Paco Campos •  Opinión •  26/08/2018

Engañados por los métodos

Me acuerdo, hecho todo un veinteañero, del ahínco que puse en la lectura de El método en la teoría ética (1963) de Abraham Edel, obra que rápidamente quedó como destacada y favorita. Tenía en mis manos la solución a muchas preguntas que nunca pudo responder satisfactoriamente la tradición filosófica, y un profesor entre muchos, de la universidad de Columbia -Nueva York- satisfizo todas las inquietudes que pude durante mucho tiempo tener: allí desaparece la infranqueable línea divisoria entre las disciplinas con método y las demás que no tienen o tenían ese privilegio -las llamadas ciencias humanas, y con ellas, la ética.

Con esa falsa creencia ‘de un método ad hoc’ conviví décadas y décadas, ignorando que la moral hacía tiempo ya que había girado hacia lo cotidiano, un sitio donde Kant nunca pudo llegar, y menos aún la jodida moral católica, de la que cada vez sé menos qué puede ser. Porque qué pasa: pues que la vida va por un sitio y los preceptos por otro, y cuando éstos irrumpen en aquélla, se va todo a la mierda porque con la sanción a pocos sitios se llega.

Y qué es la moral. ¡Vaya usted a saber! Lo que sí sé es que la etnografía produce constantemente situaciones en las que los hombres con la simple arma del juego de lenguaje se toleran unos a otros y se solidarizan entre sí. Lo que sé es que la ausencia de método propicia la prudencia, forma y fórmulas incompatibles, con la ética del deber. El mundo de la vida está hasta las narices de que le digan lo que hay que hacer: aquí los negros, allí los blancos; aquí los ricos, allí los pobres; aquí los triunfadores, allí los perdedores; aquí los filántropos, allí los misántropos… y podríamos seguir mirando así todo lo que la moral ha desunido.


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