Nicaragua: La generación de la educación
Gracias a una reforma completa del sistema educativo del país en los últimos 15 años, se han logrado cifras récord de estudiantes que se gradúan de la escuela secundaria. Aunque los titulares internacionales recientes afirman se están cerrando espacios académicos en Nicaragua, en realidad ahora hay mayor acceso a las universidades públicas gratuitas. Eso, combinado con cientos de programas vocacionales gratuitos en todo el país, significa que la generación del 2023 tiene más opciones que nunca.
En unas pocas semanas, nuestra hija menor Orla se graduará de la secundaria. Recientemente fui a su escuela para ver cómo ella y sus amigos marchaban vestidos de azul y blanco por última vez para celebrar la Independencia de Nicaragua. Admito que sentí nostalgia al recordar a Orla con su diminuto uniforme de preescolar azul y blanco marchando por nuestro vecindario. Sin embargo, al mismo tiempo sentí gran entusiasmo por las vidas que estos jóvenes ahora tienen por delante.
Como todos los estudiantes que se acercan a su graduación, Orla y sus amigos están decidiendo sobre los próximos pasos en sus vidas. Pero mientras los bachilleres en Estados Unidos este año enfrentan un costo promedio de $145,700 dólares para una carrera universitaria de cuatro años, los graduados de Nicaragua tienen una multitud de oportunidades de educación superior disponibles de forma gratuita.
Los estudiantes de último año de secundaria (incluida la hija de la autora que porta la bandera roja y negra de la campaña de alfabetización de 1980) marchan en su último desfile del Día de la Independencia antes de graduarse y comenzar una educación técnica o universitaria. Representan la primera generación que ha asistido a toda su carrera escolar bajo el actual gobierno sandinista de Nicaragua.
Es difícil entender este cambio revolucionario en apenas una generación. Los padres de los amigos de Orla crecieron en los años neoliberales de Nicaragua, cuando las escuelas tenían tan poco financiamiento que los niños se sentaban en el suelo y utilizaban adoquines robados como escritorios. A sus familias se les cobraban honorarios que hacían imposible que muchos niños pudieran asistir a la escuela.
En 2003, el nicaragüense promedio tenía sólo 3,5 años de escolaridad y se esperaba que sólo el 30% de los que comenzaban el primer grado terminarían el sexto*. Como resultado, cuando nacieron los compañeros de Orla en 2006, sólo una cuarta parte del país sabía leer o escribir. Muchos de los padres de los amigos de Orla no terminaron la escuela secundaria, y mucho menos asistieron a la universidad. Una cuarta parte de su generación no recibió ningún tipo de educación.
La clase de Orla, sin embargo, ha tenido una experiencia educativa muy diferente, porque representan la primera generación que ha asistido toda su carrera escolar bajo el actual gobierno sandinista de Nicaragua.
Cuando el presidente Daniel Ortega asumió el poder en 2007, tras 16 años de gobierno neoliberal [reducción del gasto social y del empleo estatal], inmediatamente declaró que la atención en salud y educación nuevamente serían gratuitas. Durante los últimos 16 años, el gobierno sandinista ha realizado enormes inversiones en la formación de docentes, mejorando la infraestructura escolar y revolucionando el plan de estudios. Los resultados de estos cambios de política son evidentes en los estudiantes orgullosos y confiados que ahora posan para fotografías con toga y birrete mientras se preparan para recibir sus diplomas de secundaria. Hoy en día, muchos más nicaragüenses se gradúan de la escuela secundaria.
Pero la Revolución no se detiene ahí. A medida que más jóvenes se gradúan de la secundaria, más de ellos buscan continuar sus estudios. A través de los Gobiernos Municipales y una escuela técnica nacional, ahora existen 53 centros de formación profesional en todo el país, con más de 130 programas que gradúan a 46,500 estudiantes anualmente.
Más allá de la formación técnica, existe una amplia variedad de oportunidades en las universidades públicas. Si bien históricamente las universidades se han concentrado en la capital y en un puñado de otras ciudades importantes, el programa de Universidad en el Campo ahora hace posible la educación terciaria a través del aprendizaje a distancia en comunidades rurales e indígenas, educando a 10,000 estudiantes anualmente en 60 municipios.
Cada año la oferta en las universidades públicas ha crecido, abriendo oportunidades para un número cada vez mayor de estudiantes que se gradúan de la escuela secundaria. Es por lo que la reciente decisión del gobierno de nacionalizar una de las universidades privadas más grandes del país, fue recibido con tanto entusiasmo en Nicaragua.
“Educación por alquiler”
En agosto, el gobierno de Nicaragua nacionalizó la Universidad Centroamericana (UCA) dirigida por los jesuitas, convirtiéndola en una de varias universidades privadas que han sido nacionalizadas en los últimos años. Lejos de estar prohibidas en Nicaragua, más de 30 universidades privadas siguen prosperando en el país. Sin embargo, todas las instituciones educativas deben cumplir con las regulaciones para garantizar que los estudiantes reciban una educación de calidad. En el caso de las universidades privadas, la mayoría se crearon como instituciones sin fines de lucro y, por lo tanto, deben cumplir con las leyes que rigen las organizaciones sin fines de lucro.
