Lucas Gutiérrez Rodríguez •  Opinión •  30/06/2020

Por un ecologismo de clase: análisis y propuestas del Partido Comunista de Madrid

Por un ecologismo de clase: análisis y propuestas del Partido Comunista de Madrid

La pandemia de la covid-19 con sus consecuencias – parón productivo, confinamiento de la población, etc. – ha evidenciado una serie de cuestiones de vital trascendencia: la vulnerabilidad y total interdependencia de la especie humana con respecto al resto de especies y el medio ambiente; la importancia de la clase trabajadora para el mantenimiento de la vida, con sus trabajos – muy precarizados e invisibilizados – en salud, educación, cuidados, alimentación y otros servicios estratégicos, que se han revelado imprescindibles y esenciales. En definitiva, la incompatibilidad de este sistema tanto con las condiciones vitales de nuestra clase trabajadora como con la sostenibilidad del medio ambiente, donde el parón de la economía desde la pandemia ha traído cierta recuperación de la vida en los ecosistemas, pero simultáneamente altas tasas de desempleo y condiciones críticas para las clases populares. ¿Es posible la sostenibilidad ambiental dentro del modelo capitalista? ¿Existe una dicotomía intrínseca entre especie humana/resto de la naturaleza que imposibilita la supervivencia de ambos? ¿Cómo lograr una vida digna para la mayoría trabajadora compatible con el mantenimiento de los ciclos y procesos de los ecosistemas?

Desde el grupo de trabajo ecologista-animalista del PCE en Madrid lo tenemos claro: Sí, sí es posible tener una vida digna para la humanidad dentro de la sostenibilidad de la Tierra, pero no tiene cabida dentro del capitalismo: es necesario llevar a cabo una transformación radical del modelo económico y de las relaciones sociales capitalistas; plantear una alternativa transformadora que ponga la vida, de todos los seres vivos, en el centro.

El sistema capitalista tiene su razón de ser en la explotación y depredación de lo que lo mantiene activo: la fuerza de trabajo humano y los servicios ambientales de la naturaleza; se caracteriza principalmente por la pérdida de control de los productores respecto de los medios de producción obtenidos mediante la transformación de la naturaleza, medios que están bajo control privado de la minoría capitalista. Consecuencias de este sistema social son la acumulación de capital e incesante expansión de la escala de producción, con la consiguiente degradación de los recursos naturales y la explotación de la clase trabajadora; también con distinciones de género y origen, reforzadas por la sociedad patriarcal, capitalista y eurocéntrica, producida a lo largo de siglos de violencia clasista. Bajo el capitalismo, nuestra clase social se encuentra sometida a una cada vez más acusada desigualdad y a una mayor degradación medioambiental que se manifiesta, no solo en la propia esfera productiva, sino también en otros ámbitos tan esenciales para la vida como son la alimentación, la salud y la contaminación del medio. El sistema capitalista, en esencia, se caracteriza por la explotación humana y degradación ambiental.

La mala alimentación, entre otros factores – como el sedentarismo, consecuencia también del modelo de ciudad capitalista – produce una serie de enfermedades, como por ejemplo la obesidad, enfermedad que la OMS ya ha calificado de pandemia, y diabetes. Comidas altamente calóricas, ricas en grasas – que llenan y dan la energía necesaria para estar a la altura del ritmo de vida que se nos exige – y más económicas, pero muy pobres en nutrientes, ponen en riesgo la salud de las personas más desfavorecidas. Además, la ingesta de productos cárnicos de bajo coste debido a una fuerte industria subvencionada por la PAC, está asociada a problemas coronarios y cáncer, entre otras consecuencias, tal y como indican los últimos informes de la OMS. Es inconcebible que sólo un reducido número de personas privilegiadas tengan acceso a los alimentos más saludables.

La desigualdad, lacra social del capitalismo, se ha mostrado con toda su crudeza durante el confinamiento. Con todos los resortes del poder a su favor, las clases privilegiadas se han adaptado mucho mejor a la reclusión que las personas trabajadoras, hacinadas en demasiados casos y haciendo verdaderos malabares para conjugar el trabajo – quien lo haya mantenido – con la salud y cuidados de su familia. Además, las mujeres que han trabajado desde la fórmula del teletrabajo, si bien es cierto que no han sido expuestas al virus de la misma manera que las que no han podido teletrabajar, mujeres migrantes en su mayoría, también lo es que se han visto sometidas a una doble, o triple, carga de trabajo: disponibilidad las 24 horas para la empresa, con la excusa de no tener que trasladarse, y la misma labor de cuidados. Al componente de clase se le une, pues, el sesgo de género y origen.

Durante el estado de alarma se ha hecho evidente la contradicción existente entre el modo de producción capitalista y el mantenimiento de los ecosistemas. Así, mientras los sistemas productivos se han visto paralizados, se ha producido una cierta recuperación de la naturaleza. Se hace necesaria una alternativa que permita compatibilizar la actividad económica que mantenga la vida y la biodiversidad junto con una actividad económica que mejore las condiciones de la clase trabajadora. La continuidad del actual modo de producción – basado en la acumulación de riqueza en manos de unos pocos privilegiados frente al deterioro de las condiciones de vida de la clase trabajadora y la degradación de los ecosistemas – ha de ponerse en entredicho. Además, no dar respuestas efectivas a la falsa dicotomía entre la supervivencia de la especie humana y la de la Tierra puede dar lugar a su aprovechamiento tanto por el capitalismo como por parte de grupos políticos de corte fascista.

