestas, por el momento, se cuentan 3 muertos, un incalculable número de heridos, detenidos y desaparecidos.

La época dorada de la izquierda latinoamericana tuvo su oportunidad en la primera década del siglo con el llamado Socialismo del siglo XXI. A mediados de la segunda década, la ofensiva fue total y el continente viró hacia la derecha. Bolivia resistía. Al parecer, el programado Golpe de Estado en ese país hizo soñar a las élites del hemisferio occidental con el fin de las gobiernos populares en Latinoamérica. Pero lo calcularon mal.

Hoy resurge el enfrentamiento directo de los pueblos contra las élites opresoras y se vislumbra una nueva época con la liberación de Lula da Silva en Brasil, el triunfo de Alberto Fernández en Argentina, el éxito de Manuel López Obrador en México, el posible triunfo del Frente Amplio en Uruguay y a la espera del desenlace final del Golpe de Estado en Bolivia.

Estos nuevos dirigentes, conjuntamente con los declarados anti imperialistas cubanos, venezolanos y nicaragüenses, y con la experiencia que conlleva el haber alcanzado el poder en varios países, sabrán ahora dirigir el destino de sus pueblos a su autodeterminación soberana y hacia una Primavera Latinoamericana hoy más urgente que nunca.

Junto a los pueblos del sur de Europa, del medio y lejano oriente, del continente asiático y del mundo entero que han sufrido el yugo de las élites políticas y financieras internacionales, vemos con esperanza el alzamiento de los pueblos del sur por su liberación donde por fin, y para siempre, el neoliberalismo encontrará su propia tumba.


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