Alejandro Floría Cortés •  Opinión •  27/07/2016

Podemos GO

Leo en un hilo de Facebook los comentarios de algunos podemitas locales, jóvenes aunque sobradamente preparados, mostrando su encantamiento con la cosa del Pokemon GO y refiriéndose a lo satisfactorio de sus experiencias personales: que si realidad aumentada, que mira qué buen rollito la gente por la calle, que, fíjate tú, dónde apareció el legendario pokemon Errejoneon,…

En los comentarios no faltan, como suele ser habitual en la militancia virtual, observaciones absolutistas, esta vez acerca de los «intelectuales de izquierda» que, con mayor o menor acierto, cuestionan el invento, y el circo, y a los que elevan al grado de “odiadores” o «haters».

Llegados a este punto me veo en la necesidad y en la obligación de dar dos pasos atrás y tratar de ver el asunto con perspectiva, matizando, por adelantado, que no creo que todos los simpatizantes de Podemos sean Maestros Pokemon, ni viceversa.

Los participantes del referido hilo, la mayoría de los cuales ya no cumple los treinta años, se sintieron muy atraídos, en su momento, por el argumentario meritocrático de Podemos acerca de lo mucho que merecía la enésima generación más preparada de la historia de España, en oposición al cachondeo de la red clientelar que había propiciado «la casta».

No obstante, la hegemonía imperante (neoliberalismo, individuo como empresario de sí mismo,…) provocó fácilmente la circularidad del argumento asumiendo que ya existía una meritocracia (¡aunque los méritos fueran bien distintos!): «si fracasas es porque no tienes mérito», «el fracaso sólo se debe a las limitaciones personales». La herencia de clase reconvertida en una simple cuestión de carácter, competencia y resolución moral.

Durante el mes de Julio, por otra parte, ha venido proliferando en las redes otra réplica, esta vez contra-hegemónica, al pobre e incompleto argumento morado: la generación más preparada de la historia de España fue la que en el 36 se levantó y se organizó contra el golpe de estado fascista [1], nada que ver con tener un diploma en la pared,… y un ego enorme.

Es difícil conciliar pedagogía y transversalidad hoy y para que tal cosa fuera posible, quizás habría que repensar ambos conceptos (más Freire [2] y menos Laclau, para empezar), pero una cosa es clara: no se puede confundir «preparación» con lo que, en el mejor de los casos, tan sólo es una «especialización», y la confusión, premeditada o no, de la parte por el todo, no lleva a otro lado que al engreimiento intelectual y al alejamiento, primero, y a la fragmentación, después, de lo colectivo y sus luchas.

Alguien debería asumir responsabilidades, y dimisiones, en Podemos por haber servido de abono con su discurso (pónganse el sombrero de Foucault [3]: “la doctrina efectúa una doble sumisión: la de los sujetos que hablan a los discursos, y la de los discursos al grupo, cuando menos virtual, de los individuos que hablan”) a un importante problema identitario en lo social, en lo económico y en lo cultural para un amplio sector de la población. Un problema que precisamente han agravado quienes lo conocían y denunciaban. ¿Se trataba de marketing electoral?. Poco importa ahora.

En esta tesitura, se refuerza no sólo la necesidad de tener razón, sino que, a falta de referencias y de «preparación real», se incurre en la misma dinámica absurda del discurso de la derecha que siempre se refirió al odio y al resentimiento de la izquierda, ahora abusando de un anglicismo («hater»), tan innecesario como estúpido, o produciendo antónimos indiscriminadamente (le pueden tachar de«tecnofóbico»), o emitiendo predicciones sociológicas a 50 años vista, asegurando que el futuro está más cerca de quienes juegan a Pokemon GO (aunque hablen de realidad aumentada donde sólo hayvirtualidad exagerada) que de quienes lo cuestionan .

Igual resulta que tras ese hilo de Facebook hay una profunda y cultivada conciencia inspirada en el «derecho a la ciudad» de Henri Lefebvre, el «ballet de las aceras» de Jane Jacobs, la «macdonalización» de George Ritzer o aquella «disneyzación» de Alan Bryman, que sustituye la banalidad de lo cotidiano por experiencias espectaculares… pero me da que no. Lo que sí parece cierto es que, como sostenía el sociólogo Georg Simmel refiriéndose a la mentalidad urbana,“a los extraños no se les percibe realmente como individuos, sino como extraños de un tipo particular”. Y lo cierto es que, cada vez, somos más extraños, por obra y (des)gracia de la mala Educación.

 

[1] “Yo estaba integrando, más o menos por azar, la única comunidad de Europa occidental donde la conciencia revolucionaria y el rechazo del capitalismo eran más normales que su contrario. En Aragón se estaba entre decenas de miles de personas de origen proletario en su mayoría, todas ellas vivían y se trataban en términos de igualdad. En teoría, era una igualdad perfecta, y en la práctica no estaba muy lejos de serlo. En algunos aspectos, se experimentaba un pregusto de socialismo, por lo cual entiendo que la actitud mental prevaleciente fuera de índole socialista. Muchas de las motivaciones corrientes en la vida civilizada —ostentación, afán de lucro, temor a los patrones, etcétera— simplemente habían dejado de existir. La división de clases desapareció hasta un punto que resulta casi inconcebible en la atmósfera mercantil de Inglaterra; allí sólo estábamos los campesinos y nosotros, y nadie era amo de nadie.”

Homenaje a Cataluña” – George Orwell

 

[2] «El convencimiento de los oprimidos sobre el deber de luchar por su liberación no es una donación hecha por el liderazgo revolucionario sino resultado de su concienciación. Es necesario que el liderazgo revolucionario descubra esta obviedad: que su convencimiento sobre la necesidad de luchar, que constituye una dimensión indispensable del saber revolucionario, en caso de ser auténtico no le fue donado por nadie. Alcanza este conocimiento, que no es algo estático o susceptible de ser transformado en contenidos que depositar en los otros, por un acto total, de reflexión y de acción.»

Pedagogía del oprimido” – Paulo Freire

 

[3] “Las relaciones de poder múltiples atraviesan, caracterizan, constituyen el cuerpo social; y estas […] no pueden disociarse, ni establecerse, ni funcionar sin una producción, una acumulación, una circulación, un funcionamiento del discurso”.

La microfísica del poder” – Michel Foucault


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