Michael Roberts •  Opinión •  25/03/2025

Del bienestar a la guerra: el keynesianismo militar

El belicismo está alcanzando su punto álgido en Europa. Todo comenzó cuando la administración Trump en Estados Unidos decidió que no valia la pena pagar por la «protección» militar de las capitales europeas de posibles enemigos. Trump quiere evitar que Estados Unidos pague la mayor parte de la financiación de la OTAN y proporcione su poder militar y quiere poner fin al conflicto entre Ucrania y Rusia para poder concentrar la estrategia imperialista de Estados Unidos en el «hemisferio occidental» y el Pacífico, con el objetivo de «contener» y debilitar el ascenso económico de China.

La estrategia de Trump ha hecho entrar en pánico a las élites gobernantes europeas. De repente les preocupa que Ucrania pierda ante las fuerzas rusas y que pronto Putin pueda estar en las fronteras de Alemania o, como afirman el primer ministro del Reino Unido, Keir Starmer, y un ex jefe del MI5, «en las calles británicas».

Cualquiera que sea la validez de este supuesto peligro, se ha creado la oportunidad para que los servicios militares y secretos de Europa «suban la apuesta» y pidan el fin del llamado «diviendo de la paz» que comenzó después de la caída de la temida Unión Soviética y ahora comienza el proceso de rearme. La Alta Representante de la política exterior de la UE, Kaja Kallas, ha explicado la política exterior de la UE tal y como la entiende: «Si juntos no podemos presionar lo suficiente a Moscú, ¿cómo podemos afirmar que podemos derrotar a China?»

Se ofrecen varios argumentos para rearmar el capitalismo europeo. Bronwen Maddox, directora de Chatham House, el «grupo de expertos» de relaciones internacionales, que representa principalmente las opiniones del estado militar británico, inició el debate con la afirmación de que «gastar en ‘defensa’ «es el mayor beneficio público de todos» porque es necesario para la supervivencia de la ‘democracia’ contra las fuerzas autoritarias. Pero hay un precio que pagar por defender la democracia:  «es posible que el Reino Unido tenga que pedir prestado más para pagar el gasto en defensa que necesita con tanta urgencia. El próximo año y siguientes, los políticos tendrán que prepararse para reservar dinero a través de recortes en las prestaciones por enfermedad, las pensiones y la atención médica». Y continuó: «Si costó décadas acumular ese gasto, puede tomar décadas revertirlo», por lo que Gran Bretaña necesita empezar cuanto antes. «Starmer pronto tendrá que fijar una fecha en la que el Reino Unido cumpla con el 2,5 por ciento del PIB en gasto militar, y ya hay un coro que argumenta que esta cifra debe ser más alta. Al final, los políticos tendrán que persuadir a los votantes para que renuncien a algunos de sus beneficios para pagar la defensa».

Martin Wolf, el gurú económico keynesiano liberal del Financial Times, se unió al coro: «el gasto en defensa tendrá que aumentar sustancialmente. Tenga en cuenta que era del 5 por ciento del PIB del Reino Unido, o más, en las décadas de 1970 y 1980. Puede que no sea necesario estar en esos niveles a largo plazo: la Rusia moderna no es la Unión Soviética. Sin embargo, puede que tenga que ser tan alto como eso durante la fase de acumulación, especialmente si Estados Unidos se retira».

¿Cómo pagar por esto? «Si el gasto en defensa va a ser permanentemente más alto, los impuestos deben aumentar, a menos que el gobierno pueda encontrar suficientes recortes de gasto, lo cual es dudoso». Pero no se preocupe, gastar en tanques, tropas y misiles es realmente beneficioso para una economía, dice Wolf». El Reino Unido también puede esperar de forma realista rendimientos económicos de sus inversiones en defensa. Históricamente, las guerras han sido la madre de la innovación». Luego cita los maravillosos ejemplos de las ganancias que Israel y Ucrania han sacado de sus guerras: «La «economía de la innovación» de Israel comenzó en su ejército. Los ucranianos ahora han revolucionado la guerra con sus drones». Él no menciona el coste humano que implica la innovación gracias a la guerra. Wolf sigue adelante: «El punto crucial, sin embargo, es que la necesidad de gastar significativamente más en defensa debe verse como algo más que una necesidad y también más que un coste, aunque ambos son ciertos. Si se hace de la manera correcta, también es una oportunidad económica». Así que la guerra es la salida del estancamiento económico.

