Juanlu González •  Opinión •  28/08/2020

¿Quién diablos es Alexei Navalny?

Durante los últimos días no hemos parado de oír noticias sobre el presunto envenenamiento, a manos de Vladimir Putin, de su más feroz opositor. Todos los medios se han apresurado a publicar reportajes magnificando los muertos achacados por occidente al líder ruso durante su trayectoria política. Ni que decir tiene que ninguno de ellos se ha acordado de los crímenes propios. Ni de los científicos, ni periodistas, ni corresponsales de guerra incómodos que han sido eliminados en Europa o EEUU o han sido encarcelados, porque sabían demasiado de armas de destrucción masiva, de operaciones encubiertas o eran testigos de crímenes inconfesables cometidos por los ejércitos de las OTAN en su sacrosanta misión democratizadora del mundo mundial.

Pero no nos pongamos a su nivel, porque no es el caso. Sin entrar a valorar aún el estado de salud de Navalny ni qué ha podido provocar este reciente episodio de crisis, creo que hay que contestar a una pregunta que ningún medio va a resolver debidamente ¿quién es realmente Alexei Navalny?

Como político, es cierto que no puede presumir de mucho apoyo popular. En las elecciones a la alcaldía de Moscú de 2013 apenas logró superar un 25% de los votos a pesar de la lluvia financiadora que le llegó allende los mares. Y eso que es justo en la capital (también en San Petersburgo) donde cuenta con la mayoría de sus seguidores. Sin embargo, es el favorito absoluto de medios y políticos occidentales. Seguro que si algún día se autoproclamase presidente encargado en cualquier plaza moscovita, de inmediato, muchos de nuestros gobiernos lo «reconocerían» sin rechistar. No son pocos los paralelismos entre ambas creaciones norteamericanas.

El aprendiz de líder ruso terminó sus estudios en Yale (Connecticut, Estados Unidos), ¿curioso verdad?. Allí entró a formar parte del restringido club del «Greenberg World Fellows Program», programa que selecciona anualmente a un pequeño grupo de elegidos de todo el mundo para convertirlos en «líderes globales». ¿A que ya se va entendiendo todo un poco más? Pero el programa no acaba en los 4 meses oficiales de formación, en el grupo hay alrededor de 300 miembros de un centenar de países, que se mantienen en contacto entre sí, con las gentes de la Universidad de Yale y sus patrocinadores, que pretenden situarlos en lo más alto de sus respectivos estados a través de revoluciones de colores. Podría decirse que el programa es una especie de Escuela de las Américas, pero no para militares, sino para civiles golpistas.

Aunque se le conoce por su blog personal, desde el que hacía llamamientos a manifestaciones en Moscú, los grandes medios controlados por el capital financiero, como la revista Forbes, u otros medios rusos dependientes de Estados Unidos, les prestan amigablemente sus páginas para ir labrándole un puesto en el olimpo de los políticos de prestigio, algo parecido a lo que hicieron con la falsa y fallida lideresa cubana Yoani Sánchez, que hasta se permitía publicar enormes tribunas en El País para multiplicar su influencia y presencia… aunque fuera solo dentro de nuestro país. Las loas y alabanzas a este tipo de «disidentes» provenientes de los grandes medios de desinformación masiva europeos y norteamericanos (BBC, Time..) van en esa misma dirección: hacia la construcción desde la nada de un líder para una futurible nueva Rusia plegada a los intereses del imperio. La aparición en rankings de personas con influencia, los premios políticos que reciben de instituciones oficiales o privadas… o los miles de bots que les compran para parecer verdaderos influencers en las redes sociales, todo es parte de la misma estrategia. Puro artificio, burda propaganda, muchas relaciones públicas e ingeniería social.

Pero, por lo que realmente se conoce al cachorro de Washington es por haber fundado la Fundación Anticorrupción en el año 2011, un paraguas que esconde la financiación extranjera de sus actividades desestabilizadoras. También fundó el partido «Alternativa Democrática» (DA!) financiado a las claras por la National Endowment for Democracy (NED), un instrumento del Departamento de Estado, de la CIA y grandes corporaciones norteamericanas, largamente usado para organizar revoluciones de colores y primaveras árabes, amparándose, entre otras cosas, en los supuestos casos de corrupción que su fundación dice investigar y denunciar.

El propio Departamento de Estado lo aireaba sin mucho pudor al hacer una lista de “los movimientos juveniles” que operaban en Rusia:

«DA!: Mariya Gaydar, hija del ex primer ministro Yegor Gaydar, lleva DA! (Alternativa Democrática). Ella es una ardiente promotora de la democracia, pero realista acerca de los obstáculos que enfrenta. Gaydar dijo que DA! se centra en las actividades no partidistas destinadas a elevar la conciencia política. Ella ha recibido financiación de la National Endowment for Democracy, un hecho que no da a conocer por miedo a parecer comprometida por una relación con Estados Unidos».

Muy cerca de las fronteras de la actual Rusia, tenemos el ejemplo de Ucrania, justo donde fue a parar Gaydar por sus servicios prestados al imperio, obteniendo de una vez la nacionalidad y un cargo en el gobierno. Pues bien, allí, la NED, junto con otros organismos y fondos privados, como los provenientes de Soros, financió un golpe de estado para, supuestamente, acercar a Ucrania a la UE que acabó poniendo en el poder a grupos y partidos neonazis peligrosos —con quien incluso el Parlamento Europeo desaconsejaba contactar a nivel político— y destrozando económica y socialmente a un país.

Uno de los fundadores de la NED, Alan Weinstein, reconocía a las claras que:

 «Mucho de lo que nosotros [NED] hacemos, se hacía hace 25 años de forma encubierta, por la CIA». 

Afortunadamente Rusia expulsó de su suelo a la NED en 2015 y la declaró como una ONG «indeseable» por ley, tras haber detectado pagos de más de 5 millones de dólares a asociaciones políticas del país entre 2013 y 2014. Cuando en EEUU hablen de injerencia rusa en las elecciones, podremos reírnos un rato…

Todo esto convierte a Navalny, no en un opositor político, sino en un peligroso agente al servicio de intereses norteamericanos. No es ni un defensor de la libertad, ni un activista contra la corrupción. Es un aliado de los enemigos de Rusia, un mero vendepatrias entronizado por aquellos que quieren una Rusia sumisa, pobre, indefensa, cercada y sin ningún tipo de proyección internacional.

Recordémoslo cuando nos sigan vendiendo motos en los medios del imperio. ¡Ah! y que se recupere pronto… tiene mucho que contar y, quizá, muchas elecciones que perder.


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