Defensa y precariedad
Mientras empiezo a escribir estas líneas suenan de fondo los primeros aplausos de las ocho de la tarde. Aplausos sonoros, silbidos, y alguna bocina de alguien que, en un gesto de camaradería, se une al alborozo reinante. Sin embargo, aunque la tensión del momento resulta palpable me cuesta entender la algarabía que cada día estalla en el crepúsculo por el mero hecho de hacer nuestro trabajo.
Antes de atender pacientes con Covid 19 los profesionales sanitarios ya atendíamos cada día a pacientes con VIH, con tuberculosis, con cáncer terminal, etc., que te generan tensiones y te hacen llevarte a casa lamentos, pérdidas, tragedias y miedos. Del mismo modo, ese escenario que cada día contemplamos nos hace abrigar la idea de que el decorado puede variar en cuestión de segundos, que la vida no es tal si está hueca de salud, y que el futuro se presenta, prácticamente, como una utopía.
A pesar de todo esto es ahora cuando empiezan a llamarnos héroes.
Personalmente llevo años dedicándome a la defensa de la Sanidad Pública, —en el espacio profesional, en el ambiente sindical y a nivel vecinal—, y resulta indudable que los profesionales sanitarios hemos sido capaces, —gracias a nuestro rigor, profesionalidad y amor por el oficio—, de sobreponernos a las largas añadas de recortes generados en distintos ámbitos. Pese a todo ello hemos sabido mantenernos, según rezan las referencias recogidas en encuestas, con una alta valoración que sitúa a la sanidad pública en una situación favorable.
En los datos que hemos podido recabar en la página web de la Comunidad de Madrid, Pública Madrid, se puede apreciar, si tomamos en consideración los altos valores en el índice de Satisfacción con la Humanización (ISH), —estudio que mide la valoración de la atención recibida por los usuarios en lo referente a la atención especializada u hospitalaria —, que los distintos ámbitos que engloba este análisis, entre los que podemos encontrar factores que radican no solo en el trato y la información percibida, sino aspectos relativos a las cirugías ambulatorias o consultas externas, gozan de un grado de satisfacción del 85,59%.
Sin embargo, tal y como venimos anunciando, el nivel de complacencia cosechado por la sanidad pública no es óbice para que esta esté sufriendo, día tras día, los recortes y los malos usos. Así, dentro del análisis sobre la temporalidad y la precariedad de la sanidad pública, merece una atención especial la situación de temporalidad y precariedad que está atravesando el Hospital Central de la Defensa Gómez Ulla, donde en unos años el personal estatutario ha pasado de 29 trabajadores (2010) a 596 en 2018, según datos facilitados desde el Congreso de los Diputados. En este centro hospitalario el miedo, la incertidumbre y la falta de derechos alcanzan niveles bochornos a raíz de las contrataciones en fraude de ley que, durante años, ha llevado a cabo Recursos Humanos.
Y es que, si volvemos a la frialdad de las cifras, justo antes de que empezara la crisis del Coronavirus más de 700 trabajadores (es decir, más del 45% del personal estatutario del Centro) tenían un contrato eventual, mientras que más del 50% de este mismo personal es temporal, cifra que pone en evidencia no sólo la mala gestión del Centro, sino la absoluta falta de derechos del personal sanitario. Esta flagrante falta de derechos resulta visible en la falta de renovación contractual a las trabajadoras en periodo de baja maternal, en la negativa a excedencias para el cuidado de menores, en la denegación del «Plan Concilia» o en la obligada renuncia del personal a bajas de paternidad y maternidad. Es decir, a los profesionales sanitarios, a esas personas que cuidan de nuestra salud, de nuestras vidas, se les niega la posibilidad de construir las suyas propias.
Por todo ello exigimos al Gobierno, igual que lo hicimos con el anterior Ejecutivo, que dejen de mirar para otro lado y que esos 700 trabajadores pasen a tener un contrato de interinos por vacante de plantilla, tal como se recoge en el Estatuto Marco, Articulo 9 Punto 3:
«Si se realizaran más de dos nombramientos para la prestación de los mismos servicios por un período acumulado de 12 o más meses en un período de dos años, procederá el estudio de las causas que lo motivaron, para valorar, en su caso, si procede la creación de una plaza estructural en la plantilla del centro.»
Y que llegado su momento, esos contratos interinos se conviertan fijos en procesos selectivos de estabilización de empleo.
Porque están cuidando y poniendo en riesgo sus vidas y las de sus familias, porque cuando el miedo aprieta ellos dan un paso al frente, porque acumulan nostalgias y abrazos en habitaciones de hotel vacías, porque tienen que ver a sus hijos crecer guardando dos metros de distancia, y con los besos sellados por una mascarilla.
Por todos estos motivos los queremos interinos, por todos estos motivos exigimos #QueDeJunioNoPase.
Alex de Marcos es celador del Hospital Central de la Defensa Gómez Ulla, delegado sindical de CCOO y militante del Partido Comunista de España en Madrid.