Wolf grita que Gran Bretaña necesita seguir con ello: «Si Estados Unidos ya no es un defensor y garante de la democracia liberal, la única fuerza potencialmente lo suficientemente fuerte como para llenar el vacío es Europa. Si los europeos quieren tener éxito en esta pesada tarea, deben comenzar asegurando su hogar. Su capacidad para hacerlo dependerá a su vez de los recursos, el tiempo, la voluntad y la cohesión… Sin duda, Europa puede aumentar sustancialmente su gasto en defensa». Wolf argumentó que debemos defender los cacareados «valores europeos» de la libertad personal y la democracia liberal. «Hacerlo será económicamente costoso e incluso peligroso, pero necesario… porque «Europa tiene ‘quintas columnas’ en casi todas partes». Concluyó que «si Europa no se moviliza rápidamente en su propia defensa, la democracia liberal podría hundirse por completo. Hoy es un poco como la década de 1930. Esta vez, por desgracia, Estados Unidos parece estar en el lado equivocado».

«Conservador progresista», el columnista del FT Janan Ganesh lo resume claramente: «Europa debe recortar su estado de bienestar para construir un estado de guerra. No hay manera de defender el continente sin recortes en el gasto social». Deja claro que las conquistas que los trabajadores obtuvieron después del final de la Segunda Guerra Mundial, pero que fueron gradualmente reducidas en los últimos 40 años, ahora deben desaparecer por completo. «La misión ahora es defender las vidas de Europa. ¿Cómo, si no a través de un estado de bienestar más pequeño, se financiará un continente mejor armado?» La edad de oro del estado de bienestar de la posguerra ya no es posible.«Cualquiera menor de 80 años que haya pasado su vida en Europa se le puede perdonar por considerar un estado de bienestar gigante (sic – MR) como la forma natural de las cosas. En realidad, fue el producto de extrañas circunstancias históricas, que prevalecieron en la segunda mitad del siglo XX y ya no prevalecen».

Sí, correcto, las conquistas de los trabajadores en la edad de oro fueron la excepción a la norma en el capitalismo («circunstancias históricas extrañas»). Pero ahora «las obligaciones de pensiones y atención médica ya eran lo suficientemente difíciles de cubrir para la población activa incluso antes del actual choque de defensa… Los gobiernos tendrán que ser más tacaños con los viejos. O, si eso es impensable dado su peso electoral, la espada tendrá que caer en áreas de gasto más productivas… De cualquier manera, el estado de bienestar como lo hemos conocido debe retroceder un poco: no lo suficiente como para que ya no lo llamemos por ese nombre, pero lo suficiente como para que se note». Ganesh, el verdadero conservador, ve el rearme como una oportunidad para que el capital haga las reducciones necesarias en el bienestar y los servicios públicos. «Los recortes de gastos son más fáciles de vender en nombre de la defensa que en nombre de una noción generalizada de eficiencia… Aún así, ese no es el propósito de la defensa, y los políticos deben insistir en este punto. El propósito es la supervivencia». El llamado «capitalismo liberal» necesita sobrevivir y eso significa reducir el nivel de vida de los más pobres y gastar dinero en ir a la guerra. Del estado de bienestar al estado de guerra.

El primer ministro de Polonia, Donald Tusk, ha llevado el belicismo un nivel más allá. Según él, Polonia «debe desarrollar las posibilidades más modernas, también relacionadas con las armas nucleares y las armas modernas no convencionales». ¿Podemos suponer que «no convencional» significaba armas químicas? Tusk: «Digo esto con plena responsabilidad, no es suficiente comprar armas convencionales, las más tradicionales».

Así que casi en toda Europa, el llamamiento es a un mayor gasto de «defensa» y al rearme. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha propuesto un Plan de Rearme de Europa que tiene como objetivo movilizar hasta 800 mil millones de euros para financiar un aumento masivo en el gasto en defensa.«Estamos en una era de rearme, y Europa está lista para aumentar masivamente su gasto en defensa, tanto para responder a la urgencia a corto plazo de actuar y apoyar a Ucrania, como para abordar la necesidad a largo plazo de asumir más responsabilidad por nuestra propia seguridad europea», dijo. Bajo una «cláusula de escape de emergencia», la Comisión de la UE pedirá un mayor gasto en armas incluso si rompe las normas fiscales existentes. Seguirán los fondos no utilizados para COVID (90.000 millones de euros) y más préstamos a través de un «nuevo instrumento», para proporcionar 150 mil millones de euros en créditos a los estados miembros para financiar inversiones conjuntas de defensa en capacidades paneuropeas, incluida la defensa aérea y antimisiles, sistemas de artillería, misiles y municiones, drones y sistemas anti-drones. Von der Leyen afirmó que si los países de la UE aumentan su gasto en defensa en un 1,5 % del PIB de media, se podrían liberar 650 mil millones de euros en los próximos cuatro años. Pero no habría financiación adicional para inversiones, proyectos de infraestructura o servicios públicos, porque Europa debe dedicar sus recursos a prepararse para la guerra.

