Frente Antiimperalista Internacionalista •  Opinión •  27/07/2021

Cuba: Imperialismo y Revolución. Naciones Unidas, bloqueo, pandemia y Comando Sur

El pasado domingo 11 de julio produjo un hecho inédito en la historia de la revolución cubana, grupos de personas en diferentes puntos del país salieron a la calle a manifestarse en contra del gobierno y de la revolución. El único antecedente fue en 1994, en el momento más duro del periodo especial, tras el hundimiento del bloque socialista y en una situación de penuria terrible. Aun así, en esa ocasión fue un hecho puntual que se circunscribió al malecón habanero y que duro apenas unas horas.

Lo que ha sucedido ahora merece ser evaluado con rigor. En este texto trataremos de contestar a cuatro cuestiones: Cuál es el contexto en que se ha producido, qué ha pasado, porqué ha pasado y qué hacer.

El contexto geopolítico

Hace algunos años se constató el declinar de la hegemonía estadounidense, es decir, la pérdida de su capacidad para dirigir el mundo, para decidir unilateralmente el destino del planeta. En ese momento, ya se planteó que a corto plazo América Latina sería un objetivo central para EEUU. Un espacio que siempre consideró suyo: su “patio trasero” sobre el que no toleraría la presencia de otras potencias (la “doctrina Monroe”). América Latina contiene recursos naturales para abastecer las necesidades del modo de vida estadounidense: agua, hidrocarburos, minerales estratégicos, tierras fértiles, población suficiente para producir y consumir, etc. y además, está al alcance de la mano.

Para que todo eso esté a su disposición necesita dominar totalmente ese espacio y que nadie interfiera en ese dominio, necesita recolonizarlo acabando con los focos de resistencia que defienden su soberanía e independencia. Necesita impedir que otras potencias establezcan lazos con ese territorio y alienten el multilateralismo, fomentando vías de cooperación que no responden a los intereses de los EEUU sino todo lo contrario.

Todo indica que América Latina está en un ciclo en el que los gobiernos claramente pro-imperialistas están en declive tras largos periodos neoliberales. Además, nuevos gobiernos soberanistas acceden al poder como en los casos de Perú, Bolivia y México. También nos encontramos con Chile y Colombia, en donde se están produciendo grandes movilizaciones sociales, y un probable triunfo de Lula en Brasil. Existen situaciones menos definidas como la de Argentina, que en cualquier caso no es del agrado de EEUU.

A todo lo anterior hay que añadir el trío de países irreductibles, Cuba, Venezuela y Nicaragua, que constituyen el principal escollo para la recolonización de América Latina a manos de los EEUU. Los tres países defienden inequívocamente su soberanía, asumen profundas transformaciones sociales y, singularmente, sus fuerzas armadas, por su origen, composición y papel social, son muy poco o nada vulnerables a las manipulaciones del imperio. Al menos, así lo considera el almirante Craig S. Faller, jefe del Comando Sur de Los Estados Unidos, que, en su comparecencia ante el senado el pasado 13 de marzo, dijo que países como Cuba, Venezuela y Nicaragua perpetúan la corrupción, desafían la libertad y la democracia y son una amenaza directa para el territorio estadounidense. Faller reconoció que estos países constituían un desafío al que, decía: “No podemos enfrentarnos por nuestra cuenta”. Y añadía: “La única forma de contrarrestar estas amenazas es fortalecer a nuestros socios en la región”, en referencia a Colombia y Brasil. Una vez más, se trata de desatar una guerra en la región. Una guerra que impida cualquier alianza antiimperialista y en la que, además, los muertos los pongan otros. Los antecedentes de Yugoeslavia y Oriente Próximo permiten considerar que no se trata de mera propaganda, sino del anuncio de una estrategia de intervención que cuenta con numerosos antecedentes.

En plena pandemia, los ataques se han intensificado. En Nicaragua, por ser un año de elecciones, siempre propicio para desplegar la guerra híbrida. En Venezuela, para preparar nuevos escenarios utilizando a Colombia para iniciar la guerra que pretende Faller. Y en Cuba, para aumentar las sanciones y alentar una intervención desde el exterior.

