A un año de las «súper-elecciones» en Berlín
Decir, a día de hoy, que el peso de Alemania es grande en las decisiones que se toman sobre el rumbo de la Unión Europea, no es nada nuevo. Tampoco, que lo que se decide en el Reichstag tiene consecuencias en la madrileña Carrera de San Jerónimo, en la Plaza Sytagma de Atenas o en la Piazza del Parlamento italiano. Nos encontramos a un año de las elecciones federales en Alemania, que se celebrarán presumiblemente a finales de septiembre de 2021, y hay mucho en juego ellas, pero también en las elecciones de al parlamento regional de Berlín, que puede tener como pareja de baile una celebración del referéndum de expropiación a las grandes inmobiliarias.
Malos augurios para Europa
Parece que ha pasado una eternidad desde que Merkel empezara su cuarta legislatura en 2017, tras unas elecciones en las que la extrema derecha se colocó como tercera fuerza en el Parlamento de Alemania y se fraguaba otra Gro-Ko (Gran Coalición) democristiana y socialdemócrata para el Gobierno. Desde entonces, hemos asistido al anuncio de Merkel de ser canciller por última vez, una retirada que dejaría un hueco nada pequeño en la democristiana CDU; mientras hemos sido testigos de tres liderazgos distintos (los de Martin Schulz, Andrea Nahles y el dúo Norbert Walter-Borjans y Saskia Esken), y de la sucesión de dos gestoras en un socialdemócrata SPD que amenaza con virar a la izquierda, pero cuyo timón vuelve a apuntar a estribor. A ello se le suma una extrema derecha de AfD que bascula entre el nacional populismo y la voluntad de quitarse la careta neonazi; a unos Verdes que avanzan con viento de cola al calor de Fridays for Future (pero cada vez con una agenda más neoliberal); al liberal FDP, que ya no sabe si pone el cordón sanitario a la extrema derecha o pacta con ella como sucedió en Turingia y, finalmente, a la Izquierda (Die Linke), que a pesar de la ola verde, del arrebato socialchovinista de Sahra Wagenknecht y de su movimiento Aufstehen, mantiene sus posiciones. Para lo bueno (no convertirse en extraparlamentarios), y para lo malo (no conseguir crear un bloque anticapitalista fuerte).
Las encuestas son solo eso, encuestas, pero indican con bastante insistencia que la CDU volverá a ganar (aunque por cuánto dependerá de quién coge la silla de Merkel). Además, apuntan a que Los Verdes y el SPD se disputarán el segundo o tercer puesto, que AfD perderá fuelle aunque seguirá con una fuerza considerable, que el FDP tratará de no quedarse fuera (una vez más) del Parlamento y que Die Linke se quedará estancada en torno al 8-9%. La pregunta que sobrevuela, sin embargo, es si existirá un bloque de izquierda (aceptemos en izquierda a SPD, Los Verdes y Die Linke) que pueda acabar con la hegemonía de la CDU. Parece difícil, pues solo una combinación de un FDP extraparlamentario (cerca del 5%) y un auge del espectro del centro a la izquierda puede desembocar en esta situación. Además, en el hipotético caso de que los tres partidos del centro a la izquierda tuvieran una mayoría, se abren nuevos interrogantes: ¿aceptaría el SPD ser otra vez socio minoritario si Los Verdes quedasen por encima? ¿Aceptarían Los Verdes bascular a la izquierda, cuando gobiernan con la CDU en algunas regiones como Baden-Würtenberg? ¿Aceptaría Die Linke entrar en un Gobierno con SPD-Los Verdes, o preferiría hacer oposición de izquierdas con apoyos puntuales?
La verdad es que todo apunta a que el próximo gobierno de Alemania será negro-verde (CDU-Los Verdes) y eso es una mala noticia para el resto de Europa: misma agenda neoliberal (incluso probablemente más que con el SPD), aunque disfrazado de comida ecológica y energías renovables (que no es malo per se, salvo si es una mera careta que se pone el capitalismo). La única alternativa a esta agenda sería la irrupción de una izquierda (Die Linke) lo suficientemente fuerte para condicionar las políticas de Alemania, poner sobre la mesa las contradicciones de una sociedad alemana de aspecto saludable pero cada vez más desigual, así como capaz de mostrar las costuras desgarradas de la Unión Europea, algo para lo que tendría que aunar fuerzas con las demás izquierdas europeas.
En Berlín, la izquierda se la juega
En Berlín se celebrarán las elecciones el mismo día que en toda Alemania y la situación es completamente distinta. Desde 2016 gobiernan el SPD, Die Linke y Los Verdes (en orden de mayor a menor), en un panorama nada exento de problemas. Die Linke paga con frecuencia los intereses conjuntos del SPD y Los Verdes. Estos últimos han iniciado en su cartera recientemente, entre otras medidas, la privatización del S-Bahn (tren urbano), algo que el SPD ve con buenos ojos y que Die Linke ha tenido que aceptar, no sin contestación interna. El SPD y Los Verdes se cobran así una de sus mayores derrotas, la aprobación del conocido Mietendeckel («tope del alquiler») por la senadora de Die Linke Katrin Lompscher, una regulación muy severa de los precios de los alquileres (con bajadas de precios incluidas sobre contratos ya firmados), que CDU ha llevado al Tribunal Constitucional y que el capital se ha cobrado con un acoso hasta el derribo de la propia senadora a raíz de una declaración de impuestos complementaria. Es también en otro aspecto de la política de vivienda donde los miembros del Gobierno de Berlín chocan frontalmente: Die Linke apoya al movimiento de expropiación a las grandes inmobiliarias Deutsche Wohnen & Co. Enteignen, mientras que el SPD o Los Verdes lo rechazan o hacen mutis respectivamente.