Al mismo tiempo, como señaló el FT, el gobierno británico «está haciendo una rápida transición del verde al gris acorazado al colocar ahora la defensa en el centro de su enfoque de la tecnología y la industria». Starmer anunció un aumento en el gasto en defensa al 2,5 % del PIB para 2027 y la ambición de alcanzar el 3 % en la década de 2030. La ministra de finanzas de Gran Bretaña, Rachel Reeves, que ha estado recortando constantemente el gasto en créditos por hijos, los pagos de invierno para las prestaciones de la vejez y por discapacidad, anunció que el mandato del nuevo Fondo Nacional de Patrimonio del gobierno laborista se cambiaría para que invierta en defensa. Los fabricantes de armas británicos están encantados. «Dejando de lado la ética de la producción de armas, que disuade a algunos inversores, hay mucho que gusta de la defensa como estrategia industrial», dijo un CEO.

En Alemania, el canciller electo en el nuevo gobierno de coalición, Friedrich Merz, impulsó a través del parlamento alemán una ley para poner fin al llamado «freno fiscal» que hacía ilegal que los gobiernos alemanes pidieran prestado más allá de un límite estricto o aumentaran deuda para pagar el gasto público. Pero ahora el gasto por déficit militar tiene prioridad sobre todo lo demás, el único presupuesto sin límite. El objetivo de gasto en defensa empequeñecerá el gasto deficitario disponible para el control climático y para la infraestructura muy necesaria.

El gasto anual del gobierno debido al nuevo paquete fiscal alemán será mayor que el auge del gasto que acompañó al Plan Marshall de posguerra y a la reunificación alemana a principios de la década de 1990.

Eso me lleva a los argumentos económicos a favor del gasto militar. ¿Puede el gasto militar poner en marcha una economía atrapada en la depresión, como gran parte de Europa lo ha estado desde el final de la Gran Recesión en 2009? Algunos keynesianos piensan que sí. El fabricante alemán de armas Rheinmetall dice que la inactiva fábrica de Osnabrück de Volkswagen podría ser la principal candidata para su conversión a la producción militar. El economista keynesiano Matthew Klein, coautor con Michael Pettis de Trade Wars are Class Wars, saludó esta noticia: «Alemania ya está construyendo tanques. Les estoy animando a construir muchos más tanques».

La teoría del «keynesianismo militar» tiene su historia. Una variante fue el concepto de la «economía de armas permanente» que fue adoptada por algunos marxistas para explicar por qué las principales economías no entraron en depresión después del final de la Segunda Guerra Mundial, sino en un largo auge con solo recesiones leves, que duró hasta la depresión internacional de 1974-5. Esa «edad de oro» solo podía explicarse, dijeron, mediante un gasto militar permanente para mantener la demanda agregada y mantener el pleno empleo.

Pero la evidencia de esta teoría del auge de la posguerra no está ahí. El gasto militar del gobierno del Reino Unido cayó de más del 12 % del PIB en 1952 a alrededor del 7 % en 1960 y disminuyó a lo largo de la década de 1960 hasta alcanzar alrededor del 5 % a finales de la década. Y, sin embargo, a la economía británica le fue mejor que en cualquier momento posterior. En todos los países capitalistas avanzados, el gasto en defensa fue una fracción sustancialmente menor de la producción total a finales de la década de 1960 que a principios de la década de 1950: del 10,2% del PIB en 1952-53 en el apogeo de la Guerra de Corea; a solo el 6,5% en 1967. Sin embargo, el crecimiento económico se mantuvo prácticamente durante la década de 1960 y principios de la de 1970.

El auge de la posguerra no fue el resultado del gasto gubernamental de estilo keynesiano en armas, sino que se explica por la alta tasa de rentabilidad de la posguerra en el capital invertido por las principales economías. En todo caso, fue al revés. Debido a que las principales economías estaban creciendo relativamente rápido y la rentabilidad era alta, los gobiernos podían permitirse sostener el gasto militar como parte de su objetivo geopolítico de «guerra fría» para debilitar y aplastar a la Unión Soviética, el entonces principal enemigo del imperialismo.