La lógica expansiva destructiva del capitalismo, unida a los ya cerca de 8.000 millones de habitantes que vivimos y dependemos de los recursos finitos existentes en la Tierra, justifica con mucha mayor fuerza la necesidad de trabajar y luchar por una revolución social orientada hacia un modo de producción alternativo. En pleno siglo XXI, a los problemas clásicos derivados del capitalismo se le une toda su dimensión antiecológica: una profunda crisis planetaria atravesada por múltiples problemas ecológicos (cambio climático, pérdida de biodiversidad, disrupción de los ciclos de nutrientes, etc.) generados por el modo de producción capitalista.

Desde el grupo de trabajo ecologista-animalista del PCE en Madrid planteamos una propuesta de construcción del socialismo que atienda las necesidades de la clase trabajadora, mayoritaria y generadora de riqueza, frente a la ganancia y acumulación sin límites, y con especial atención a las condiciones específicas de las mujeres y los colectivos migrantes; una alternativa social, alejada de las relaciones de dominación del capital, que permita compatibilizar la actividad económica con la mejora de nuestras condiciones materiales y que, de manera simultánea, asuma los límites y los umbrales ecológicos para el mantenimiento de la biodiversidad y los procesos ecosistémicos en la Tierra. En este sentido, planteamos un modelo socialista que planifique democráticamente y redistribuya los tiempos de trabajo, orientados simultáneamente a la erradicación de la pobreza, el control de la producción por las clases trabajadoras, y la limitación de la escala económica de producción (frente a la expansión de la acumulación capitalista).

En cuanto a medidas concretas, se hace imprescindible blindar la sanidad 100% pública, generar un reequilibrio territorial ambiental, priorizando distritos obreros y barrios excluidos, proteger la biodiversidad y la integridad de los ecosistemas e implantar sistemas de control y seguimiento de enfermedades transmitidas por animales (zoonosis) en sistema agroalimentario, sociedad y ecosistemas, y transformar el sistema de alimentación, ahora insostenible desde el punto de vida ecológico y en condiciones pésimas para la vida de los animales, directamente asociado a la deforestación de grandes extensiones en la Amazonía, emisiones de gases de efecto invernadero, degradación de otros ecosistemas y también a formas de ganadería intensiva altamente contaminante. Asimismo, impulsando un plan de reindustrialización y control soberano basado en nuevas tecnologías y energías renovables con la creación de un sector energético estratégico 100% público.

Además, consideramos imprescindible impulsar políticas orientadas a la protección social de la vivienda, la educación y otros ámbitos fundamentales para la vida, poniéndolos fuera de la acción del mercado capitalista; crear una cultura y un sujeto político comunista capaces de avanzar hacia un nuevo modo de vida, producción y consumo, cualitativamente distinto al actual consumismo de masas, basado en nuevos actuaciones sociales y sostenibles compatibles con la calidad de vida y conservación de la naturaleza; transitar hacia un modelo de alimentación basado en la soberanía alimentaria – autoabastecimiento frente a importaciones/exportaciones – y con menores niveles de consumo de carne – totales y per cápita – reduciendo progresivamente los sistemas de ganadería intensiva, ganadería extensiva de sustitución de bosques, e incrementando la proporción de alimentos de base vegetal, de cercanía y temporada.

Todo ello en colaboración y coordinación con otros sujetos locales, regionales e internacionales, que contribuyan activamente a un escenario progresivo de reducción de la escala agregada total de las economías opulentas – en nuestro caso, en la región de Madrid – hasta lograr una escala de producción sostenible que limite la disrupción de los ciclos materiales y la degradación de la biodiversidad, con una reducción efectiva de emisiones de gases de efecto invernadero.

Estas propuestas, así como otras, se pueden encontrar en el Documento elaborado por el PCE.

La lucha ecológica – internacional – debe actuar a nivel regional y local: quienes acaparan la mayoría de los recursos naturales, quienes son esencialmente responsables de la pérdida de biodiversidad, cambio climático, la acidificación de los océanos y pérdida de los suelos, no son quienes sufrimos las peores consecuencias ambientales y padecemos la explotación del capitalismo. No podemos olvidar que, dentro de la lucha de clases, esta es una importante batalla. Son las clases sociales privilegiadas de las sociedades opulentas, las que organizan y disciplinan el sistema capitalista de división del trabajo, trabajo que es la actividad humana que media entre la sociedad y la naturaleza. Clase capitalista que al beneficiarse directamente del despilfarro de recursos naturales actual al que asistimos, ha generado una inmensa huella ecológica cuyas consecuencias vitales las padecemos la clase trabajadora.

Es fundamental que trabajemos por ser la única alternativa a este sistema destructivo. De lo contrario, serán las clases dominantes, una vez más y bajo el denominado capitalismo verde, las que diseñen nuestro futuro, las que digan quiénes, y hasta cuándo, tienen cabida en el sistema. La emancipación de la clase trabajadora, la emancipación de la mayor parte de la humanidad, ha de leerse – también – en clave ecologista. Ante este reto, no hay segundas oportunidades. Nos va la vida en ello. Literalmente.

* Lucas Gutiérrez Rodríguez, Doctor en Ecología con mención internacional por la Universidad Autónoma de Madrid


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