Juanlu González •  Opinión •  27/10/2023

Israel y el derecho a la legítima defensa

Quienes pronuncian esta consigna, «Israel tiene derecho a la legítima defensa» convertida ya en un absurdo mantra entre los políticos del Occidente colectivo, se delatan a sí mismos como cómplices del genocidio que el estado sionista está cometiendo en la Franja de Gaza. Por mucho que la repitan a diario nuestros devaluados líderes, en plan estrategia propagandística de Goebbels, su simple uso es una muestra de debilidad, pues señala a las claras uno de los puntos más frágiles del argumentario victimista de eso que llaman «Israel». De hecho, unir en una misma frase Israel, derecho y legitimidad, la convierte en un oxímoron, una pura contradicción en sí misma, un imposible. 

Es justo el mismo esquema propagandístico que se sigue en el conflicto de Estados Unidos contra Rusia en Ucrania, donde junto al término guerra o invasión, el libro de estilo de los políticos occidentales obliga a colocar la coletilla «no provocada», que pretende esconder justamente que el origen de esta fase de la confrontación armada, responde a una clara provocación perfectamente diseñada y planificada desde EEUU. 

Es imposible encontrar un estado actual que sea más ilegítimo que el de Israel. Un país creado por extranjeros llegados desde todo el mundo, que expulsaron a sus habitantes por la fuerza, a través de matanzas, torturas, violaciones y todo tipo de horrores indescriptibles. Que derribaron pueblos enteros hasta los cimientos, para hacer creer al mundo que Palestina era poco más que un erial despoblado. Que usan la Biblia como título de propiedad y el cine de Hollywood como vía de propagación de las falsedades históricas con las que justifican el robo de tierras, el asesinato continuo de inocentes y la apropiación de la cultura, la gastronomía y las tradiciones palestinas para dar forma a un estado y a un pueblo que jamás existió como tal, más allá del nexo de una religión adoptada por personas de distintos pueblos, etnias, países y continentes diferentes.

Pero es aún peor. Un estado creado por una decisión ilegal de Naciones Unidas es, sin duda, el que más resoluciones de Naciones Unidas incumple, tanto del Consejo de Seguridad, como de la Asamblea General. En total son 26 las resoluciones que lleva ignorando el estado sionista sin que tenga que pagar ningún precio por ello. Alguna es tan relevante como la 242, que obliga a Israel a retirarse de TODOS los territorios ocupados en 1967 en la Guerra de los Seis Días, cosa que no sólo no ha sucedido en los últimos 56 años, sino que los territorios palestinos ocupados ilegalmente han aumentado con total impunidad. 

Teniendo en cuenta que sólo por incumplir una, sí una, resolución de la ONU, se han lanzado operaciones militares internacionales de castigo a los infractores, ¿Por qué el estado sionista tiene patente de corso para permanecer al margen de la ley? ¿Acaso las leyes internacionales sólo son para los enemigos de Estados Unidos? ¿Qué clase de justicia es esa? ¿Este es el famoso mundo basado en reglas que occidente quiere proteger a toda costa? 

Vayamos, por último, al concepto de “defensa”, que es otra de las claves de la susodicha frase. La conversión del agresor en víctima es el recurso que están utilizando nuestros políticos para negar a las verdaderas víctimas el legítimo derecho a la defensa. No sé que tipo de degeneración moral puede admitir que un estado ilegal, creado con población extranjera, sobre el asesinato de muchos cientos de miles de sus habitantes originarios, se está «defendiendo» cuando el pueblo que tienen oprimido se rebela contra ellos.

Los datos están ahí, hasta este genocidio en curso, la proporción de muertes entre palestinos e israelíes era de 21 a 1. ¿Quién se defiende y quién ataca? ¿Qué ceguera mental puede llevar a darle la vuelta a la realidad de esta manera? Es evidente que no se trata de limitaciones mentales, sino de pura genuflexión ante los poderosos. 

Cuando Pedro Sánchez, Olaf Scholz, Úrsula von Der Layen, o la mayoría de líderes europeos refuerzan ese relato impuesto desde Estados Unidos, nos demuestran que carecen de principios éticos, políticos o incluso religiosos de ningún tipo. Sólo prueban que son buenos siervos de su amo y cómplices necesarios del genocidio palestino. 

Siento vergüenza de ser europeo, no de esos pueblos de Europa que están en las calles jugándose el tipo por Palestina, a pesar de las leyes fascistas que tratan de impedirlo, pero sí de la casta de líderes que los dirigen, gentes sin altura intelectual o moral para regir los destinos de una vieja y anquilosada Europa. Quieran o no, la están enviando al basurero de la historia, atada a un barco que se hunde, cuyos pilotos no dudarán en sacrificarla a las primeras de cambio para permanecer a flote unos minutos más.

Hay muchos que quieren hacer de la política internacional algo difícil de entender, para mantener alejada a la opinión pública de las relaciones entre países y dejarla en manos de supuestos «profesionales», siempre con intereses espurios poco públicos y poco edificantes. 

Pero conflictos como el palestino son muy fáciles de explicar: Imaginemos que un día llegan extraños fuertemente armados a nuestra casa. Matan a media familia, se quedan a vivir en ella y a los supervivientes los encierran en el garaje apenas sin comida ni agua. Cuando los presos intentan echar a los invasores de su casa… ¿quién es el agresor y quién la víctima? ¿Quién el terrorista y quién el civil? No están difícil de entender, ¿verdad?. Pues eso, apliquémonos el cuento.

El derecho y el deber de la resistencia es acabar con el opresor utilizando todos los medios a su alcance. No es de recibo proponer a los palestinos esperar otros 75 años más para alcanzar su libertad, viviendo en condiciones infrahumanas y sin ninguna garantía de que eso sucederá algún día. Si el pueblo palestino toma las armas para intentar lograr lo que los demás le niegan, están en su pleno derecho de hacerlo, es su obligación y siempre serán las víctimas como pueblo, frente a un estado ilegal, racista, sionazi, terrorista y genocida como es el Estado de Israel. 

Jamás habrá paz sin justicia y sin el respeto a la tierra, la libertad, la soberanía y la independencia del pueblo palestino. Ya deberían haberlo aprendido. Si los líderes occidentales apuestan por la guerra, guerra tendrán. Palestina tendrá la victoria final.


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