La conjura de los perversos
Escandalo tras escándalo, la red no para de parir maldades. Maldades todas porque tanto quien airea los pecados, como los pecadores las cometen. ¿De la presunción de inocencia quien se preocupa? Esto de ser libres para airear trapos sucios de cualquier persona, o presuntos trapos sucios, o sospechas de que sean trapos sucios, o aunque no lo sean ensuciarlos, o verter dudas sobre si se tendrán trapos sucios que ocultar…, es un cáncer social. Atacar de raíz la dignidad humana supone negar de raíz la propia libertad. El rumor, la maledicencia, la calumnia,… siempre han existido y siempre animadas por la envidia, la avaricia, el ansia de poder,… Desde que se instaló internet las posibilidades de mancillar, insultar, desprestigiar a cualquiera, no se ha multiplicado, sino que se ha hecho real al 100%. El anonimato de las redes es el gran peligro que conlleva. Quienes se alegran de que ¡por fin! se puedan denunciar, atropellos, genocidios, violaciones de los derechos humanos, de forma anónima, para que los crímenes no queden impunes, no se percatan que ese anonimato en manos asesinas multiplica su capacidad criminal. Por ello urge que cada palo aguante su vela cuando para predicar sobre el prójimo se utilicen las redes. ¿Quién le pondrá el cascabel al gato? Parece ser que los Estados para esto no sirven, ya que cualquier iniciativa para evitar que la maldad se esconda tras las redes parece inaplicable. ¿Qué quedaría por hacer? Algo muy, pero que muy difícil. Armar éticamente a las personas para que simplemente no difundan, no se hagan eco, ni reenvíen, cualquier noticia negativa que reciban que no sea posible contrastarla. Si cada cual se queda con lo que le llega, lo negativo tendrá unas patas muy cortas. Habrá quien abogue por la cooperación ciudadana para desenmascarar crímenes, violaciones… Parece necesario el que todas las personas cooperen para perseguir los delitos de cualquier naturaleza. Esta cooperación necesariamente debe ser respetuosa con el principio de veracidad. De no tener certezas de que el conocimiento que se tiene es veraz ¿Por qué difundirlo a los cuatro vientos por internet? ¿Qué se gana con relanzar lo negativo? Aquí intervienen los motivos que cada cual pueda tener para ello. Hacerse cómplice de los objetivos de quien inicia el “hilo”. Posible interés personal en perjudicar a quien se le atribuye autoría en el tema. Aumentar el propio “ego”, ya que aventado el asunto se pretende crear o mantener una imagen de estar “muy bien informada”. Alcanzar un cierto status de fuente “fiable”. Aquellas personas de buena voluntad, que se escandalizan por lo que les llega en redes, se sienten impelidas a colaborar con la “justicia”. Antes de iniciar esa colaboración es imprescindible preguntarse si la información recibida puede ser contrastada de alguna forma. Si no es así, la colaboración acabará poniendo lo recibido en conocimiento de la policía. De esta forma quienes naveguen por internet toparán con una información más veraz. El papel del presunto agresor, del posible delincuente, es duro porque al hacerse público cualquier aspecto negativo sobre su persona automáticamente pierde su “buen nombre”, su “prestigio”, su “honra” y, después de haber sido bañado en la miseria de las redes, ¿quién le quita la mugre? ¿Quién le devuelve el lustre a su apellido? ¿Quién restituye la fama que anteriormente disponía? Las personas que divulgan lo malo, no están tan motivadas para hacer lo propio con lo bueno. Y considerando que entre la primera denuncia y una posible absolución, pasan años el daño es irreparable. El papel de víctima también tiene un “majao”, ya que en el caso de ser veraz, también su buen nombre queda en entredicho. Malas mentes inician un rosario de preguntas que al final destruyen a la víctima, haciéndola corresponsable de la agresión o incluso considerándola inductora de la misma. Un papelón en toda regla, mayor en el caso de que sea falso lo denunciado y la supuesta víctima no lo sea. Porque ya, irreparablemente se ha convertido en víctima, sí o sí, gracias a la mentira o la falsa denuncia de una o varias personas “buenas samaritanas”. Concluyendo el respeto a cualquier persona conlleva la prudencia de analizar la información que se recibe. Cotejarla con otras fuentes. Y si el contenido da indicios de un delito trasladar aquello que se recibe y de donde se ha recibido a la policía. Esto supone trasponer a la esfera de la actuación en internet la expresión latina in dubio pro reo. (En caso de duda, a favor del reo.) Un principio jurídico que significa que si en un procedimiento penal se tienen dudas sobre la culpabilidad del acusado, este tiene que ser absuelto necesariamente. La presunción de inocencia, que cualquiera desea para sí, en justicia debe aplicarse a cualquier prójimo. Difundir al mundo mundial, aquello de lo que no se esta seguro, supone colaborar con una sentencia de culpabilidad dictada ya en redes.