Durante los años neoliberales, en Nicaragua se crearon un gran número de “universidades garaje” (llamadas así porque muchas de ellas no eran, de hecho, más que un garaje reformado que ofrecía títulos universitarios por un precio). Muchas de estas instituciones en realidad no ofrecían “educación superior”, y más bien daban “educación por contrato”: Cobraban tarifas exhorbitantes a los estudiantes a cambio de muy poca educación, en flagrante violación tanto de las regulaciones educativas como de las leyes que rigen a las organizaciones sin fines de lucro.
“Conocí a un chico que se había graduado en derecho de la Universidad Paolo Freire”, me dijo un amigo abogado al hablar de una de las universidades “garaje” recientemente nacionalizadas. “El pobre ni siquiera entendía conceptos legales básicos, lo estafaron por completo”.
Luego de investigaciones exhaustivas realizadas durante los últimos tres años por el Órgano Rector del Consejo Nacional de Universidades (CNU), a algunas instituciones privadas se les revocó su estatus legal por no cumplir con los estándares educativos mínimos. A otros se les canceló su estatus legal por no cumplir con las regulaciones sin fines de lucro. Este fue el caso de la UCA, que no había presentado informes financieros anuales durante tres años consecutivos, ni había elegido una nueva Junta Directiva cuando el período del anterior se venció.
Nacionalización, no cierre
De acuerdo con la ley nicaragüense, cuando se le revoca su personería jurídica a una organización sin fines de lucro por incumplimiento de las regulaciones, sus activos se transfieren al gobierno. Es importante señalar que ninguna de las universidades a las que se les ha revocado su estatus legal han dejado de operar. Más bien, el gobierno ha asumido el funcionamiento de estas universidades, ahora públicas, sin interrupción de los estudios de los estudiantes actuales, todo de forma gratuita.
Conforme esta política, simultáneo con el anuncio de revocación de la personería jurídica de la UCA, el Consejo Nacional de Universidades autorizó la apertura en su lugar de una nueva universidad pública, la Universidad Casimiro Sotelo.
Los honorarios de la antigua UCA ascendían a casi US$700 dólares por semestre, muy por encima de la capacidad de pago de la mayoría de las familias nicaragüenses, a pesar de que la UCA recibía anualmente US$16 millones de dólares del gobierno. En contraste, las tarifas en la nueva Universidad Casimiro Sotelo se limitan a la de inscripción estándar de US$5.50 dólares por semestre. Esta decisión es tan popular que cuando la presidenta del CNU hizo el anuncio en la inauguración de la universidad, los aplausos del público ahogaron sus siguientes comentarios.
De hecho, hasta el momento no he hablado con alguien en Nicaragua que esté en contra de la nacionalización de la ahora extinta UCA. He hablado con padres que están entusiasmados de que sus hijos tengan la oportunidad de postularse para estudiar allí. También he hablado con exalumnos que se vieron obligados a abandonar sus estudios debido al costo y ahora han sido contactados e invitados a regresar para terminar sus estudios de forma gratuita. Incluso hablé con el padre de un estudiante actual que esperaba que se nacionalizara la universidad y está encantado de no tener que hacer mayores pagos para que su hijo reciba la misma educación.
El lujo de elegir
Gracias al compromiso de Nicaragua con el futuro de la Generación Educativa de Orla, han habido cambios radicales en las opciones ahora disponibles y su generación de graduados puede tomar decisiones diferentes a las de sus padres.
Si bien Nicaragua solía tener la tasa de embarazo adolescente más alta de la región, los jóvenes ahora esperan hasta los 20 años (e incluso finales de los 20) para tener una familia. También están estudiando más que nunca: el porcentaje de nicaragüenses con títulos universitarios ha aumentado del 9% al 19%** en sólo 15 años y Nicaragua ahora ocupa un lugar alto con un puntaje de paridad de uno (junto con otros países) en el mundo en logros educativos de mujeres y niñas, seguido en América Latina por Costa Rica 0,999 y Panamá 0,998.
Con tantas opciones, Orla y muchos de sus compañeros de clase aún no han decidido qué hacer. Esta semana tomaron un cuestionario en línea a través del Ministerio de Educación donde respondieron preguntas sobre sus intereses y se las emparejaron con opciones para diferentes áreas de estudio y los cursos técnicos o universidades que ofrecen esos programas. Los resultados de Orla coincidieron con sus intereses en 86 carreras o programas diferentes en 56 escuelas técnicas gratuitas, 46 recintos universitarios públicos gratuitos y universidades privadas.
A medida que estos jóvenes se embarcan en su próxima aventura, no solo tienen opciones disponibles, sino también tienen el lujo de descubrirlas sin preocuparse por cómo pagar los costos o endeudarse toda la vida para recibir una educación.