Eduardo Garzón •  Opinión •  27/02/2017

Los países que más robots tienen disfrutan de menos paro

Es muy frecuente escuchar a todo tipo de personas afirmar con rotundidad que la mecanización y la robotización destruyen puestos de trabajo y que, puesto que cada vez hay más y mejores robots en los procesos productivos, en un futuro no muy lejano viviremos en sociedades en las que habrá muy poca (o ninguna) necesidad de trabajo humano.

Sin embargo, hay varios motivos para pensar que esa deducción es, cuanto menos, inexacta e incompleta. En primer lugar, la evidencia empírica actual no es coherente con la reflexión citada y es, de hecho, contraria a ella: los países que más densidad robótica industrial tienen (número de robots industriales en relación al número de trabajadores industriales) son precisamente los que menos paro sufren.  En el gráfico se puede observar cómo Corea del Sur, Singapur, Japón y Alemania son los países con más robots y al mismo tiempo los que disfrutan de tasas de desempleo más reducidas, inferiores al 5% de la población activa. También podemos observar cómo no parece existir ninguna relación clara entre paro y robotización, pues países con similares niveles de robotización presentan tasas de paro muy dispares. Esto nos viene a decir algo que, por otro lado, ya podíamos imaginar porque es bastante obvio: el número de robots instalados es solamente un factor explicativo –entre muchos– del desempleo (en uno u otro sentido), y no tiene por qué ser el más importante. No obstante, lo que sí parece evidente es que disponer de un elevado número de robots no tiene por qué implicar elevadas tasas de desempleo. Así lo atestigua otra constatación: desde el año 2000 hasta el año 2008 Corea del Sur, China y Brasil multiplicaron varias veces el número de robots utilizados en sus economías y el empleo creció en todos ellos con bastante fuerza[1].

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En segundo lugar, aunque la mecanización y la robotización en economías capitalistas tiendan a destruir puestos de trabajo en un determinado proceso productivo, al mismo tiempo abren posibilidades de crear nuevos tipos de empleo en ámbitos y espacios diferentes. Puede ayudar a entender esto si comparamos la tipología de empleos que hay en la actualidad con los que había en la época romana, por ejemplo. Informáticos, científicos, biólogos, pilotos, conductores, electricistas, astronautas, ambientalistas, brókeres, mecánicos, técnicos de telecomunicaciones, jugadores de videojuegos, etc., son profesiones que no existían en la antigüedad y que son fruto del avance tecnológico. Es evidente que en la actualidad hay muchísimos más tipos de empleos que siglos e incluso décadas atrás. Ahora bien, para ver si el progreso tecnológico destruye o no puestos de trabajo lo importante no es tanto la cantidad de profesiones sino la cantidad total de trabajadores. No obstante, una fácil ojeada a los datos de la evolución de la población ya nos estaría dando alguna idea. Al fin y al cabo en nuestro planeta hay hoy 7 veces más habitantes que en el año 1800, y dos millones de personas más que hace tan sólo 25 años. En España la población actual casi triplica la de 1900, y tiene 10 millones de habitantes más que en 1980. Es decir, si la cantidad de personas en el mundo ha tenido un crecimiento exponencial y las tasas de empleo no han cambiado radicalmente, hemos de deducir que la cantidad de puestos de trabajo también ha registrado un crecimiento importante en vez de reducirse como reza la reflexión antes citada.

Lo que ocurre es que la destrucción de empleo originada por la mecanización y robotización es compensada de sobra con la creación de otros puestos de trabajo. Los trabajos que se pierden son evidentemente los más rutinarios, duros, repetitivos, peligrosos y aburridos, ya que son los más susceptibles de ser realizados por una máquina o robot. En cambio, los que se ganan son los más artísticos, los más creativos y los relacionados con los cuidados, la tecnología y el conocimiento (muchos de ellos no son remunerados). La explicación reside en que la tecnología abre nuevas posibilidades de trabajo, permite generar más diversidad de riqueza y nos regala más tiempo libre. Por eso, entre otras cosas, buena parte de las nuevas ocupaciones están relacionadas con el ocio y los cuidados. En otras palabras: aunque la robotización destruya puestos de trabajo en muchos sectores económicos, permite la creación de muchísimos más en otros. El efecto resultante puede ser muy positivo porque no sólo incrementa la cantidad de empleo neto, sino que nos libra a los humanos de los trabajos más duros y peligrosos al mismo tiempo que nos permite disfrutar de nuevas y mejores posibilidades de ocio, cuidados, cultura y conocimiento.

Ni siquiera me estoy refiriendo a la posibilidad de servirnos de la ayuda de los robots para repartir todo el empleo que hoy día hay y así evitar elevadas tasas de paro (que es, por cierto, lo que ocurre de alguna forma en los países más robotizados), sino a la necesidad que tenemos como sociedad de realizar actividades cruciales para nuestro bienestar social y ecológico que hoy día no se llevan a cabo. Necesitamos que se incrementen y mejoren los cuidados a niños, a ancianos, a adultos dependientes, a enfermos, los servicios educativos y los psicológicos, los cuidados a la fauna y a la flora y al medioambiente en general, e incluso los servicios culturales, de ocio y entretenimiento. Todo ello nos permitiría mejorar nuestra calidad de vida y la de nuestro planeta, y son precisamente actividades que por su naturaleza no son susceptibles de ser realizadas por máquinas o robots. Por lo tanto aprovechemos que la mecanización y robotización nos liberan de los trabajos más pesados para dedicar nuestro tiempo y esfuerzo a hacer los trabajos más bonitos, más creativos y más necesarios para nuestro bienestar social, ecológico y cultural.


[1] IFR (2011): “Positive impact of industrial robots in employment”, Metra Martech, Londres.

 

Fuente: http://eduardogarzon.net/los-paises-que-mas-robots-tienen-disfrutan-de-menos-paro/

 


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