Tensa jornada de reflexión ante las elecciones más polarizadas de las últimas décadas
La campaña electoral ha concluido y la suerte está echada. Mañana 37 millones de personas están llamadas a definir cuál será el futuro político del país en las que probablemente sean las elecciones más polarizadas del periodo constitucional en España.
El espectro parlamentario español, tendente a un bipartidismo imperfecto hasta el año 2015 parece asentarse en la atomización con una mayor disgregación del voto de la derecha que tradicionalmente había concentrado el Partido Popular. La irrupción de la extrema derecha en el Congreso por primera vez desde 1979 de la mano de Vox, aupados por una desmedida atención mediática, ha basculado por completo el discurso liquidando el discurso pretendidamente centrista de la que hacía gala hasta hace no tantos años la fuerza política hegemónica entre los conservadores.
Paradójicamente, ha resultado una campaña electoral floja. La práctica ausencia de propuestas en las fuerzas de derecha y discursos de apelación directa a las emociones, en muchas ocasiones las más bajas, han llegado a inquietar a los analistas internacionales, que llegan a dudar de las capacidades de los candidatos a la presidencia para afrontar los enormes retos que se plantean para el futuro del país. Escasísimas alusiones al enquistamiento del desempleo, aún entre los mayores de toda Europa, el elevadísimo nivel de deuda heredado del gobierno del Partido Popular o la palpable crisis medioambiental ponen de relieve el bajísimo nivel del discurso político del que han hecho gala.
La estrategia del PSOE, ha parecido orientada en todo momento a mostrar un perfil bajo, confiando en el respaldo de los votantes a las medidas iniciadas durante la breve presidencia de Pedro Sánchez. A pesar de las oscuras perspectivas de futuro que presentaban los socialistas tras el malogrado final de la presidencia de Zapatero, Ferraz confía en recuperar la posición de mayor fuerza política del país este domingo.
Entre tanto, Ciudadanos, Vox y Partido Popular han protagonizado una delirante carrera para ver que fuerza presentaba un discurso más incendiario y ultramontano, situando en todo momento cuestiones en el centro del debate que distan mucho las problemáticas reales del país e incluso de las principales preocupaciones de la sociedad según reflejan las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas. Una deliberada estrategia para ocultar en la medida de lo posible un proyecto económico compartido, que busca ahondar en la privatización y supresión de servicios públicos, y una política fiscal destinada a aumentar aún más las diferencias sociales, disparadas desde las políticas de austeridad implantadas en la crisis económica.
Entre todo el ruido, Unidas Podemos parece haber recuperado algo de terreno durante la campaña, a sabiendas del difícil panorama que afronta la confluencia, lejos de las esperanzas de asalto a las instituciones que presentaba hace apenas tres años. Sus apelaciones a un programa social y reformas económicas que reencaucen el país parece ha encontrado poca atención en el espectro mediático, aunque su líder, Pablo Iglesias, ha logrado recuperar cierta imagen positiva distanciándose del vacío de contenido de sus rivales, logrando alzarse con la victoria incluso de uno de los dos debates electorales.
El nivel de movilización del voto de la izquierda parece presentarse como el factor que determinará los resultados de mañana, unas elecciones clave que condicionarán por completo la política española durante los próximos años.