A lo largo de toda su historia revolucionaria, Cuba no ha dejado de ser agredida de todas las formas posibles: Desembarco de miles de mercenarios en playa Girón, bombardeo del aeropuerto José Martí, bandas armadas en el Escambray, derribo de un avión de Cubana de Aviación, actos terroristas, bombas en hoteles, ametrallamientos en la costa, guerra biológica, y de forma permanente, una guerra económica que dura más de 60 años, que los cubanos llaman bloqueo por su contenido y el imperio, embargo para ocultar su naturaleza. El 6 de abril de 1960, en el memorando del Departamento de Estado de Estados Unidos se recogía: Implementar “todas las medidas posibles para debilitar la vida económica, negándole a Cuba dinero y suministros”. Como siempre, en paralelo a sus campañas de propaganda, en las que el imperio se autodefine como defensor de la libertad, la democracia y los derechos humanos, aparecen los informes oficiales, en los que se declaran abiertamente sus verdaderos objetivos.

Este bloqueo es el cerco económico comercial y financiero de cualquier actividad del país. Para que sea efectivo, se ha desarrollado durante más de sesenta años un complejo entramado de medidas que tratan, por un lado, de asegurar que productos estratégicos para el desarrollo y la supervivencia del país no lleguen a Cuba; por otro, se trata de evitar que existan resquicios por donde pueda ser sorteado. Para hacerse una idea de su magnitud, hay que señalar que a las medidas ya existentes, se han añadido otras 242 nuevas que han sido implementadas durante el mandato de Trump (ninguna de ellas ha sido derogada por Biden). Para entender su alcance, se calcula que el bloqueo supuso, entre abril de 2019 y diciembre de 2020, la pérdida de 9.157 millones de dólares y en el cómputo total de las 6 décadas, una pérdida a la nación cubana de 147.853 millones de dólares.

Durante la pandemia, no solo no han cesado las agresiones a Cuba, sino que han llegado directamente al crimen. Las compañías IMT Medical AG y Acutronic Medical System AG mantenían relaciones comerciales con Cuba para el suministro de equipos médicos hasta que fueron compradas por la compañía estadounidense Vyaire Medical Inc. El resultado fue que se suspendió la entrega a Cuba de ventiladores para la respiración asistida a los enfermos críticos del COVID 19. ¿Acaso esto no es un acto criminal en sentido estricto?

Esta denuncia podría ser solo una opinión más si no fuera porque está respaldada por el 95,33% del total de países que conforman Naciones Unidas. El 23 de junio de 2021, la Asamblea General de Naciones Unidas, debatió y voto una resolución presentada por Cuba con el título “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”. La Resolución fue aprobada por 184 votos a favor, 2 en contra y 3 abstenciones, 4 países no votaron.

El resultado no ofrece la más mínima duda; más aun si se tiene en cuenta que viene siendo prácticamente el mismo desde 1992. Es decir, no es fruto de una circunstancia sino de un profundo convencimiento de la inmensa mayoría del planeta, incluidos la mayor parte de los aliados de EEUU.

Si esto de por si es relevante, lo es mucho más si prestamos atención a lo que se ha aprobado. En efecto, que EEUU salga derrotado estrepitosamente en NNUU es un acontecimiento singular; que lo haga frente a un enemigo al que califica de dictadura que vulnera derechos humanos, lo es más; pero lo es aún más, por lo que se ha aprobado en la resolución A/75/L.97: “El respeto estricto a la carta de NNUU”, “la igualdad soberana de los estados, la no injerencia, la no intervención”. Con respecto a EEUU, la resolución cita que “se continúan promulgando y aplicando leyes como la Helms-Burton que tienen efectos extraterritoriales, afectan a la soberanía y a la libertad de comercio y navegación”. Añade una petición a los estados para “que tomen las medidas necesarias para derogarlas o dejarlas sin efecto”. Si Naciones Unidas fuera efectivamente un organismo democrático, solo por lo anterior, EEUU tendría que ser considerado un país canalla al margen de la comunidad internacional.

En estas circunstancias, resultan patéticos los alegatos presentados por el representante de EEUU en la asamblea general, Rodney Hunt, insistiendo en las buenas intenciones del bloqueo: “Las sanciones buscan promover la democracia, promover el respeto a los derechos humanos”.

