El nuevo orden mundial para Argentina
En la década de los 70 el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial impulsaron una serie de reformas económicas neoliberales conocidas como el Consenso de Washington que iban dirigidas a los países en vías de desarrollo donde se “sugería” privatizar el sector público y eliminar las restricciones a las inversiones extranjeras directas, las consecuencias futuras para Argentina fueron la crisis y el impago de los préstamos a los bancos internacionales. Durante el mandato del presidente Carlos Menem el default sería ya tan elevado que directamente se gestionó con las instituciones financieras como el Banco Mundial y el FMI, este proceso fue fundamental para la transformación del capitalismo en imperialismo capitalista. La deuda externa se ha convertido en el principal freno al desarrollo de los países del Tercer Mundo.
En el aspecto político el Consenso de Washington debía protegerse de los enemigos potenciales y en 1973 se crea La Trilateral, el primer gobierno mundial en la sombra formado por las élites de Occidente, similar al actual Club Bilderberg, con el objetivo de reprimir las demandas sociales de democracia.
Recuperar lo privatizado por Menem fue el principal objetivo de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, presionados desde la calle por la izquierda a recuperar el proyecto desarrollista iniciaron una reforma democrática sin desmercantilizar ni cambiar las condiciones sociales de los trabajadores como estaba sucediendo con el modelo de Estado propuesto por el “Socialismo del siglo XXI”. Se nacionalizaron ferrocarriles, correos, aguas, infraestructuras aeroportuarias, energía y la destacada industria siderúrgica, no fue así con la flota mercante o las telecomunicaciones.
El expresidente Mauricio Macri, un populista de derecha, se ha declarado admirador de Frondizi y del neodesarrollismo abierto a la inversión extranjera. Durante su gobierno impulsó el proceso de liberalización exterior, aumentado considerablemente la dependencia comercial del país porteño. Estas relaciones de subordinación de las economías periféricas se han profundizado, aun más, con la práctica de reducir los precios de los productos y el valor de su fuerza de trabajo para poder incrementar las exportaciones, de este modo las burguesías nacionales están transfiriendo el valor de su plusvalía relativa a los países centrales, disminuyendo su tasa de ganancia.
En lo político Macri decidió fortalecer las relaciones con Occidente a través del Grupo de Lima, formando un nuevo eje regional junto a otras naciones con el único objetivo de atacar a la administración de Venezuela y a su presidente Nicolás Maduro. Se podría afirmar que la derecha argentina parece decidida a participar de un imperio no territorial cuya capital este en Washington.
Es en este contexto que la especulación financiera provocó la explosión del índice de pobreza y aumentó la deuda pública hasta límites que llegaron a colapsar el capital ficticio y, de nuevo, Buenos Aires se vio obligada a pedir el rescate del FMI. El presidente Alberto Fernández ha heredado una deuda que teme se pueda convertir en un default virtual, sus acreedores le presionan, a lo que ha respondido que no piensa asumir importes que superen la capacidad de pago de las arcas en la Casa Rosada.
Argentina es desde 2019 el principal socio comercial de China en América Latina, destacándose por el volumen de inversiones y préstamos que las entidades estatales asiáticas realizan. Además, Buenos Aires le ha otorgado la condición de economía de mercado, lo que implica la apertura de mercados pero en condiciones asimétricas: commodities a cambio de productos industriales chinos. La iniciativa asiática es una clara invitación a salir de interpretaciones estatales eurocéntricas y que las naciones construyan sus propios sistemas políticos y posiciones económicas en defensa de una gobernanza multipolar.