André Abeledo Fernández •  Opinión •  26/08/2023

¿Nos sorprende ir perdiendo todo cuanto ya no estamos dispuestos luchar por nada?

Los nuevos «libertarios», los defensores de la libertad individual por encima de la colectiva, defienden ideas que nos devuelven a la esclavitud asalariada contra la que lucharon nuestros antepasados, nuestros abuelos, nuestros padres.

La gran victoria del poder es conseguir que trabajadores voten por volver a ser esclavos, y le llamen a eso libertad y no estupidez, que defiendan la libertad de comercio y la libertad de precios siendo simples consumidores. 

Que trabajadores que no son dueños de los medios de producción, ni grandes propietarios, ni tienen reservas de oro, se crean capitalistas, es un éxito de capitalismo, y de una educación que no enseña a pensar, que enseña a obedecer.

Según los vende humo de la nueva libertad neoliberal, la «justicia social» es un invento de la izquierda, es algo de rojos, como lo es el «Estado del bienestar», y duele ver a trabajadores en muerte cerebral aplaudiendo con las orejas. 

Trabajadores renunciando «voluntariamente» a las conquistas de la clase trabajadora, trás siglos de luchas, de derramar lágrimas, sudor y sangre.

Entregando las conquistas de la clase obrera en nombre de la libertad del amo para exprimirlos.

Mucha gente entregó su vida para construir un mundo mejor, mujeres y hombres lo dieron todo para dejar un futuro mejor a los que venían detrás, personas valientes, con ideales, con empatía, con inquietudes, utópicas guerreras, luchadores soñadores. 

Y ahora es difícil encontrar a alguien dispuesto a dar una pequeña parte de su tiempo libre para acudir a una manifestación, a una protesta, y ya no digamos para hacer una huelga. 

El trabajo de individualizarnos, de aborregarnos, de que cada uno mire su ombligo y mire para otro lado cuando ve algún abuso, le ha funcionado bien a los dueños del sistema.

Temo que sea cierto aquello de que «la gente no quiere ser libre, tan solo quiere un amo más justo».

Permitimos además que sean los más ambiciosos, los pragmáticos, de la mal llamada «nueva izquierda», los que nos lideren, cuando lo que necesitamos es generosidad y utopía.

Esa nueva izquierda que es aún peor que la vieja socialdemocracia. 


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