Este no es un tema menor en el panorama político de Berlín, y podríamos decir que de Alemania y de Europa. Si en la capital de Alemania se celebra con éxito un referéndum para expropiar 230.000 viviendas a las grandes inmobiliarias como Deutsche Wohnen, Akelius o Vonovia, se lanza un mensaje muy fuerte para el resto de Europa, cuyas grandes capitales padecen del mismo mal: la mercantilización de la vivienda, la especulación y la falta o problemas de acceso a la misma para una buena parte de la clase trabajadora. Además, cabe la posibilidad de que este referéndum se celebre el mismo día que las elecciones de Alemania y Berlín, un panorama deseado a priori por Die Linke y temido por sus rivales, ya que Die Linke ha hecho del referéndum bandera y del tema de la vivienda un eje central de sus políticas en Berlín.
En cualquier caso, las elecciones del Land de Berlín van a poner también sobre el tablero de juego si la izquierda es capaz de, en un gobierno de coalición como socios minoritarios, llevar a cabo su agenda hasta el punto de que aquello que no salga adelante por vía parlamentaria, se pueda tensionar en la actividad extraparlamentaria acumulando fuerzas en los movimientos sociales y el tejido vecinal. Llegada la más que posible tesitura de debatirse entre si volver a gobernar o no en Berlín en coalición, se abrirá el dilema: ¿asumir las contradicciones a cambio de ciertas mejoras sociales, o forzar desde una oposición de izquierdas de la mano de los movimientos sociales estas mejoras? Ambas opciones tienen sus ventajas y sus riesgos: perder influencia directa en el Gobierno, pero construir un bloque político y social que mueva el rumbo de las políticas en la ciudad; o ganar esa influencia y perder quizás el pulso a la calle, por unas contradicciones difíciles de justificar. De nuevo, como sucede en el parlamentarismo, probablemente todo dependa del juego de mayorías y equilibrios, y probablemente la decisión será distinta si Die Linke gana las elecciones (como indica alguna encuesta) o si es socio minoritario (como dice la mayoría de ellas).
Las elecciones comunales y la movilización del voto migrante
Por último, se celebrarán a la vez que las elecciones de Alemania y las de Berlín, las elecciones comunales para elegir las doce asambleas de distrito berlinesas, el equivalente a las elecciones municipales y los únicos comicios en los que una parte de la migración podemos votar (aquella con tratados que lo habilitan, como dentro de la UE). En Berlín un 19,2% de la población es de origen extranjero sin nacionalidad alemana y otro 15% tiene la nacionalidad alemana pero es de origen migrante (bien migrantes nacionalizados o descendientes de migrantes). Las comunidades con derecho a voto no son menores: casi 400.000 ciudadanos y ciudadanas proceden de países de la UE.
El papel que jugamos los y las migrantes en Berlín es decisivo no solo para decantar la balanza por un partido u otro en las elecciones de distrito, sino para servir en general de dique de contención contra el avance de la extrema derecha parlamentaria (AfD), que nos quiere arrebatar los derechos y convertirnos en el chivo expiatorio de los males del capitalismo alemán. Sin embargo, es habitual la desafección o desinterés por parte de la comunidad migrante, debido o bien a la falta de información a la hora de ejercer el derecho al sufragio, o bien a la hora de conseguir un arraigo político de la inmigración. Esto último tiene que merecerles a los partidos alemanes, pero fundamentalmente a la izquierda, una reflexión que ya hizo Jules El-Khatib, representante de políticas de migración en Die Linke: la izquierda tiene que dejar de hablar en tercera persona de la comunidad migrante para conseguir integrar en sus filas a la misma, porque la lucha por los derechos de la clase trabajadora, por la defensa del planeta y contra el auge del fascismo es una lucha común.
Finalmente, las organizaciones políticas en el exterior jugamos en las elecciones comunales un papel fundamental. Este es el caso de Izquierda Unida Exterior, la federación que agrupa a los y las migrantes de España en el mundo y que cuenta en Berlín con una asamblea estable. No solo se trata de que cooperemos con nuestros partidos hermanos como Die Linke, sino de que hagamos de correa de transmisión a la comunidad española de la importancia de participar en esos comicios, para que nuestros derechos como migrantes no se vean amenazados por las políticas de odio de la extrema derecha. También para que se pueda oír y tener en cuenta nuestra voz en temas que nos afectan tan acuciantemente como la búsqueda de un techo bajo el que vivir. Tenemos la tarea de llegar a esas aproximadamente 15.000 personas de España con derecho a sufragio en Berlín y hacerles tomar conciencia de la importancia de ejercer sus derechos políticos en la capital de Alemania. Por ello, es fundamental tener la fuerza organizativa suficiente para poder incidir en las políticas de la ciudad en la que vivimos y por eso es fundamental que la comunidad española nos organicemos y nos convirtamos en sujetos políticos activos, motores de cambio de una sociedad cada día más plural y diversa en sus acentos.