Sobre todo, el keynesianismo militar va en contra de los intereses de los trabajadores y de la humanidad. ¿Estamos a favor de hacer armas para matar gente con el fin de crear empleos? Este argumento, a menudo promovido por algunos líderes sindicales, antepone el dinero a las vidas. Keynes dijo una vez: «El gobierno debería pagar a la gente para que cavara agujeros en el suelo y luego rellenarlos». La gente respondía. «Eso es estúpido, ¿por qué no pagar a la gente para que construya carreteras y escuelas?» Keynes respondería diciendo: «Bien, págales para que construyan escuelas. El punto es que no importa lo que hagan, siempre y cuando el gobierno cree empleos».

Keynes estaba equivocado. Es importante. El keynesianismo aboga por cavar agujeros y llenarlos para crear empleos. El keynesianismo militar aboga por cavar tumbas y llenarlas de cadaveres para crear empleos. Si no importa cómo se crean los empleos, ¿por qué no aumentar drásticamente la producción de tabaco y promover la adicción para crear empleos? Actualmente, la mayoría de la gente se opondría por ser directamente perjudicial para la salud de las personas. Hacer armas (convencionales y no convencionales) también es directamente perjudicial. Y hay muchos otros productos y servicios socialmente útiles que podrían proporcionar empleos y salarios a los trabajadores (como escuelas y hogares).

El ministro de defensa del gobierno del Reino Unido, John Healey, insistió recientemente en que aumentar el presupuesto de armas «haría de nuestra industria de defensa el motor del crecimiento económico en este país». Buenas noticias. Desafortunadamente para Healey, la asociación comercial de la industria armamentística del Reino Unido (ADS) estima que el Reino Unido tiene alrededor de 55.000 puestos de trabajo de exportación de armas y otros 115.00 empleados en el Ministerio de Defensa. Incluso si se incluye esto último, eso es solo el 0,5% de la fuerza laboral del Reino Unido (consulte el informe «De armas a energías renovables» del CAAT para obtener más detalles). Incluso en los Estados Unidos, la proporción es más o menos la misma.

Hay una pregunta teórica a menudo en debate en la economía política marxista. Es si la producción de armas produce valor en una economía capitalista. La respuesta es que si, para los productores de armas. Los contratistas de armas entregan bienes (armas) que son pagadas por el gobierno. El trabajo que los produce, por lo tanto, produce valor y plusvalía. Pero a nivel de toda la economía, la producción de armas es improductiva de valor futuro, de la misma manera que lo son los «bienes de lujo» para el consumo capitalista. La producción de armas y los artículos de lujo no vuelven a entrar en el siguiente proceso de producción, ya sea como medio de producción o como medio de subsistencia para la clase trabajadora. Si bien es productiva de plusvalor para los capitalistas de armas, la producción de armas no es reproductiva y, por lo tanto, amenaza la reproducción del capital. Por lo tanto, si el aumento en la producción general de plusvalía en una economía se ralentiza y la rentabilidad del capital productivo comienza a disminuir, entonces reducir el plusvale disponible para la inversión productiva con el fin de invertir en el gasto militar puede dañar la «salud» del proceso de acumulación capitalista.

El resultado depende del efecto en la rentabilidad del capital. El sector militar generalmente tiene una composición orgánica de capital más alta que el promedio en una economía, ya que incorpora tecnologías de vanguardia. Así que el sector de las armas tendería a reducir la tasa media de ganancias. Por otro lado, si los impuestos recaudados por el estado (o los recortes en el gasto civil) para pagar la fabricación de armas son altos, entonces la riqueza que de otro modo podría ir a la mano de obra puede distribuirse al capital y, por lo tanto, puede aumentar el valor excedente disponible. El gasto militar puede tener un efecto ligeramente positivo en las tasas de beneficio en los países exportadores de armas, pero no en los países que importan armas. En estos últimos, el gasto en el ejército es una deducción de las ganancias disponibles para la inversión productiva.

Desde un punto de vista más general, el gasto en armas no puede ser decisivo para la salud de la economía capitalista. Por otro lado, la guerra total puede ayudar al capitalismo a salir de la depresión y la depresión. Es un argumento clave de la economía marxista (al menos en mi versión) que las economías capitalistas solo pueden recuperarse de manera sostenida si la rentabilidad promedio de los sectores productivos de la economía aumenta significativamente. Y eso requeriría una destrucción suficiente del valor del «capital muerto» (acumulación pasada) que ya no es rentable.

