El Máster
Después de la polémica de si la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, estudió o falsificó las notas de su Máster, en España se coincide que al Partido Popular de Mariano Rajoy le ha salido otra mancha en su extenso curriculum y a la fotogénica política se le acabaron sus aspiraciones al palacio de la Moncloa.
Quienes apuestan por un Máster, apuestan para abrirse mayores oportunidades en el mundo laboral, por entrar a formar parte de la demanda de las grandes corporaciones.
Pero, después de lo de la presidenta de la comunidad de Madrid, parece que muchos se sienten algo abandonados, minusvalorados, ninguneados.
Una reciente observación de un conocido periodista español se dirigía a que cuando finalizas este tipo de especialización, se lo muestras a todo el mundo, sacas muchas copias y se las das a tus mejores amigos.
No existe ninguna contradicción en hacer pública una tesis, no hay secreto que valga, no hay nada nada que avergüence el finalizarla y mostrarla; más bien se antoja una especie de contradicción el que algo tan valorado se oculte.
Dentro de una sociedad capitalista en la que participa activa la presidenta Cristina Cifuentes, no cabe subterfugio ni explicación para no querer competir con los mejores. Para eso se crearon los Máster.
El Máster siempre ha sido una especie de reflejo de quién se es dentro de la sociedad en la que se vive. Se le ha considerado como el plus previo al doctorado para reclamar una posición dentro del mundo empresarial. Para ello se implantaron, para convertirnos en influyentes, notorios y apetitosos.
Así que, finalizar un Máster es como pasar de una realidad a otra, de formar parte de un grupo a otro, de exteriorizar al mundo quien eras, quien eres y quién deseas ser.
Carece de sentido ocultar un papel que te entregan cuando terminas dos años de estudio, algo que ha absorbido toda tu energía y conocimientos, algo en lo que por vanidad necesitas que todos conozcan que has comenzado a ser uno de esos posibles triunfadores.