El vergonzoso tratado de Munich (1938)
A principios de 1938, las potencias occidentales, fieles a su política de estímulo de la agresión, habían decidido sacrificar a Checoslovaquia. Ahora bien, no querían dársela simplemente a Hitler, sino vendérsela, a cambio de la garantía de que Alemania no emprendería ataques contra ellas. Con este fin, la diplomacia anglo-francesa inició intensos preparativos para esta vergonzosa confabulación. Comoquiera que Francia tenía concertado un tratado con Checoslovaquia, fue el Gobierno inglés quien desplegó la mayor actividad.
El otoño de 1938, las potencias occidentales ajustaron el trato con Hitler. Esto tuvo lugar los días 29 y 30 de septiembre en la Conferencia de Munich, en la que participaron Inglaterra, Francia, Alemania e Italia. No se invitó a Checoslovaquia, aunque allí se decidía su destino. La delegación checoslovaca esperó a conocer la suerte de su país ante las puertas cerradas de la conferencia. De las negociaciones se desplazó también a la Unión Soviética: Su presencia en la conferencia habría imposibilitado las maquinaciones de los «apaciguadores» anglo-franceses con los agresores fascistas.
En Munich, los primeros ministros inglés y francés -Chamberlain y Daladier- aceptaron la entrega de la región de los Sudetes a Alemania. Esto significaba que Checoslovaquia quedaba sin sus líneas defensivas en la frontera con Alemania y completamente indefensa frente a la agresión fascista.
Cuando, al conocer el acuerdo de la conferencia, la delegación checoslovaca intentó poner reparos, el representante inglés dijo con todo cinismo: «Si no aceptan ustedes, tendrán que arreglar completamente solos sus asuntos con Alemania. Quizás los franceses se muestren más amables, pero les aseguro que comparten nuestro punto de vista. Ellos también acabarán por desinteresarse».
Al entregar regiones de Checoslovaquia a Alemania en pago a la obligación de atacar a la Unión Soviética, Inglaterra y Francia procuraban asegurarse contra la agresión fascista alemana. Durante la Conferencia de Munich, Chamberlain propuso a Hitler firmar una declaración conjunta. La declaración anglo-alemana del 30 de septiembre de 1938, fue, en esencia, un pacto de no agresión entre Inglaterra y Alemania. Las partes firmantes expresaban su aspiración a «no volver a guerrear nunca una contra otra» y a resolver por medio de consultas todos los problemas concernientes a ellas. Algo más tarde, el 6 de diciembre de 1938, se firmó una declaración franco-alemana análoga.
En la preparación del acuerdo de Munich desempeñaron un papel importante los EE.UU. Aparentando que no quería intervenir en el trato ilegal a expensas de Checoslovaquia, la diplomacia norteamericana apoyaba entre bastidores la política anglo-francesa. Por ejemplo, el embajador estadounidense en Inglaterra, J. Kennedy, manifestó el 13 de junio de 1938 al embajador alemán, H. Dirksen, que «en los asuntos económicos Alemania debía tener las manos libres en el Este y también en el Sudeste.
Los inspiradores y organizadores de la confabulación de Munich veían en el acuerdo concertado el comienzo de la creación de un nuevo orden político en Europa. Proclamaban hipócritamente que el acuerdo de Munich aseguraría la paz «para toda una generación». Pero, en realidad, Munich fue una tragedia para los pueblos de Europa. Abocó al mundo a los umbrales de una nueva guerra.
Los amenazadores nubarrones de la guerra se aglomeraron rápidamente sobre Europa. El 15 de marzo de 1939, Alemania irrumpió con sus tropas en Praga y liquidó por entero a Checoslovaquia como estado independiente. Una semana después arrebató Klaipeda -importante puerto en el mar Báltico- a Lituania. Al mismo tiempo, Alemania impuso un opresivo convenio económico a Rumanía, poniendo de ese modo su economía al servicio de la máquina de guerra fascista. Las exigencias que presentó a Polonia eran conminatorias. Los hitlerianos planteaban la reunificación de Danzig (Gdansk) con el Reich y reclamaban que el llamado «corredor polaco», que daba a Polonia salida al mar, fuese atravesado por las líneas de comunicación alemanas. Las relaciones germano-polacas empezaron a empeorar de día en día. El 11 de abril, Hitler aprobó el plan «Weiss»: El plan de ataque del ejército alemán a Polonia.
Celosas de los «éxitos» de su asociado para la agresión y viendo su completa impunidad, las tropas italianas invadieron Albania el 7 de abril de 1939. El 22 de mayo, Alemania e Italia concertaron el llamado «Pacto de acero», que era una bandidesca alianza militar, no disimulada siquiera con ninguna cobertura «defensiva» o «anticomunista».