La Gran Depresión de la década de 1930 en la economía estadounidense duró tanto tiempo porque la rentabilidad no se recuperó a lo largo de esa década. En 1938, la tasa de ganancias corporativas de EEUU todavía era menos de la mitad de la tasa de 1929. La rentabilidad solo se recuperó una vez que la economía de guerra estaba en marcha, a partir de 1940.

Así que no fue el «keynesianismo militar» lo que sacó a la economía estadounidense de la Gran Depresión, como a algunos keynesianos les gusta pensar. La recuperación económica de Estados Unidos de la Gran Depresión no comenzó hasta que la guerra mundial estaba en marcha. La inversión despegó solo a partir de 1941 (Pearl Harbor) para alcanzar, como porcentaje del PIB, más del doble del nivel en el que se encontraba la inversión en 1940. ¿Por qué? Bueno, no fue el resultado de una recuperación en la inversión del sector privado. Lo que sucedió fue un aumento masivo en la inversión y el gasto del gobierno. En 1940, la inversión del sector privado todavía estaba por debajo del nivel de 1929 y, de hecho, cayó aún más durante la guerra. El sector estatal se hizo cargo de casi toda la inversión, ya que los recursos (valor) se desviaron hacia la producción de armas y otras medidas de seguridad en una economía de guerra plena.

Pero, ¿no es el aumento de la inversión y el consumo del gobierno una forma de estímulo keynesiano, pero solo a un nivel más alto? Bueno, no. La diferencia se revela en el continuo colapso del consumo. La economía de guerra se pagó restringiendo las oportunidades para que los trabajadores gastaran sus ingresos de sus trabajos en tiempos de guerra. Hubo un ahorro forzado a través de la compra de bonos de guerra, el racionamiento y el aumento de los impuestos para pagar la guerra. La inversión gubernamental significó la dirección y planificación de la producción por decreto gubernamental. La economía de guerra no estimuló al sector privado, reemplazó al «mercado libre» y a la inversión capitalista con fines de lucro. El consumo no restauró el crecimiento económico como esperarían los keynesianos (y aquellos que ven la causa de la crisis en el consumo insuficiente); en cambio, fue una inversión principalmente en armas de destrucción masiva.

La guerra puso fin decisivamente a la depresión. La industria estadounidense fue revitalizada por la guerra y muchos sectores estaban orientados a la producción de defensa (por ejemplo, aeroespacial y electrónica) o completamente dependientes de ella (energía atómica). Los rápidos cambios científicos y tecnológicos de la guerra continuaron e intensificaron las tendencias iniciadas durante la Gran Depresión. Como la guerra dañó gravemente a todas las principales economías del mundo, excepto a los Estados Unidos, el capitalismo estadounidense ganó hegemonía económica y política después de 1945.

Guiglelmo Carchedi explicó: «¿Por qué la guerra trajo tal salto en la rentabilidad en el período 1940-5? El denominador de la tasa no solo no subió, sino que disminuyó porque la depreciación física de los medios de producción era mayor que las nuevas inversiones. Al mismo tiempo, el desempleo prácticamente desapareció. La disminución del desempleo hizo posible que los salarios fueran más altos. Pero los salarios más altos no restaron rentabilidad. De hecho, la conversión de industrias civiles en militares redujo el suministro de bienes civiles. Los salarios más altos y la producción limitada de bienes de consumo significaban que el poder adquisitivo de la mano de obra tenía que ser comprimido en gran medida para evitar la inflación. Esto se logró instituyendo el primer impuesto sobre la renta general, desalentando el gasto de los consumidores (se prohibió el crédito al consumidor) y estimulando el ahorro del consumidor, principalmente a través de la inversión en bonos de guerra. En consecuencia, el trabajador se vio obligado a posponer el gasto de una parte considerable de los salarios. Al mismo tiempo, la tasa de explotación del trabajo aumentó. En esencia, el esfuerzo de guerra fue una producción masiva de medios de destrucción financiado por el trabajo».

Deje que Keynes lo resuma: «Parece que es políticamente imposible para una democracia capitalista organizar el gasto a la escala necesaria para hacer los grandes experimentos que probarían mi posición, excepto en condiciones de guerra», de The New Republic (citado de P. Renshaw, Journal of Contemporary History 1999 vol. 34 (3) p. 377 -364).

Michael Roberts 

habitual colaborador de Sin Permiso, es un economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.Fuente:

Traducción: G. Buster

Del bienestar a la guerra: el keynesianismo militar – Michael Roberts | Sin Permiso


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