La inmoralidad y el riesgo que no cesa
Hace unos días ENRESA publica su intención de ampliar la capacidad de almacenamiento de basura radiactiva en el Cementerio Nuclear de El Cabril.
Lamentablemente hay que recordar que El Cabril es un centro de tratamiento y almacenamiento de basura radiactiva que hay que aislar unos 300 años de las personas y del medio natural por el riesgo que para la vida suponen estos residuos. Es menos conocido en estas instalaciones se incineran residuos, se manejan líquidos para solidificarlos y se aplastan bidones para disminuir el volumen a almacenar.
La ampliación viene motivada por la continua generación de basura radiactiva en las centrales nucleares y el desmantelamiento de aquellas que han tenido accidentes o se cierran por el riesgo que supone mantenerlas en funcionamiento. Más del 90% del volumen la basura radiactiva procede de las centrales nucleares y si tenemos es cuenta la actividad radiactiva de esta basura, casi la totalidad tiene su origen en las nucleares.
El funcionamiento diario de El Cabril acarrea la llegada diaria de, al menos, un camión cargado con unos 50 bidones de 200 litros llenos de residuos radiactivos que recorre las carreteras de todo el país y siempre por las de nuestra provincia. Muchos de estos bidones tienen una actividad que en el caso de que se cayeran de un camión y una embarazada o un menor de 18 años lo curiosea un par de minutos, ya superaría las radiaciones máximas legalmente en todo un año.
La ampliación de la capacidad de almacenamiento se corresponde directamente con la ampliación del riesgo en la manipulación de los residuos y en el transporte por carretera de los mismos. Si bien los transportes y bultos radiactivos tienen que cumplir unos estándares, estos no aseguran la inocuidad ni la exención del riesgo de accidentes con afección a las personas.
El Cabril es la muestra clara de la inmoralidad de usar una fuente de energía, que tan solo supone el 6% de la energía usada mundialmente y durante apenas dos generaciones, que ya ha sufrido terribles accidentes con Chernobil y Fukushima con costes ambientales y económicos exorbitantes y que además deja para miles de generaciones futuras la injusta tarea de mantener aislada la basura que genera para que no afecte a las personas y los ecosistemas.
El cierre de las 54 centrales nucleares de Japón, como consecuencia del desastre de la central de Fukushima, evidencia que los siete reactores nucleares de nuestro país se pueden cerrar sin graves consecuencias para nuestro sector eléctrico, pero si tendría los beneficios derivados de la paralización de producción de basura nuclear y terminar con el riesgo de accidentes en estos reactores. El Movimiento Ibérico Antinuclear hemos propuesto que no se conceda ninguna autorización que prorrogue la vida de las centrales nucleares y por tanto el cierre definitivo de todas ellas antes de 2024.
Así mismo se debe paralizar la ampliación de El Cabril en tanto no cierren los reactores nucleares y se decida democráticamente y con participación social el destino de la basura nuclear en nuestro país.
* Coordinador del Grupo de Energía de EQUO