El voto rural clave para definir el ganador de las elecciones generales en el reino de España
España hace unos 60 o 70 años era un país netamente rural. Hoy día la cultura urbana es la dominante. Ese país de campesinos, de labriegos, de arrieros, de gañanes se ha extinguido para siempre y sus recuerdos se exhiben en los museos. Por increíble que parezca esto ha sucedido en el lapso de unas pocas generaciones. La España urbana -según las estadísticas- representa el 70% de la población. Un índice demográfico que incide especialmente en el censo electoral.
En el mundo rural es donde se concentra el mayor envejecimiento de la población (el 17% tiene más de 65 años) Por lo tanto el relevo generacional e as deficitario pues el número de fallecidos supera al de nacimientos.
La urbanización del campo es irreversible. La emigración del campo a la ciudad ha sido un fenómeno constante desde principios del siglo XX, aunque se ha hecho aún más pronunciada a partir de la posguerra. Había que escapar de la ignorancia, el atraso y el oscurantismo en busca de un futuro más digno en las regiones industrializadas como el País Vasco, Cataluña o Madrid. Se necesitaba con urgencia peones que se ocuparan los puestos más sacrificados en la cadena de producción. No sólo surtieron el mercado nacional sino que también se marcharon al extranjero (Alemania, Bélgica o Francia) a ganarse un jornal mejor remunerado.
Según la doctrina capitalista la redención del campesino estaba y está en la gran ciudad. Allí podrían liberarse y adquirir un estatus más digno donde superar el retraso atávico.
El reino de España desde que entró en la UE ha apostado por la súper modernización en un intento por recuperar el tiempo perdido. Es imprescindible ponerse al nivel de los países más industrializados del planeta. Para lograr esto se diseñó un ambicioso plan de infraestructuras (aeropuertos, autopistas y trenes de alta velocidad) con el propósito de conectar los centros del poder político y económico tanto a nivel nacional como europeo. Sin velocidad no hay progreso.
Los ciudadanos ocupan el escalafón más alto en la pirámide social mientras que los campesinos se les discriminan y se les rebaja a lo más ínfimo. Desde los tiempos medievales que existe esa pugna entre siervos y señores.
El campesino es visto como un arcaísmo, un obstáculo para el desarrollo y el progreso.
El envejecimiento de la población (47.000.000) es algo que va a incidir en un futuro muy próximo en el PIB español. Aparte de poner en peligro el sistema de pensiones y seguridad social. Se necesitan más nacimientos para rejuvenecer una población cuya media de edad roza los 43 años. La única esperanza de revertir este proceso es estimular la inmigración. La tasa de natalidad es una de las más bajas del mundo.
La juventud se impone España decrépita y retrasada víctima del analfabetismo digital. Los viejos son seres inútiles que se aparcan en los asilos. No toman decisiones y su palabra carece de valor.
Esa España romántica y vernácula que sirvió de inspiración a poetas y artistas se extingue, Las tradiciones y costumbres o su folclore se queda como un espectáculo exótico para distracción de los turistas. Nos embarga la nostalgia cada vez que recordamos ese tiempo pasado en el que nuestros ancestros vivían armoniosamente con la naturaleza. El campesino ha cambiado la casita de barro o de adobe por un apartamento en un suburbio de la gran ciudad. Ha tenido que integrarse en un medio artificial y echar raíces en el cemento y el asfalto. Ese es el gran drama a que se ve abocado. Al parecer son incompatibles la tradición y la modernidad.
Ante el tenaz déficit de mano de obra el puesto del campesino, del jornalero, del gañan, lo ocupan los inmigrantes. Lo hacen por una razón económica, no por devoción; porque no hay arraigo, ni pertenencia a una patria, ni apego a las tradiciones o costumbres. El nativo no quiere trabajar en el campo pues lo considera una deshonra. Los españoles prefieren un trabajo administrativo, es decir, sentarse cómodamente en una oficina frente a un ordenador. Además exigen un horario flexible, con sus vacaciones, tiempo de ocio, paga fija y extraordinaria. Eso de estar 10 o 12 horas en un tajo bajo un sol inclemente o aterido por el frio invernal es algo impensable.
Recordemos que la reforma agraria (inspirada en la revolución rusa de 1917) fue una de las causas principales de la guerra civil o el golpe de estado promovido el general Franco y sus secuaces. Los grandes latifundistas, los nobles y aristócratas, la iglesia católica no iban a permitir que unos pobres campesinos pusieran en peligro el estado de derecho.
