El gasto militar se dispara, nunca mejor dicho
Según han informado algunos medios estos días, como El País ayer, el gasto militar en España ha sido un 20% más elevado de lo inicialmente previsto en los Presupuestos Generales del Estado, desde 2022.
La noticia no sorprenderá a quien conozca cómo se elaboran desde hace años las previsiones presupuestarias en materia de defensa. Puesto que no son precisamente los gastos más deseados por la población, casi todos los gobiernos y no sólo el español disimulan muchas de sus partidas en las cuentas de otros ministerios y, además, las incluyen casi siempre con valores por debajo de los reales, para evitar que pueda criticarse la «militarización» de las cuentas públicas. En realidad, el gasto militar de casi todos los estados es bastante mayor del que se muestra oficialmente.
El ministerio de Defensa dice en un folleto propagandístico que si el gasto militar en España multiplica por cuatro al que se dedica a Sanidad, por seis a Educación y por diez a Ayudas a la Dependencia, es porque la mayoría de estos tres últimos corresponden a las comunidades autónomas. Pero olvida señalar que, en realidad, el gasto militar en España no equivale al 1,01% del PIB, como se dice en el folleto.
Según el Centro Délau de Estudios por la Paz, si se añade el gasto de los Organismos Autónomos de Defensa y las partidas militares repartidas por otros ministerios, como la seguridad social de los militares y pensionistas, la mutua militar, la Guardia Civil (cuerpo militar) y contribuciones a la OTAN, los del Ministerio de Industria en ayudas de I+D que financian Programas Especiales de Armamentos de empresas militares, las transferencias de crédito para sufragar las misiones militares en el exterior y las inversiones en armamentos y la parte de los intereses de la deuda que corresponden a inversiones en Defensa, el gasto militar español sería el 2,17% del PIB en 2023.
Lo cierto es que el gasto militar, el bien contado e incluso el oficial, está alcanzando en los últimos años los registros más elevados de la historia, no sólo en España sino en todo el mundo. El que se realiza en todo el planeta fue de 2,44 billones de dólares en 2023, un 6,8% superior en términos reales al del año anterior.
El por qué y las consecuencias de este incremento son muy claras.
Se incrementa sin cesar el gasto militar por dos razones principales. En primer lugar, porque es un negocio ingente, muy rentable y seguro, puesto que tiene la demanda de los gobiernos asegurada. En segundo lugar, aumenta porque se apuesta por la agresión y la violencia como forma de plantear y tratar de resolver los problemas y conflictos, en detrimento de la diplomacia y la paz.
Las consecuencias de dedicar cada vez más recursos a preparar la guerra y a llevarla a cabo también están muy claras porque la naturaleza económica del gasto militar ha sido muy bien estudiada. Crea menos actividad, genera menos ingresos y empleo, retrasa el uso de nuevas tecnologías en el sector civil, genera deuda, produce corrupción para tratar de influir en los gobiernos y conseguir contratos, sean o no necesarios y es despilfarrador, puesto que destruye otros recursos y los que él mismo produce. Económicamente hablando, es menos útil y más costoso que el civil y no proporciona la satisfacción de las necesidades humanas que lleva consigo el gasto en educación, sanidad, vivienda o pensiones, por ejemplo. Por el contrario, implica que haya menos recursos para esto último.
Y, con independencia de esos efectos económicos, el gasto militar tiene otra consecuencia: para seguir siendo un negocio rentable, el armamento que se produce debe ser utilizado, lo que incentiva que se recurra en mayor medida a la amenaza, a la agresión y a la guerra. Según el monitoreo que realiza la Geneva Academy, en estos momentos hay 110 conflictos armados en todo el mundo. Y el Uppsala Conflict Data Program, registra actualmente el mayor número de conflictos desde 1946. No parece que sea fruto de la casualidad el que haya más conflictos y guerras precisamente cuando el gasto militar aumenta en mayor medida.
Como quiero señalar con la ironía del título de este artículo, el gasto militar no sólo se dispara en las estadísticas, sino en la realidad. Y, cuando eso ocurre, cuando las armas hablan, lo que ocurre es que las leyes callan, como dijo Cicerón.
A mí me parece mentira y me produce dolor que los gobiernos sean tan frágiles y se dejen llevar por las presiones de los grupos de presión de la industria militar y por la absurda idea de que la paz se consigue preparándose para la guerra. Me preocupa que estamos provocando día a día un conflicto de dimensiones colosales y estoy muy de acuerdo con lo que acaba de escribir Thomas Palley. Afirma que la «locura neoconservadora» nos está llevando a lo que llama un «momento Hiroshima». Para generar una escalada incremental destinada a destruir a Rusia, la provoca y amenaza primero, y sabotea después cualquier posibilidad de negociación y de acuerdo, dando motivos así para que a ese país le llegue a ser estratégicamente rentable y necesario recurrir a la opción nuclear, tal y como le sucedió a Estados Unidos en agosto de 1945.
No sé bien cómo, pero sí estoy seguro de que deberíamos detener esta locura.