Madrid a bocajarro y a muchas manos: en defensa de los espacios de participación vecinal
Esta semana hablamos de participación vecinal en Madrid. Un puñado de espacios, muchos de ellos aglutinados en torno a la REMA (Red de Espacios de Madrid Autogestionados), con distintas características: okupados, cedidos por el Ayuntamiento de Madrid o directamente alquilados. Pero todos ellos con características comunes: construyen Madrid a muchas manos y se defienden con todo lo que tienen de los ataques a bocajarro que reciben de las administraciones y de la lógica del mercado de alquiler.
Nos acompañan en el estudio Beto, del Centro Social Seco, Paco, de La Villana, Alberto, de EVA (Espacio Vecinal Arganzuela), Blanca, de la Casa de Cultura y Participación Ciudadana de Chamberí, y Javier y Yelena, del EKO y del Huerto de Matilda.
A finales de diciembre de 2020 conocíamos la noticia de que la Junta Municipal de distrito de Arganzuela había decidido no renovar la cesión del Espacio Vecinal Arganzuela (EVA) que llevaba 4 años funcionando en el antiguo mercado de frutas y verduras de Legazpi. A pesar de los intentos de negociación y de la movilización vecinal, no solo en Arganzuela, sino de muchos vecinos de distintos barrios de Madrid, el 8 de febrero de 2021 se hacía efectivo el desalojo del espacio y con ello el cese de la actividad de muchos colectivos que dependían de este espacio para funcionar, como por ejemplo la despensa vecinal que atendía las necesidades más básicas de más de 100 familias de su entorno.
EVA no es ni el primero, ni el único, ni el último espacio de participación vecinal perseguido por el Ayuntamiento de Madrid. La lista del odio de Jose Luis Martínez-Almeida tiene muchos nombres. En enero también fue desalojado el Solar Maravillas que llevaba una década funcionando en la calle Antonio Grilo. La Ingobernable fue desalojada en abril de 2020, aprovechando el confinamiento total, del último inmueble que habían okupado un mes antes junto al Museo del Prado. Anteriormente ya habían caído La Dragona en La Elipa, La Salamandra en Moratalaz, La Gasoli en Guindalera, La Yaya en Argüelles, La Casa de las Asociaciones en Hortaleza y el Espacio Vecinal Montamarta en San Blas.
No acaba aquí la cosa. También está amenazada La Bankarrota de Moratalaz, La Casa del Cura de Malasaña, el Solar de Matilde en Carabanchel está puesto en venta y la Casa de Cultura de Chamberí tiene fecha para el cese de sus actividades.
El ataque del Ayuntamiento del Partido Popular, apoyado por Ciudadanos y VOX en la capital es a bocajarro contra todo lo que huela a participación ciudadana y a construcción de la ciudad desde abajo. La guerra contra los espacios vecinales no tiene nada de disimulo, todo queda muy claro cuando el propio PP alardea en Twitter con declaraciones del tipo «Los chiringuitos de Carmena, @AlmeidaPP_ los convierte en servicios públicos«.
¿Y a qué viene esta inquina? Desde estos espacios de participación se habla de revanchismo contra todo lo que pueda tener que ver con la gestión de Manuela Carmena al frente del consistorio madrileño durante la legislatura anterior. Una revancha que se gesta no solo contra los espacios en el protocolo de cesión de espacios del Ayuntamiento, sino incluso contra los espacios que ya funcionaban anteriormente. El Partido Popular no olvida que el Patio Maravillas y otros centros de participación vecinal fueron claves en la dinamización social y política que llevó a la derrota electoral del Partido Popular en Madrid en 2015 por primera vez en 24 años.
Frente a estos ataques, los espacios autogestionados se han agrupado desde hace un par de años en torno a la Red de Espacios Autogestionados de Madrid (REMA). Un foro en el que se encuentran espacios okupados, espacios cedidos por el Ayuntamiento y algunos que sobreviven a los alquileres. También algunos que ahora mismo no tienen actividad abierta y están latentes tras el desalojo de los inmuebles que okupaban, como La Ingobernable, o el cese de la utilización del local, como EVA. La REMA articula el diálogo entre estos espacios, y es el foro donde se intercambian estrategias y experiencias, en un afán por reivindicar su actividad y resistir. Como dicen en su manifiesto: «[…] no se trata de la supervivencia de un espacio en concreto sino de la defensa de un patrimonio que pertenece a la comunidad y que hoy más que nunca es el necesario contrapeso al retroceso en políticas sociales, de igualdad, ambientales y de participación democrática en nuestra ciudad. Cada espacio en peligro, cada cierre o desalojo no solo supone una pérdida para la comunidad para la que trabaja sino para toda la ciudad«.
Defendamos colectivamente los espacios de participación vecinal y, en consecuencia, el derecho a construir en conjunto una ciudad mejor. Sigamos tejiendo sueños para demostrar que otro mundo es posible.