Para los burócratas de la UE España es un país que debe dedicarse exclusivamente al sector servicios.- que es el que en realidad genera la mayoría de los empleos –Específicamente al turismo estacional que con sus 60 millones de visitantes anuales es uno de los pilares del PIB. Este es el verdadero motor del crecimiento económico.
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La propiedad de la tierra es el gran drama del mundo rural. Todavía existen grandes extensiones de terreno en manos de los terratenientes y latifundistas. En algunas regiones son los propietarios de hasta el 70% de la tierra cultivable. En España todavía no se ha llevado a cabo una auténtica reforma agraria que redima a los campesinos y de impulso al cooperativismo o el colectivismo. La propiedad privada está protegida por la constitución y las expropiaciones han sido más bien minoritarias. Se sabe de antemano que las comunidades autónomas y ayuntamientos tienen el poder de recalificar los terrenos rústicos para convertirlos en urbanizables. (Construcción de condominios, cadenas hoteleras, polígonos industriales) Es ahí donde se genera la corrupción inmobiliaria de la que se lucran tanto políticos como especuladores.
También hay que hacer referencia a la gran demanda de fincas, parcelas y apartamentos por parte de extranjeros (europeos y de alto poder adquisitivo) ansiosos por adquirir propiedades en la costa del Mediterráneo o las islas Canarias. En muchas zonas hay pueblos donde el 80% de sus habitantes son foráneos y cuya lengua oficial es el inglés, el francés o el alemán.
Muchos pueblos y aldeas han sido absorbidos por las ciudades (condominios y urbanizaciones) hasta tal punto que se ha destruido por completo el patrimonio histórico y artístico. De ahí que tenemos que hablar de un campo urbanizado, de un campo que hay que considerar como una extensión más de la ciudad.
Vivir en el campo y trabajar en la ciudad es el sueño de muchos ciudadanos que pretenden disfrutar de un entorno menos contaminado y estresante. Para ello se cuenta con esa extensa red de autopistas y carreteras que los conecta en pocos minutos con la capital y las áreas de ocio o los centros comerciales (los oasis de la sociedad de consumo capitalista) Aunque ya ni siquiera eso es necesario pues las ventas online por Internet van camino de acaparar todo el mercado.
En estas elecciones del 26 de junio el voto rural será clave para definir el ganador de la contienda. Según todos los estudios benefician al bipartidismo PP-PSOE; ya que los electores se inclina por tendencias más conservadoras, monárquicas, clericales y reaccionarias. Ese segmento de la población (mayores de 65 años -muchos jubilados) deciden el mayor número de escaños. Por lo tanto la España decrepita y envejecida otorgará al PP la victoria (la lista más votada) -aunque no podrá formar gobierno sin un acuerdo con el PSOE.
Entre los meses de junio y julio del 2011 yo participé junto con otros tantos activistas en la gran marcha popular indignada de Barcelona- Madrid. Recorrimos esos 600 kilómetros que separan Barcelona y Madrid para comprobar cuál era el estado de ese mundo rural tan desconocido y enigmático. Nosotros apenas teníamos un conocimiento más teórico que práctico porque la mayoría residíamos en ciudades. Durante esas cuatro semanas de viaje nos dedicamos a recabar información entre los pobladores y los vecinos de los distintos pueblos y aldeas con el propósito de redactar una memoria que íbamos a entregar en el encuentro estatal del 15M a celebrarse en Madrid. Allí en la Puerta del Sol, en pleno centro de la capital, se tenía previsto realizar una gran manifestación el día 23 de julio de 2011.En todos los testimonios que fuimos recogiendo a lo largo del camino se repetían constantemente el de olvido y el abandono del mundo campesino o rural por parte del gobierno y las administraciones públicas.
Especialmente los agricultores, ganaderos, los pequeños productores se sentían muy indignados por el mal trato que les dispensan. Empezando por los impuestos que tenían que pagar, el coste de los insumos, insecticidas plaguicidas, las semillas, los abonos o el pienso del ganado que no les compensaba ni para cubrir los gastos. La única manera de subsistir dignamente es gracias a las subvenciones o ayudas que se reciben por parte del estado Ministerio de Agricultura) los ayuntamientos, las comunidades autónomas o de la Unión Europea. Un campo sin subvenciones significaría la ruina total.
