Ruptura del monopolio mediático
Uno de los conceptos de la globalización que identifica claramente la expansión rapaz del capitalismo, del neoliberalismo y sus múltiples mecanismos de guerras no convencionales, como la que actualmente se le aplica a Venezuela, lo establece Vicente Romano en su obra La Intoxicación Lingüística, el uso perverso de la lengua, cuando caracteriza el fenómeno del lenguaje y la homogeneidad del libre mercado, que no es más que la generalización que sobre la vida humana aplica la lógica del capital, «que lleva implícita la mundialización de la conciencia, la uniformidad del pensamiento» y de la comunicación o la lengua como sistema, haciéndonos concurrentes a todos en ámbitos cultural y políticamente distintos entre sí y hasta estructuralmente antagónicos; haciéndonos creer que, al menos, somos similares entre sí, casi iguales, consensuados entre propios y extraños y por arte de magia, amigos y enemigos, que todos pensamos como lo sentencia la biblia capitalista y si somos disidentes es porque nadie nos comprende o somos gente rara, de otro planeta perdido en el espacio.
Este es un signo más, sin duda, que a mucho nos hace palidecer tanto por su aplastante violencia simbólica (que es ya suficiente desde el punto de vista psíquico y emocional), como por la velocidad de su desplazamiento terrorista contra la conciencia humana y el debilitamiento de los discursos contrahegemónicos, antiimperiales y descolonizadores.
Si Leopoldo López está preso por sus ideas y forma de pensar, como clama la oposición, entonces nosotros, que no cultivamos y rechazamos su estilo letal y turbación fascista, neonazi, seríamos una suerte de forajidos excluyentes, salvajes situados al margen del formato «civilizatorio» que profesan los propagandistas del progreso que crecieron bajo los lemas del Opus Dei o Tradición, Familia y Propiedad.
Si, por mayoría abrumadora y atendiendo al vigoroso liderazgo de Hugo Chávez en la política venezolana desde 1992, los venezolanos escogimos el modelo, Constituyente mediante, de una democracia participativa y protagónica que molió la representatividad casi abstracta de un sistema sin musculatura deliberativa y popular, entonces pasamos a ser objeto de intrincados laboratorios mediáticos para estigmatizarnos como Estado Fallido o sumergirnos en un ciclón de guerra no convencional, mediática y tóxica, resucitando instrumentos normativos para juzgar nuestra autodeterminación, representada en un nuevo discurso político y otra forma de comportamiento sociocultural, tal como subyace en el amenazante y obsceno Decreto Obama, o en la increíble y fantasmagórica personalidad del Secretario General de la OEA, Luis Almagro, quien sí constituye –aunque en forma caricaturesca– una degradación estrepitosa de la institucionalidad clásica de algunos foros internacionales dirigidos desde Washington y sostenida por las corporaciones mediáticas mundiales.
Democracia participativa y unidad
Cualquier intento de unificar o coordinar las fuerzas populares latinoamericanas y las organizaciones de izquierda en torno a un discurso global, centralizador y pugnaz frente a ese estado de cosas, está condenado al fracaso o tendrá una eficacia limitada como lo atestiguaron las diferentes versiones del marxismo tradicional promocionadas desde China o la URSS. De lo que se trata es de armar un discurso y una alternativa política que a la vez amplíe la base de apoyo continental del proceso bolivariano –ahora sin Chávez– y contribuya a lo que ya hemos señalado: al desbloqueo ideológico y político de las fuerzas populares en muchos países del mundo.
Es necesario consolidar una contraargumentación del asentamiento del neoliberalismo en los terrenos económicos y sociales en el mundo, desmitificar, desnudar sus ornamentos, desacralizarlos. El planteamiento de alternativas políticas inmediatas y efectivas a la «gesta» capitalista, a su progresiva decadencia y torcidas e inhumanas gestiones, no ha sido de nuestra parte efectivo y contundente.
Basta decir que el concepto de democracia participativa y la consonancia de las Misiones y los principios que esgrimió Chávez sobre el Estado Comunal, no son datos conocidos en el mundo, ni forman parte de las agendas diplomáticas. Una estrategia de integración continental basada en la promoción de estos aspectos, como los fue en su momento la creación del Fondo Humanitario Internacional en contraposición al FMI o ahora el ALBA o Petrocaribe, no han sido realzados más allá de nuestra fronteras como asuntos medulares del modelo chavista.
Cuando hablo de unidad, me refiero a aportar un discurso que implique una agenda inmediata y una serie de recursos técnicos-políticos, que permita avanzar, en este tiempo, en la recuperación del tiempo y el terreno perdidos: ganar espacios y acceder a recursos e instrumentos.
La hegemonía norteamericana
Después de reducir por la fuerza a la izquierda insurgente, la hegemonía norteamericana y neoconservadora en el Hemisferio se ha basado en una maraña de instituciones políticas y económicas basadas en coerciones no necesariamente violentas. Argentina es un claro ejemplo de una sociedad que después de ser desarmada por una guerra interna, se vio sometida al poder financiero crudo. Los tramos de esa red son la OEA, el BID, el FMI, las ONGs y los medios de comunicación, articulados en un mecanismo destinado a conjurar la emergencia de alternativas políticas. Con el triunfo de Chávez esta red fue desecha en un punto, y ahora retorna al Sur, a Argentina, a Brasil, a Chile.
La pauta para continuar deshaciéndola está no sólo en la coordinación de una contrahegemonía política e ideológica hemisférica, semejante a la neoconservadora, sino en la ruptura del monopolio mediático y financiero.
Son tres los monopolios: el ideológico, el mediático y el financiero, creando un estado de cosas que dé opciones más amplias a eventuales gobiernos aliados y a las fuerzas populares.
Si bien el «cerebro» de esta tarea es la Cancillería, es importante la coordinación con otros ministerios. De otro modo las embajadas nuestras no tendrán avances sustantivos.
Fuente: http://misionverdad.com/columnistas/ruptura-del-monopolio-mediatico