Armando B. Ginés •  Opinión •  28/04/2017

El sabor agridulce de la moción de censura

España es el país más corrupto de la Unión Europea, según diversas variables analizadas por Transparencia Internacional y otras agencias de la misma índole.

Traducido a román paladino los datos quieren significar que en nuestro país los políticos venales roban más y mejor a las arcas públicas, en connivencia con sus cómplices empresarios de turno. Ambos se necesitan.

Es sabido que España asimismo tiene el índice de paro más elevado del espacio europeo y que la desigualdad ha crecido de forma desaforada en los últimos años. Y, en la práctica, aquí, políticamente hablando, ni los votos ni las respuestas ciudadanas en la calle han trasformado de manera cualitativa el orden establecido. Un poco sí en algunos ayuntamientos donde las mareas populares han alcanzado mayorías suficientes para gobernar, no obstante la percepción es de impotencia ante un dique mediático e ideológico muy difícil de romper para conseguir cotas de bienestar equitativas y dignas para la inmensa mayoría.

El hedor ambiental resulta insoportable, sin embargo el bloqueo institucional del PP, el PSOE y Ciudadanos impide cambios sustanciales en la realidad estructural y cotidiana. Tampoco ayuda en exceso la quietud calculada de los principales sindicatos, que mantienen una calma chicha y distante con la precariedad vital instalada en la sociedad desde principios del siglo XXI.

Unidos Podemos pretende ser la voz política de tanto desmán neoliberal que abrasa el suelo social. Su éxito está siendo relativo porque el PSOE sigue en sus trece de mantener el statu quo a toda costa y no moverse ni un ápice de su refundación derechista acaecida en Suresnes. Aunque en términos sociológicos el PSOE es la izquierda por antonomasia, nadie puede llamarse a engaño: su cometido ha sido y es desde los albores de la transición drenar de contenido radical las aspiraciones legítimas de la clase trabajadora, reconduciendo el acicate transformador con discursos soliviantados que encienden a las masas para posteriormente entregarse a las consignas y los intereses de las elites del poder.

La animadversión entre PP y PSOE es puro teatro. Con la erosión que han venido sufriendo desde el comienzo de la crisis económica actual precisaban una muletilla externa que les sirviera de apoyo para frenar la efervescencia que supuso la irrupción de Podemos. Salido directamente de los tejemanejes de las alturas, Ciudadanos se ha convertido en un artificio excelente para llenar los huecos electorales dejados por el PP y el PSOE y lavar, en paralelo, sus imágenes sucias de escándalos y medidas contrarias al sentir mayoritario.

Ciudadanos está cumpliendo a la perfección sus objetivos ocultos programáticos: dar oxígeno al PP y centrar al PSOE ante posibles inquietudes de diálogo serio con Podemos. Con una doble palabra, las huestes de Ciudadanos amagan en público y sonríen en privado. Con esta fórmula hipócrita salvan los muebles del establishment podrido y ciegan los impulsos de izquierda representados por Unidos Podemos.

Podemos ha llegado a la moción de censura por dos razones contradictorias: por imperiosa necesidad y nerviosa impotencia. Algo tiene que hacer para salir a la palestra y no decepcionar a la concurrencia. Por otra parte, la impotencia que les causa el bloqueo del tripartito PP-PSOE-Ciudadanos les obliga a bracear para tomar aire para no caer en la desidia y la inacción total. Por una y otra causa, estaba obligado a mover ficha.

Sucede que será muy complicado que logre amigos y amigas en su propuesta. La movilización social está paralizada por los sindicatos desde hace años. CCOO y UGT han renunciado a su carácter sociopolítico y reivindicativo, percibiéndose sus discursos timoratos como acuerdos implícitos con el poder institucional. Con el paro y la pobreza acumuladas desde el año 2000, su tibio concurso, por activa, por pasiva o a regañadientes, ha jugado a favor del duopolio Génova-Ferraz. Tanta responsabilidad provoca un cierto asombro ideológico, político y social cuando tempestades neoliberales han anegado los salarios y las perspectivas de futuro de la gente trabajadora.

Llama la atención también que en CCOO se esté hurtando una discusión interna legítima que confronte las distintas sensibilidades en su seno ante el porvenir inmediato. Se irá Toxo y, al parecer, el dedazo silente ya ha designado sucesor a Unai Sordo, que en recientes declaraciones utilizaba el término manoseado de útil a la sociedad como meta doctrinal de CCOO. Así a botepronto suena muy similar a los pronunciamientos tradicionales de la socialdemocracia de siempre a la defensiva, la izquierda útil y necesaria de Patxi López y de otros líderes conmilitones del PSOE para esquivar el relato de la izquierda, antes del PCE e IU y ahora de Podemos.

Este verlas venir sindical, táctico o de luces largas, desde hace tiempo apuntala la recuperación peldaño a peldaño del bipartidismo en España. Su extraño escrúpulo de mantener posturas equidistantes y ambiguas ha sumido al movimiento obrero en un reino individualista y desmoralizado. Con mantener el tipo hasta el próximo contrato ya es bastante. Con una buena asesoría jurídica las lágrimas se enjugan mejor.

En esa situación de retales a la deriva, Podemos lo tiene francamente difícil para salir a flote con cierta compostura. De hecho, las escaramuzas internas de gran parte de su materia gris dirigente buscan una salida socialdemócrata de rendición de cuentas ideológicas y aproximación estratégica al PSOE. Nada nuevo en la historia reciente, ¿cuántas nuevas izquierdas se han sometido desde la transición a la dictadura del hermano mayor? ¿Han hecho mejor al PSOE? ¿Han tocado las estructuras del Estado a favor de las inmensas mayorías? ¿Han roto con el franquismo sedicente de la judicatura y la fiscalía enquistado en los espacios clave para atemperar sus acciones punitivas? ¿Han solventado la deuda con los masacrados por el fascismo del régimen de Franco?

Es evidente que Podemos puede ser un canto de sirena de recorrido efímero. Gestionar su incipiente éxito será tarea muy complicada. Ni PSOE ni Ciudadanos están por la labor de acabar con las corruptelas masivas del PP. Incluso el PSOE tiene en Andalucía un agujero negro considerable con dos expresidentes en el banquillo de los acusados. PP y PSOE se necesitan de modo urgente.

Son muchas las raíces de miles de personajes del bipartidismo anclados en prebendas de todo tipo. Ninguno tirará la toalla ni dejará sus sinecuras a iniciativa propia. Unidos Podemos precisa con celeridad una movilización social in crescendo para que el debate de la moción de censura ponga en cueros al régimen del sospechoso Rajoy, la gestora golpista del PSOE y el monaguillo ultra de Rivera. Empresa harto enrevesada donde las haya.

A pesar de lo dicho, objetivamente hay cientos de motivos para desalojar al PP de La Moncloa. Con millones en la calle y la voz de una persona candidata independiente de prestigio, el PSOE y Ciuadanos nadarían en sus propias vergüenzas de aliados cómplices de la corrupción en España.

La moción de censura parece poco ante tanta rapiña del PP y el calor encubridor e indigno que le otorgan PSOE y Ciudadanos; su sabor se torna agridulce en esta España de pandereta posmoderna, pero tal vez pueda ser el principio de algo. Algo es más que nada. Quizá pueda galvanizar la mente abotargada y abrir los ojos de par en par de mucha gente de bien sumida en la modorra existencial del ir tirando con la testuz gacha y la autoestima por los suelos. Quizá sí o quizá…


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