Que ha pasado en Cuba

Dieciocho días después de esta votación en NNUU, el 11 de julio, se inicia una serie de movilizaciones en 12 puntos del país (en la capital, algunas ciudades importantes y lugares más pequeños); la asistencia fue muy desigual, desde cuatrocientas a menos de un centenar. Se lanzaron consignas contra el gobierno y contra la Revolución con una fuerte carga ideológica, llegándose a pedir la intervención de EEUU. Los motivos: el desabastecimiento de productos de primera necesidad, incluidas medicinas y los cortes de electricidad. En ambos casos, problemas a los que no hay que quitar importancia. Hay que añadir que, en la mayoría de los casos, los convocados actuaron con violencia, en algunos momentos extrema, armados con machetes, asaltaron y saquearon comercios, asaltaron hospitales, volcaron coches y realizaron intentos de asalto a puestos de policía. Pese a todo, no hubo cargas policiales y excepto algún caso puntual, la policía actuó con prudencia. Sí hay que resaltar, que en un asalto a una estación de policía, se produjo la única víctima mortal de estos sucesos.

Desde el mismo momento del inicio de las manifestaciones, las redes sociales retrasmitieron los sucesos con un despliegue inusitado, repitiendo constantemente los mismos mensajes y consignas, portando los mismos símbolos patentados por fundaciones radicadas en Miami y financiadas por los EEUU; todo indica que no se trató de actos espontáneos sino inducidos y organizados dentro y fuera del país. En poco tiempo, aparecieron videos con tratamiento de imágenes y montaje de audios superpuestos, mezclando las tomas de estas acciones con imágenes de otros lugares del mundo e incluso con imágenes de grandes movilizaciones revolucionarias en la misma Cuba.

Una autentica orgía de fake news recorrió el mundo construyendo una imagen de caos y desesperación de enormes proporciones. Los informativos del imperio y sus aliados se sumaron a la fiesta y de inmediato lo hicieron los medios convencionales. El engaño fue tan superlativo que pasada la euforia, los desmentidos son la verdadera noticia, aunque la campaña continúa hoy día.

Hay que señalar que el despliegue de la instrumentación de los medios fue extraordinario, los robots multiplicaban incesantemente los mensajes, proyectando la imagen de un seguimiento y apoyo masivo universal. España fue el centro operativo de esta maniobra. Dentro de esta vorágine, no faltaron los mensajes que pedían el asesinato de personas destacadas por su identificación con la Revolución o que ofrecían una tarifa de pagos por imágenes de lesionados por la policía, no importaba si eran lesiones fingidas, autolesiones o lesiones causadas a terceros, por supuesto, la imagen mejor pagada era la de un “niño herido por la policía”.

Las redes han mostrado su potencial como instrumento de intervención, articuladas en un enorme complejo en donde actúan corporaciones, agencias estatales y privadas, en las que se integran figuras individuales y tienen un alcance ilimitado. Si añadimos que lo que se publica no tiene ningún mecanismo de verificación, estamos en condiciones de afirmar que la realidad virtual construida, por más absurda y disparatada que objetivamente sea, es la realidad para la mayoría de los receptores de estos mensajes. Es así como la mentira y la manipulación pasan a ser el cuerpo del mensaje dominante y la libertad de expresión pasa a ser la libertad para engañar, para confundir y para alienar.

Nada de esto se puede comprender si no entendemos que estamos hablando de una guerra, de la guerra asociada al imperialismo, a la que hemos denominado guerra mundo, y en esta guerra, el arte del engaño es el que conduce al éxito. Han de engañar y confundir al enemigo, han de alentar la agresividad de los suyos, han de minimizar y negar los éxitos de quienes consideran sus enemigos, han de engrandecer sus acciones, sus supuestos enemigos son criminales, pero ellos se muestran generosos y actúan en defensa de los más altos valores de la humanidad.