Los jóvenes pertenecientes al medio rural prefieren emigrar a la ciudad en busca de un trabajo más atractivo y confortable. El trabajo en el campo exige sacrificio y dedicación a tiempo completo.
La ilusión de cualquier joven es estudiar o formarse para encontrar un empleo digno y bien remunerado. El ideal supremo es sacarse las oposiciones de funcionario del estado que permite asegurarse un futuro sin sobresaltos. Pero la actual crisis económica es tan masacrante que muchos prefieren emigrar al extranjero antes de caer en la angustia y la fatalidad.
Hace unas décadas los ecologistas hablaban de la revolución verde, de la vuelta al campo para disfrutar de una vida más feliz y relajada. La madre naturaleza nos aguarda con los brazos abiertos. Nos aguarda no solo con los brazos abiertos sino que es necesario llevar una buena suma de dinero si se quiere disfrutar de las ofertas de turismo rural, la gastronomía, los productos biológicos, la artesanía o los deportes de aventura.
Hoy gracias a la revolución tecnológica y digital se puede estar en lo más perdido de la naturaleza y a la vez perfectamente conectado con cualquier parte del planeta. Tal y como sucedió en su día con la revolución neolítica o la edad de los metales estamos entrando en una nueva era. Y esa nueva era es tan sofisticada que ha dejado obsoletos a la televisión, la radio o los teléfonos fijos.
A estas alturas del siglo XXI los campesinos, los arrieros, los pastores, los jornaleros son seres rudos y salvajes pertenecientes a un tiempo romántico y nostálgico que ya no volverá jamás. El campo es el símbolo del retraso, un obstáculo para el desarrollo.
La cultura popular agoniza porque ya no existen esos artistas y creadores surgidos desde lo más telúrico, desde las propias entrañas de la tierra.
Hoy los descendientes de esos campesinos-que decidieron reemplazar a sus padres o abuelos- han asumido el papel de empresarios. Porque el campo es un negocio al que hay que sacarle el mayor rendimiento económico. Para lograr dicho objetivo se contratan peones y jornaleros -en buena parte inmigrantes- que serán los que se ocupen de las labores que no pueden realizar las maquinas. Además, se requiere de una extensa red de distribución que provea de productos a las grandes superficies y supermercados. Lo intermediarios se llevan un gran porcentaje de ganancias en el clásico juego de la oferta y la demanda. Son los supermercados y las grandes superficies las que imponen los precios (a la baja) y arruinan a los agricultores. Se ha perdido la soberanía alimentaria pues se estimula el monocultivo en detrimento de las plantas nativas y especies tradicionales.
Los indignados que participaban de la marcha Barcelona-Madrid a pesar de sus pintas desaliñadas (les llamaban despectivamente “perroflautas”): pantalón corto, sombreros de paja, sandalias, mochilas (durmiendo en tiendas de campaña y cocinando en fogones al aire libre) manejaban la tecnología punta a la perfección: computadores, tabletas, teléfonos móviles, cámaras filmadoras, etc. Es decir, la revolución digital al servicio de la causa social. Y no sólo eso sino que las lenguas oficiales eran el catalán, el español, el francés, el italiano, el inglés o el alemán. Nuestro movimiento tenía la virtud de ser asambleario y auto gestionado. Desde la plaza mayor de cualquier pueblo, desde el patio de un colegio o en las canchas de los polideportivos -donde solíamos acampar -sin necesidad siquiera de electricidad pues llevábamos paneles solares y bicicletas estáticas para generar energía- estábamos en capacidad de amplificar nuestras demandas y comunicados a través del SMS, los Wasap, el Twitter o las redes sociales. Editábamos cortos o filmaciones, fotografías, boletines con los que dábamos a conocer nuestra filosofía e influíamos en la opinión pública.
Sin la revolución digital es imposible concebir el movimiento de los indignados y mucho menos la irrupción de Podemos.
Quien sabe manejar con inteligencia estas armas tiene la batalla ganada. Nueve de cada de diez españoles posee un móvil y se calcula que existen 44.000.000 de líneas declaradas. A través de un teléfono se administra la vida, la familia, los amigos, se consultan los movimientos bancarios, compras, pagos, trámites administrativos, etc. Twitter lo definíamos como la guerrilla virtual que multiplica los mensajes hasta el infinito.
