El papa Francisco frente a los derechos humanos
Tras la lamentable muerte del papa Francisco, este aparece en las hagiografías de la inmensa mayoría de los medios, incluidos los públicos españoles, como alguien «progresista» que ha modernizado y abierto la Iglesia, y que ha buscado «una Iglesia pobre para los pobres». Eso es del interés preferente de los católicos, pero creo que concierne más a toda la ciudadanía lo que el delegado del Gobierno en Galicia, recogiendo una opinión extendida, ha ensalzado: la figura «imprescindible» del papa en «la defensa de los derechos humanos». ¿Ha sido así? Demos un breve repaso –no exhaustivo– a varios temas fundamentales, poniendo el foco en los derechos humanos y en España.
Empecemos por los derechos infantiles. Aproximadamente la mitad de los niños españoles son adoctrinados en la asignatura de religión de la escuela, además de en las parroquias. ¿No supone esto un ataque al derecho fundamental al desarrollo de la libertad de conciencia? La catequesis escolar y parroquial se remacha con las «confesiones» previas y siguientes a las primeras comuniones, todo un acoso desde la autoridad sacerdotal a la intimidad de las mentes de quienes son más vulnerables. ¿Ha hecho Francisco algo para poner freno a todos estos abusos mentales sobre la infancia?
El adoctrinamiento y las confesiones generan situaciones emocionales y físicas que en ocasiones propician abusos sexuales, aunque esto jamás se tiene en cuenta en las medidas de prevención propugnadas, por ejemplo, por el Defensor del Pueblo. La pederastia en el ámbito de la Iglesia sigue siendo encubierta y minusvalorada por esta institución, aunque luego habla de reparar a las víctimas… a su manera, con sus criterios. Pese a tanta contundente declaración, ¿no se ha quedado el papa lejos de hacer todo lo necesario frente a los abusos sexuales sobre la infancia?
Los derechos de las mujeres siguen siendo vulnerados flagrantemente en el Estado teocrático (antidemocrático) del que el papa Francisco era Jefe, y en toda la Iglesia que él comandaba. El lema del papa, en este y otros ámbitos, podría ser «Mucho ruido y pocas nueces». Para decir misa, absolver los pecados,… y por supuesto para elegir al próximo papa, sigue haciendo falta tener pene. Las mujeres, sumisas. Y del derecho al aborto, no sólo nada de nada, sino que es cosa de «asesinos» y «sicarios». ¿No son pocas nueces feministas?
Cuánto «amor» por los homosexuales, cuánto «quién soy yo para juzgar» a un gay (ojo, si «busca al Señor y tiene buena voluntad»)… y cuánta negación de derechos. Más allá de afear tanto «mariposeo» en los seminarios, el papa llegó a hacer campaña en Eslovaquia contra los derechos de los homosexuales. ¿No hay pocas nueces LGTBI?
Sí que avanzó Bergoglio en el rechazo de la pena de muerte, desde 2018 considerada como «inadmisible» en el Catecismo; ¡ya era hora! Pero la compasión no le alcanzó para quienes demandan la eutanasia, para el papa un «eufemismo» que en realidad simplemente era «dejar a alguien morir». Ninguna nuez aquí, pero, al menos en este caso, sin ruido engañoso que haga creer otra cosa.
Las transgresiones de derechos fundamentales señaladas se apoyan en la Doctrina de la Iglesia, recogida en el citado Catecismo, todo un compendio de esas vulneraciones y de las creencias que las sustentan, unos dogmas anticientíficos como el de la realidad de los milagros y el del creacionismo. Y resulta que, como Dios es tu Creador, Él tiene todos los derechos sobre tu cuerpo, y tú ninguno: ni para el aborto, ni para la eutanasia, ni siquiera para la masturbación… Más allá de lo dicho sobre la pena de muerte, ¿ha movido el papa una sola coma para aliviar esos irracionales dogmas y esa implacable Doctrina que, junto a ese mensaje de «amor» tan particular, se imbuyen en las mentes infantiles en la catequesis parroquial y escolar?
Para ser un papa considerado «de izquierdas», ¿no choca también que beatificara a cientos de «mártires de la guerra civil española», curiosamente todos del bando fascista? (el 13-10-2013, a 522 de una tacada). Tanto como se demanda que pidan perdón los criminales de tal o cual historia, ¿qué hay con esa Iglesia que apoyó el golpe de Estado del 36 y dio apoyo ideológico (y más) al franquismo? A las víctimas mortales hay que añadir tantas personas, sobre todo mujeres, que vivieron una vida reprimida y subyugada por el nacionalcatolicismo. Las beatificaciones de Francisco –como las de los papas anteriores– ¿no van justo en el sentido contrario a la petición de perdón y al «propósito de enmienda», además de a la memoria histórica?
Lo peor es que el confesionalismo, o nacionalcatolicismo atemperado (pues por fortuna ya no es sangriento), sigue muy vivo en el Estado español, como acaba de demostrar una vez más el Gobierno «progresista» al declarar tres días de luto oficial por la muerte del papa, y como reiterada y públicamente simboliza el muy católico (y por tanto desafiante de la aconfesionalidad constitucional) rey Felipe. Lo más lamentable no son estos «detalles» simbólicos, por supuesto, sino que sigan sin anularse los leoninos Acuerdos con la Santa Sede (y el resto de convenios con otras religiones), se sigan no sólo permitiendo, sino hasta financiando desde el Estado, centros educativos de ideario católico, se siga permitiendo y hasta sosteniendo con dinero público el abuso mental infantil en la escuela a cargo de catequistas, se siga detrayendo para la Iglesia dinero de todos según lo marcado en las «dos casillas»… se continúe sin revertir el monumental expolio de bienes públicos inmatriculados por los obispos, y se mantengan otras prerrogativas –como las de la presencia abusiva en los medios públicos, apuntada al comienzo– que violan el principio de igualdad entre las personas, sin discriminaciones en base a sus creencias y convicciones.
Todo lo dicho, y más, supone una gravísima insuficiencia democrática de la que es responsable y cómplice fundamental el Gobierno «progresista» actual, tanto como lo fueron los anteriores gobiernos «democráticos», por supuesto. Pero, siendo tan bueno y asimismo tan progresista, ¿ha movido un solo dedo el papa Francisco por avanzar en la solución de algunos de estos déficits democráticos que solo favorecen a su Iglesia frente al conjunto de la ciudadanía?, ¿dónde queda lo de la Iglesia «pobre» cuando sólo en España se beneficia de más de 13.000 millones de euros anuales del Estado? Me temo que, de nuevo, contamos pocas nueces.En definitiva, creo que los nuevos aires que ha traído el papa Francisco han servido para mejorar o lavar la imagen de una Iglesia asediada por diversos escándalos, pero, más allá de bienintencionadas declaraciones sobre ecología, inmigración, las guerras… en el ámbito internacional (¿brindis al Sol?), se ha quedado muy corto en aspectos fundamentales que sí que estaban a su alcance: en el avance de los derechos humanos en asuntos clave en los que la Iglesia está realmente involucrada. En mi opinión, desde España lo que hace falta ahora no es que venga, o deje de venir, otro papa más o menos avanzado, simpático o santo, pues eso está claro que –según hemos repasado– de poco sirve para mejorar los derechos de la ciudadanía, sino que desde el Estado se ponga a la Iglesia y al resto de confesiones religiosas en su sitio: el de asociaciones (que sean de creyentes religiosos es indiferente) sin privilegios ni discriminaciones de ningún tipo respecto al resto. Desde un Estado decididamente laico.