Bolivia, los intelectuales y la incomodidad
«El intelectual está para incomodar» es el latiguillo utilizado por algunos intelectuales de América Latina y el Caribe para cuestionar en los últimos días a Evo Morales, quien sufrió un golpe de Estado y se encuentra asilado en ciudad de México, a 8500 kilómetros de La Paz. Desde esta perspectiva, Morales habría incurrido en una serie de errores que, indefectiblemente, llevaron a este desenlace. “Cayó por su propio peso» fue otra de las apreciaciones que giraron en torno a esa construcción de sentido, en la cual el líder aymara sería responsable máximo de la situación actual de Bolivia. La idea de este artículo no es discutir con tal o cual intelectual, sino con las ideas centrales que han planteado, en base a lo que está sucediendo en Bolivia.
Empecemos: ¿por qué a algunos intelectuales les resulta más fácil «incomodar» a un expresidente que está asilado en otro país para intentar salvar su vida que «incomodar» a un gobierno de facto como el de Jeanine Añez, que a lo largo de una semana cuenta ya con más de 30 víctimas fatales en sus espaldas? ¿No será que estos intelectuales se sienten “incómodos” de defender a un líder nacional-popular al que siempre cuestionaron cuando estaba en el Palacio Quemado? Un golpe debería, en cualquier caso, ser la “linea roja”: la condena al golpismo y el llamado a la defensa de la democracia boliviana primero, luego el debate en torno a la figura de Morales y sus posibles errores en el pasado.
Por otro lado: ¿qué le incomoda más a Añez, presidenta de facto de Bolivia? ¿Qué los intelectuales sigan debatiendo el referéndum del 21 de febrero de 2016 y la posterior repostulación de Evo o que cuestionen la feroz represión que tuvo lugar en Sacaba, Cochabamba, y Senkata, El Alto? Mientras nos volcamos a estas discusiones sobre liderazgos y relevos, relevantes dentro del campo de las Ciencias Sociales, hay decenas de muertos en las morgues. Hay madres llorando a sus hijos. Hay vía libre a las FFAA, a través del decreto 4078, que consagra impunidad para disparar sin ser penalmente responsable, en aras del “orden social”.
Sigamos: incómodo hoy en Bolivia es ser indígena, ante la brutal revancha racista y clasista que ya se erige sobre aquellos sectores que ampliaron sus derechos desde el 2006 a esta parte. La quema de la whipala por parte de los golpistas es parte de ese entramado. Incómodo es soportar los gases lacrimógenos y las balas de plomo de un gobierno que amenazó con una “cacería” a dirigentes del Movimiento al Socialismo y llegó a hablar de “sedición” de parte de algunos periodistas extranjeros que llegaron a cubrir lo que allí sucedía. Incómodo es comprobar que los propios dirigentes del MAS casi no emiten opiniones públicas, ante el temor de ser detenidos por el gobierno de facto, que los acusa públicamente de “terrorismo”.
Incómodo hoy en Bolivia es tener que contar lo que pasa desde los medios de comunicación concentrados. La mayoría de ellos se plegó al golpe de Estado y apoyan al gobierno de facto de forma indisimulada. Unitel Red Uno, Bolivia TV, ATB, PAT, RTP, Página Siete, El Deber, Fides y Erbol tienen una cobertura de respaldo a la gestión de la autoproclamada Añez. Aquellos periodistas que, dentro de estos medios, no comparten la línea editorial, tienen expreso temor de hacerlo público para no sufrir represalias. ¿Es raro? No, es una de las características de los gobiernos autoritarios: buscar una total hegemonía mediática que hable de enfrentamientos y culpabilice a los manifestantes, que intente instalar la vieja idea del “se mataron entre ellos”. ¿Los intelectuales no deberían estar discutiendo este cercenamiento a la libertad de expresión en vez de seguir repitiendo la parlanchina del “pero Evo”? ¿No sería intelectualmente más honesto?
Un intelectual no debe perder nunca su capacidad crítica. Partimos de esa base. Compartimos ese principio. Pero hay momentos y momentos para ejercer ese rol. ¿Los intelectuales cuestionaron a Allende una semana después del golpe de Estado en Chile? No, algunos con más tiempo y rigurosidad si hicieron una revisión de lo hecho y lo no hecho, pero siempre desde la honestidad intelectual y una lógica distancia temporal. ¿Qué hizo la mayoría de los intelectuales en ese tiempo? Condenar enfáticamente el golpe de Augusto Pinochet, que implantó una de las dictaduras más sangrientas y duraderas del continente. Imaginemos, por un segundo, el irrespeto que hubiera significado un “pero Allende” el 18 de septiembre de 1973.
Bolivia vive hoy las derivas de un golpe de Estado que inició con la violencia del dirigente cruceño Luis Fernando Camacho, la complicidad del candidato perdedor Carlos Mesa, un amotinamiento policial que liberó la Plaza Murillo y se consumó tras el llamado de las FFAA para que el presidente renuncie. Hay un Jefe de Estado constitucional, que debería haber finalizado su mandato en enero de 2020, exiliado en México. Hay una presidenta autoproclamada, sin quórum, que otorgó vía decreto impunidad a las FFAA y, acto siguiente, les sirvió en bandeja una partida de 5 millones de dólares para equipamiento. Un coctel explosivo: libertad de acción y más herramientas en mano. Hay medios de comunicación absolutamente alineados al relato golpista, con periodistas atemorizados, que si se corren un milímetro de la nueva construcción mediática en torno a Evo -terrorista, narcotraficante, vándalo- ven en peligro su fuente laboral. Y, lastimosamente, hay algunos intelectuales que, incluso en este marco que detallamos, continúan con el “pero Evo” como bandera.
Cerramos este artículo con una frase final, que intenta ser una sintesis de lo que hemos planteado: cuando se intenta juzgar a las víctimas no hay que confundir incomodidad con irresponsabilidad.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/232359-bolivia-los-intelectuales-y-la-incomodidad