Sin lugar a dudas los Indignados han sido el germen fundacional de Podemos. Podemos como partido político está compuesto por una generación eminentemente urbana, hija de la clase media trabajadora o de profesiones liberales (burguesa) con estudios superiores y una alta preparación académica. Sus principios ideológicos de izquierda antisistema antimonárquicos, antimperialistas, anticapitalistas y republicanos. Igualmente herederos de esa resistencia contra la dictadura de Franco. Pero, sobre todo, admiradores de los procesos revolucionarios latinoamericanos como el guevarismo, el castrismo o el chavismo (a los que han tenido que renunciar por táctica electoral)
Esa generación emergente desengañada de la política tradicional, de ese bipartidismo bastardo que acapara el poder y saca altos réditos de la corrupción, el latrocinio de las arcas públicas y el clientelismo. Romper el bipartidismo y plantear una alternativa a un sistema explotador neoliberal es lo que ha movido a Podemos a dar una respuesta con la intención de cambiar esa degradante realidad. El sistema electoral beneficia los grandes partidos. La ley de Hont premia a las circunscripciones rurales en detrimento de los cascos urbanos. Y para eso se ha constituido un frente de izquierda con el objetivo de obtener un mayor número de escaños.
El golpe de estado de 1936 también tuvo como finalidad salvaguardar los intereses de los terratenientes y señoritos, de la iglesia o la aristocracia. Los poderes fácticos se veían amenazados por la irrupción del movimiento obrero y campesino (comunistas, socialistas o anarquistas) que ponían en peligro sus privilegios ancestrales. La sociedad española burguesa y aristocrática debía responder con contundencia a tamaño reto. De ahí que los generales golpistas lanzaran la “cruzada nacional” para exterminarlos a sangre y fuego
Los obreros y los campesinos (Inspirados en la revolución rusa) empezaban a adquirir conciencia de clase y a romper las cadenas de la opresión y el analfabetismo. Empecinados en construir una república popular en el que se hiciera énfasis a los principios de igualdad, fraternidad y solidaridad. Era una época de grandes luchas sociales, huelgas y manifestaciones que anticipaban la pronta irrupción del conflicto bélico. El golpe de estado fascista estaba al caer.
Los obreros y campesinos fueron perseguidos, encarcelados, fusilados, desterrados o perecieron en el campo de batalla defendiendo la causa republicana. Algo que supuso el ocaso de esa raza y bravía portadora de una herencia genética de incalculable valor. Desde entonces la España burguesa y contrarrevolucionaria es la que ha regido nuestros destinos.
El mundo rural español ha sido víctima de un genocidio de incalculables dimensiones.
El talón de Aquiles de Podemos es la España rural. Porque Podemos es un partido esencialmente urbano con propuestas urbanas, líderes urbanos y cabezas pensantes urbanizadas. Es muy difícil seducir a un electorado que no domina las nuevas tecnologías y es reacio a las innovaciones. Los cambios sociales se producen con mayor incidencia en las ciudades y en los suburbios de las mismas.
El Partido Popular va a conseguir con toda seguridad la victoria en las elecciones presidenciales del 26 de Junio. Y esa victoria la va a obtener gracias a los votos emitidos en los municipios de menos de 20.000 habitantes (como ya sucediera en anteriores elecciones) Esa igualmente es la cantera del nacionalismo español más fervoroso y fundamentalista (con excepción del País vasco y Cataluña). El PP y el PSOE mantienen un electorado fiel y sumiso que se caracteriza por sus ideas fijas, no interactúa, carece de espíritu crítico y tiene un nivel educativo regular. Por lo tanto la revolución digital es algo que no les atañe. Solamente cuando varíe el padrón demográfico y el cambio generacional sea más acusado (que desaparezcan los viejos por ley de vida) entonces habrán más posibilidades de neutralizar a los partidos tradicionales. El voto rural (los mayores de 60 años que representa el 23% de la población) es de marcada tendencia derechista y conservadora. Son 8.500.000 de electores, de los cuales hay 5.000.000 mujeres (muy tradicionales, religiosas y monárquicas) que en buena medida votan presionadas por el esposo o el ambiente familiar. De esta cantera sale la mitad de los votos del PP y un alto porcentaje del PSOE. El voto del miedo funciona.