Mikail Álvarez Ruiz •  Opinión •  27/02/2021

Torre del Oro: 800 años y una historia pendiente

Torre del Oro: 800 años y una historia pendiente

El pasado 24 de febrero, sin más pena que gloria, se ha conmemorado el 800 aniversario de la Torre del Oro, uno de los edificios emblemáticos de la capital de Andalucía, Sevilla, declarado monumento histórico-artístico en 1931.

Terminada de construir en 1221, la Torre del Oro formaba parte del sistema defensivo y el conjunto amurallado de la Sevilla musulmana, destacando la importancia de esta torre por estar emplazada en un lugar estratégico que permitía la defensa de la ciudad, de su puerto, de las atarazanas, así como del puente de barcas que comunicaba Sevilla con el arrabal de At-Troyana (Triana).

Sin embargo poco tiempo pudo realizar su misión la Torre del Oro y antes de cumplir los 30, en noviembre de 1248, la ciudad era conquistada por las tropas del cristiano reino de Castilla, destacando para ello la intervención de una flota de 21 navíos, que remontando el río Guadalquivir pudo finalmente llegar al corazón de Sevilla. Después llegó la limpieza étnica de la ciudad con la deportación sus habitantes autóctonos y el repoblamiento con emigraciones castellanas, y el reparto de las tierras conquistadas entre diversas órdenes militares y nobles castellanos, pero eso ya es otra historia.

El primer uso que se le dio a la Torre del Oro tras la conquista de Sevilla por los castellanos, como no, fue el de capilla. Después le siguieron otros como el de prisión para nobles, almacén de pólvora, oficinas de la Capitanía del Puerto, Comandancia Naval y desde 1944 su interior alberga un diminuto museo naval.

A pesar de que la titularidad de la Torre del Oro pertenece al Ayuntamiento de Sevilla desde el año 1881 cuando la Corona se la cedió a la ciudad, lo cierto es que desde 1936, en plena Guerra Civil y estando Sevilla gobernada por las tropas del golpista General Franco, éste Ayuntamiento traspasó el usufructo de la torre a la Armada Española, continuando así hasta nuestros días.

Las Fuerzas Armadas españolas, a pesar de lo que dispongan las legislaciones varias, son un ejército confesional, católico, y nunca ha dejado de ser a pesar de los tintes de “modernidad” que se les quiso dar a partir de su inclusión en la OTAN, uno de los históricos tres poderes fácticos de España, junto a la Corona y la Iglesia. Estas tres patas de las que surgió España como estado tras la conquista del último territorio islámico de la Península, el Reino de Granada en 1492, y que a lo largo de estos años han velado por la pureza Nacional-Católica de ese estado, sabiendo para ello mimetizarse cuando ha sido necesario en los distintos devenires históricos por los que ha atravesado esta tierra.

La Torre del Oro, junto a su hermana mayor, la Giralda, el alminar de la mezquita aljama de Sevilla, es uno de los pocos testigos de la Sevilla musulmana que a lo largo de estos siglos tras la conquista no ha sido víctima de la picota. Pero si hay algo que esa España Nacional-Católica no tolera es precisamente eso, testigos vivos del pasado islámico de lo que hoy es España. Así, lo que no ha sido demolido o transformado, deber perder su memoria y debe servir para recordar “quién manda”, quién venció, como la Mezquita de Córdoba que se empeñan en llamar Catedral, o la Torre del Oro de Sevilla, un monumento turístico en manos de la Fuerzas Armadas utilizado para realzar a los conquistadores de la ciudad tanto en el contenido de su mini museo, como al engalanarse cada año en determinadas fechas con pendones castellanos de arriba a abajo.

No deja de ser curioso que cuando tras la reforma en la estructura militar de la Fuerzas Armadas españolas que conllevó el reagrupamiento de las unidades, alejando los acuartelamientos de las zonas urbanas, muchos de esos cuarteles y edificios militares abandonados, algunos de los cuales con indudable interés histórico/arquitectónico, fueron transferidos a otras administraciones públicas o directamente entregados a la especulación urbanística, la Armada española no pensó en retornar la Torre del Oro al Ayuntamiento de Sevilla, a pesar de que este edificio no tenga hoy en día el menor interés militar.

Más curioso aún es, que en estos tiempos de memorias históricas de pez y revisionismos desbocados, ninguna fuerza política en el Ayuntamiento de Sevilla, gobernante o no, desde las más fieles al Nacional-Catolicismo tradicional pero sobre todo a las más fervientes defensoras en ese memorialismo tardío (su momento no es la segunda década del siglo XXI, sino que en todo caso de ser tendría que haber sido en los años 80 del siglo pasado, cuando aún quedaban con vida víctimas a las que resarcir aunque sólo fuera testimonialmente, y culpables a los que condenar aunque sólo fuera testimonialmente), ninguna fuerza política del Ayuntamiento de Sevilla ha reclamado el retorno a la ciudad de este edificio entregado a la Armada por sus antecesores franquistas, ni siquiera en una fecha tan emblemática como podría haber sido este 800 aniversario.

Y es que, por encima de todo y en el fondo, hay algo que une a todas las fuerzas políticas, de hoy como de ayer, de esta España que algunos llaman Estado, otros Reino y a algunos les gustaría llamar República, el tabú al pasado islámico de la Sevilla musulmana, la Andalucía Musulmana, la Iberia musulmana.


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