Pedro Ignacio Altamirano •  Opinión •  30/11/2016

La preocupante baja calidad de la democracia en el Estado español

La democracia es, debiera ser, un espacio de libertad, sonbre todo de pensamiento y opinión entre otras. Pero a la vista de todo lo que ocurre, y lo peor, el cómo ocurre las cosas en el Estado español, comienza a dejar claro que, aunque de modo oficial, es una democracia, por desgracia estamos aún muy lejos de serlo de forma plena y efectiva.

Cada día me acuerdo más de una magnífica película de Luis García Berlanga “La Vaquilla” como claro ejemplo de que entre todos la matamos y ella sola se murió. En la tierra común de todos que es la Península Ibérica tenemos esta insana costumbre del “opinas como yo, o…” Todos tenemos razón sin alternativa a acuerdo de ningún tipo… Las dos Españas que nunca muere, y es que eres de derechas o de izquierdas, españolista o nacionalista, del Madrid o del Barcelona, no hay alternativa, no hay salida.

Más en concreto a modo de ejemplo… Si escribo a favor del restablecimiento de la democracia en Venezuela, de inmadiato se me tacha de ser de derechas y casi un fascista por los que defienden el chavismo. Sin escribo a favor del derecho a decidir de los pueblos, de inmediaro se me tacha de separatista que quiero destruir no se que cosa y de ser un radical de izquierdas.

Esto denota de forma clara, la poca calidad del pensamiento democrático y crítico de los ciudadanos, resultado de unos gobiernos que han pensado más en como enriquecer las arcas de sus partidos y el bolsillo de unos cuantos, que en desarrollar la democracia entre los ciudadanos. A todo ello se le añade el nefasto comportamiento de alguna prensa o televisión, más dedicada en ahondar en las diferencias políticas, que en ejercer su labor crítica, lo que ayuda a la polarización de la opinión de los ciudadanos. Todo esto es cualquier cosa menos una democracia.

Yo creo en una democracia en la que se pueda exponer cualquier opinión o pensamiento sin correr el riesgo de que me etiqueten de lo que no soy. Creo en una democracia donde defender las ideas engrandeza y no que te machaque. Donde el dialogo y el debate sea el centro de la vida política y no la confrontación como en estos momentos. Donde la lucha política se decida en las urnas, y no en los tribunales de justicia. Creo en una democracia donde se respete en derecho de todo pueblo de decidir su futuro.

Estamos en uno momentos en los que se plantea la reforma constitucional y territorial. Esta debe valer para ganar, sobre todo la democracia y devolver al pueblo y a las urnas la última palabra sobre cualquier tema político o social. Para desjuicializar la política. Abrir las listas electorales a laparticipación libre de todos y cada uno de los ciudadanos y otras muchas deficiencias más. Pero sobre todo, y ante todo, para hacer del dialogo y el debate político, el centro de la vida democrática, y perder el miedo a las urnas.

Quiero una democracia en la que vascos, catalanes o Andaluces puedan decidir en las urnas su modo de relacionarse con el Estado o no. En la que los que expresamos nuestras ideas no seamos tildado más de lo que somos, opinadores. En la que la voz la recupere un pueblo culto, educado y acostumbrado al intercambio de ideas. En la que opinar de forma diferente una y enriquezca en vez de separar y crear enfrentamientos.

Pero mucho me temo a la vista de lo que veo todos los días, que terminarán mis días en esta vida, sin conocer una democracia plena. Solo me impulsa a continuar en la lucha el deseo, cada vez más utópico de que ya que no podré disfrutarla yo, la disfruten mis hijos o nietos.


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