El fracaso de la izquierda en Galicia está en la ideología
El 25 de septiembre el PP de Alberto Núñez Feijóo daba un golpe de votos, con una mayoría absoluta que hacía inviable un gobierno alternativo. Ni nacionalista ni de izquierdas. El monopolio del poder de la derecha gallega se mantiene intacto a pesar de la crisis, de la corrupción y de una gestión que con sus luces y sombras se puede calificar de gris. Frente a ese gris PP, debidamente coloreado con un azul y blanco popular -Feijóo es Galicia le faltó decir tras celebrar el resultado-, la oposición gallega lleva años inmersa en una serie de despropósitos ideológicos con mucho de interés personal. Hay que remontarse al año 2005 para tener un mapa más correcto de la distribución de partidos fuera del Partido Popular. Ese año el PSOE de Emilio Pérez Touriño y el BNG de Anxo Quintana fueron capaces de ganarle al mismísimo Fraga las elecciones.
¿Qué ha cambiado desde entonces? Lo primero el BNG que, tras perder el bipartito las siguientes elecciones por la mínima -un escaño-, saltó por los aires, dividiéndose por la mitad. Lo segundo el PSOE gallego que ha perdido votantes a mansalva. Esos votos que pierde el PSOE no se van solo, como algunos creían, a las fuerzas que han eclosionado a partir de las escisiones del BNG y de la aparición de Podemos. Hay una gran parte de ese voto que se ha ido al PP. Eso explica en buena medida que sea el Partido Popular el que se haya beneficiado de la fragmentación de la izquierda gallega, nacionalista o no nacionalista. Esa fragmentación se ha intentado unir con fórmulas como AGE o En Marea que no acaban de convencer a la mayoría porque se trata de coaliciones forjadas con fórceps. La lógica ideológica se ha perdido cuando se pretende decirle al votante que un partido que se define al menos tan nacionalista como el BNG (Anova, “Hermandad Nacionalista”) se arrejunta con un partido de carácter estatal como es Podemos y con otro que defiende el federalismo como es EU-IU que dicho sea de paso, nunca tuvo mucha implantación en Galicia. Cuando a ello se le añade un candidato sacado del juzgado con ninguna experiencia política, más allá de su militancia en su día en organizaciones afines al BNG se explica que En Marea no haya servido para nada más que para tener el prurito de decir que han superado al PSOE en número de votos, que no de escaños, en el Parlamento Gallego.
El PSOE ha envidado de candidato a la Xunta a otro perfecto desconocido para el votante medio gallego. Otro tanto le ha pasado al BNG con su candidata. Ambos son conocidos en el ambiente político pero comparados con Feijóo, omnipresente en estos últimos años en toda la prensa y televisiones, estaban condenados a ser oposición. Sin embargo, también dentro del ambiente político, el resultado ha sido muy diferente: mientras que el BNG consigue sobrevivir a la extinción que le anticipaban las encuestas y los resultados de las últimas generales, el PSOE se ha visto sorpassado por la mínima por En Marea. Esos sorpassos de los que tanto les gusta hablar a la prensa, y a quienes sorpassan, son irrelevantes para el ciudadano, porque no sirven para nada cuando consolidan al PP en el poder. En el estado el PP lleva un año en funciones por la incapacidad de PSOE, Podemos y sus confluencias, los nacionalistas y C’s de formar un gobierno alternativo. La ambivalencia de C’s que tan pronto pacta con Pedro Sánchez como con Mariano Rajoy ha tenido un duro castigo el 25-S: la falta de ideología política se castiga en las urnas, donde no han sacado un solo escaño.
Perdidas ya irremediablemente las elecciones gallegas la oposición, toda la oposición, tiene que reflexionar y volver a tener ideología. Se puede ganar desde posturas nacionalistas y de izquierdas. Pero desde luego que no se puede ganar cuando se ofrece solamente crítica al Partido Popular sin presentar alternativas creíbles, que pasan ineludiblemente porque la persona candidata a la Xunta tenga credibilidad. Esa se gana no en unos meses, sino en años forjados en política. En la política con ideología. No en la política del saltimbanquismo político. Si algo dijo Feijóo cierto en el debate es que todos los candidatos que se enfrentaban a él habían pasado por el BNG. Salvo una que no se ha movido de partido, los demás ofrecieron un debate que contribuye a explicar el resultado de las autonómicas gallegas.
Galicia no es Euskadi ni Catalunya, donde además del nacionalismo de izquierdas hay partidos nacionalistas de derechas (PNV y CDC) que impiden que el PP sea representativo allí. Eso ayuda a entender también el resultado del PP en Galicia. Carece de oposición en la derecha, al haber neutralizado a UPyD en su día y a C’s ahora. Frente a una derecha unida en Galicia, no hay lugar para muchos experimentos. O se es de izquierdas o se es nacionalista. La izquierda y el nacionalismo gallego, que también es de izquierdas, han dado sobradas muestras de capacidad de pacto tanto en la Xunta como en ayuntamientos y en diputaciones. Ese es el camino si se quiere derribar al PP. Volver a los orígenes y presentar coaliciones con lógica ideológica. Por si no ha quedado claro, señalo los cambios con nombres de partidos: Anova y el BNG están condenados a entenderse. El PSOE tiene que volver a ser fuerte. EU-IU y Podemos pueden seguir juntos, como en el estado, pero no pueden vender su marca a cualquier precio y tienen que obtener sus votantes no de los del PSOE sino de los que jamás votarían a PSOE ni PP. Son las tres combinaciones con credibilidad: nacionalismo de izquierdas; la izquierda moderada; y la izquierda radical. Todo lo demás han sido experimentos que no convencen a la mayoría de Galicia. No lo digo yo. Lo dicen los resultados del 25 de septiembre.