Paco Campos •  Opinión •  28/02/2018

Dignidad, justícia y cía

La dignidad es una condición humana porque el ser humano necesita limitar su vida ante las fuerzas naturales (Rorty), las cuales son factores inseparables del resto de los animales y las plantas. Por tanto, la dignidad responde a una necesidad diferenciadora, y puede ser considerada como adscribible al hombre, no como ser individual sino comunitario. Al no ser entendida así se convierte en un factor esencial que va desde la racionalidad a la moralidad.

Es entonces cuando se erige en el ámbito de la justicia como necesaria, pues se la considera como un derecho fundamental dentro de los derechos humanos. Esto es, se pasa desde una concepción teológica (el ser humano hecho a imagen y semejanza) a una concepción jurídica, olvidando el carácter naturalista del hombre animal colectivo y gregario. El porrazo que se avecina es difícilmente evitable -> sólo suponer un hombre sin dignidad es abrir la puerta al delito, y con él, a las penas.

Un juez dijo por radio (Cadena Ser ‘Hoy por hoy’) la semana pasada que ante todo, la dignidad; y que cualquier ataque a ella significa responder irremisiblemente a los dictados de la ley -del imperio de la ley como gusta decir a M. Rajoy. Un insulto, un texto, un dibujo, una representación, un grito, un verso, una imagen, un color, una manifestación, un comentario… cualquier gesto puede ser materia de represión si es que se considera que atenta contra la dignidad.

¿Y qué es la dignidad en este contexto? ¡Amigo mío! Es como hablar de la indagación filosófica: si sale con barba San Antón, y si no, la Purísima Concepción. Cada fiat , cada ‘hágase’, gira en torno a una apreciación no del todo contrastable, pero contando con los resultados tenemos a los que atentan contra la dignidad, en la cárcel o pagando la pasta gansa al Estado democrático y de derecho.

“Dame veneno que quiero morir”, dirían Los Chunguitos.


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