Poco importa que su único apoyo en la votación contra el bloqueo del 23 de junio fuera el ente sionista de Israel, racista, supremacista, que practica el apartheid, condenado innumerables veces en NNUU; ni que las únicas abstenciones fueran las de Colombia, un narco estado que cuenta sus víctimas por miles; la de Ucrania, un régimen neonazi que tomó el poder en un golpe de estado; y Brasil, un régimen ultra neoliberal surgido de un golpe judicial que ha dejado a su población indefensa frente a la Covid.

Cuando las autoridades cubanas cerraron la vía toxica de internet, en un informativo de Radiotelevisión Española un manifestante declaraba: “Nos han quitado internet y nos han desarmado”. Efectivamente, en esta guerra, sin dirección ni consignas ni propaganda del imperio, sus vasallos no pueden hacer nada.

Por qué ha pasado

Ya hemos comentado las difíciles condiciones de la isla, el desabastecimiento, las dificultades en la atención sanitaria y los cortes en el suministro eléctrico; todos ellos, factores objetivos de las condiciones de vida, pero hay que prestar atención a otros dos condicionantes. Por un lado, a la existencia de sectores de población con rasgos de marginalidad que la Revolución, pese a sus esfuerzos, no logra integrar en el proyecto revolucionario; son sectores a los que no ha llegado la Revolución. Esta población ha aumentado y se ha agudizado su situación con el crecimiento de la desigualdad en el nuevo modelo económico. Por otro lado, la necesidad y la urgencia del imperio por doblegar a América Latina y sobre todo, a los países que lideran las luchas por la soberanía y la independencia, sin ninguna duda, Cuba es una pieza esencial de ese liderazgo.

El “patio trasero” está revuelto: China avanza en su plan de inversiones; hace pocos días una compañía china ganaba un concurso para el suministro eléctrico en Brasil y Rusia es el referente del equipamiento militar por su relación con Venezuela. Todo ello, reflejado en las recientes declaraciones de estos dos países que, refiriéndose a los sucesos en Cuba, anunciaron que no permitirían intervenciones externas en la isla.

Además, los resultados de la votación en NNUU contra el bloqueo, demandaban del imperialismo la vuelta a la carga, criminalizando a la Revolución y haciéndola responsable de todos los problemas de la población. Sus agentes en las redes repitieron hasta el infinito que el bloqueo no existe y que las medidas que se toman solo afectan a los dirigentes del país.

Cuál es la posición del FAI

En primer lugar, compartimos y apoyamos la respuesta que ha dado el Gobierno Revolucionario: Es la población y el partido quienes tienen que asumir un papel protagónico y evitar, en la medida de lo posible, una confrontación directa con las fuerzas de seguridad. Por eso son muy pocas las escenas de violencia policial y sí abundan las de la población protegiendo a la policía. Del mismo modo, compartimos el criterio anunciado de una verificación selectiva de los delitos cometidos y una aplicación contundente de la ley para quienes hayan puesto en riesgo la vida de las personas y hayan atentado contra bienes públicos. También compartimos el criterio de mantener la calma, renunciar a las respuestas improvisadas a las provocaciones y enfrentar de forma urgente los problemas detectados.

Pero hemos de buscar también nuestro papel en este momento. Se trata, por un lado, de desenmascarar la maniobra de EEUU, de denunciar una vez más la utilización de los supuestos fines altruistas de los derechos humanos como vía de intervención, la destrucción de gobiernos, estados y organización social bajo la “responsabilidad de proteger”. Es necesario exigir a EEUU que proteja a su población de la pandemia que, en ese país, ha costado más de 600 mil muertos (más víctimas que en la Segunda Guerra Mundial). Que acaben con el supremacismo blanco y defiendan los derechos de los afrodescendientes y de los latinos, que demuestren en su propio territorio que defienden los derechos humanos antes de reclamarlos en ningún lugar del mundo. En definitiva, hemos de luchar por impedir que la agonía hegemónica de EEUU sea un nuevo azote para la humanidad.

Por otro lado, hemos de intensificar la unidad de las resistencias a todas las escalas, sentir que cada agresión imperialista es una agresión a cada uno de nosotros. En un mundo cada vez más confuso, caminar con paso firme hacia el internacionalismo como expresión política de la solidaridad.

Ahora, con más fuerza que nunca, conocer y comprender la Revolución Cubana, defenderla, respetarla y no juzgarla.

26 de julio de 2021


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