Añoranza socialista en pleno resurgimiento neofascista
Que importante sería leer libros antes de hacer el ridículo opinando sin saber, pero a un FACHAPOBRE, o a un Liberto, no le podemos pedir cosas que están completamente fuera de su alcance y de su comprensión, como no se le pueden pedir peras a un Olmo.
El 17 de marzo de 1991 es una de las fechas más amargas en el proceso final de la Unión Soviética. Más del 76% de los ciudadanos soviéticos votaron en referéndum que se mantuviese la URSS. Los acontecimientos de ese año, los deseos de independencia en las repúblicas y las decisiones de los dirigentes llevaron la historia por otros derroteros y, tras siete décadas de existencia, terminó dividiéndose en 15 países diferentes.
“La disolución de la Unión Soviética fue una violación de la voluntad del pueblo”, decía ayer Mijaíl Gorbachov, quien como líder de la URSS propuso la celebración del referéndum en diciembre de 1990 al Congreso de Diputados del Pueblo.
La URSS fue traicionada por políticos corrompidos por Occidente y no por el pueblo soviético, unos pueblos que en su mayoría a día de hoy aún añoran el sistema socialista.
Los ecos de la Unión Soviética siguen retumbando con fuerza en Rusia y en los territorios ex-soviéticos. Los ecos suenan cada día más fuerte y cada vez hay más oídos dispuestos a escuchar.
La desintegración de la Unión Soviética en 1991 provocó una enorme crisis en el espacio postsoviético.
Los usos del pasado por parte de las sociedades actuales sirven para crear identidades en el presente. Sobre un determinado hecho histórico podemos observar diferentes memorias, diversas formas de recordar un acontecimiento. Por un lado estaría la memoria oficial, aquella que emplean los gobiernos para construir su relato histórico. Y por otra banda, la memoria individual que serían las vivencias y percepciones de los individuos sobre un determinado hecho que pueden diferir de la memoria oficial.
En algunos estados postsoviéticos como Ucrania, Estonia o Lituania asistimos a un proceso de descomunización por parte del poder político con el objetivo de acabar con el legado socialista dentro de sus territorios.
Con leyes donde estatuas de Lenin son derribadas, monumentos al Ejército Rojo son demolidos, símbolos comunistas son eliminados y nombres de calles o ciudades que pertenecían a prominentes figuras del pasado soviético son ahora pasto del olvido.
Pero en Rusia y otras ex republicas socialistas el anhelo por los tiempos soviéticos ha perdurado y resuena con fuerza dentro del panorama político, ya sea en la memoria oficial o en la memoria individual.
La pervivencia de la identidad soviética.
A inicios del siglo XX en Europa del Este se creó el primer estado socialista, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Un experimento de ingeniería social que transformó de forma radical las estructuras sociales, económicas y políticas de un inmenso territorio en aras de la búsqueda de una sociedad comunista.
La toma de Berlín en 1945, la industrialización del país de los sóviets o el viaje de Yuri Gagarin al espacio exterior representan algunos de los grandes hitos de la historia soviética. Empero, la raspad (desintegración) de la URSS en 1991 provocó una grave crisis económica y desastres sociales que han dejado una importante huella en la sociedad rusa y en otras antiguas repúblicas soviéticas.
Los locos años noventa en Rusia trajeron incertidumbre, un aumento de la criminalidad con la aparición de los banditi y una oleada de privatizaciones masivas emprendidas por la administración de Borís Yeltsin.
La inestabilidad de los años noventa había potenciado la añoranza por un pasado que estaba muy presente en la memoria de los habitantes de la Federación Rusa.
Los estudios realizados por el Centro Levada han puesto de relieve el gran recuerdo que existe hoy en día por los tiempos soviéticos en los ciudadanos rusos. Según sus encuestas, cerca del 60% de los rusos se lamenta de la caída de la Unión Soviética, un hecho que sigue muy presente en su mentalidad.
Surge así la nostalgia del socialismo, un proceso selectivo que puede ser colectivo o privado. Es una elección e idealización de determinados episodios que han influido en la vida de los individuos. La nostalgia comunista cobra así una vigorizante importancia en el espacio postsoviético y en concreto en la Federación Rusa, representando la exaltación de momentos añejos de unión entre las diferentes repúblicas soviéticas, que bajo su independencia ahora caminaban separadas hacia un futuro incierto. La identidad soviética había sobrevivido a la desintegración de la URSS y la inestabilidad de los años noventa había potenciado la añoranza por un pasado que estaba muy presente en la memoria de los habitantes de la Federación Rusa.
En lo que el ciudadano extraña es donde aparece la nostalgia. En las Brezhnevkas [grandes edificios de viviendas] de Dnipró se puede escuchar a una madre que echa de menos los tiempos de Nikita Khruschev y su juventud en los campamentos estivales. Momentos de adolescencia y felicidad, algo que muchos ciudadanos asocian con la Unión Soviética, esos episodios en los que eran jóvenes y a la vez vivían en una unión de repúblicas.
Algo que también es percibido en el tren nocturno que une Moscú y San Petersburgo, donde una mujer del Cáucaso ruso recuerda su infancia en un apartamento comunal moscovita donde la sociabilidad y los lazos vecinales eran mucho más fuertes que en los tiempos actuales. El sentimiento de añoranza por estos tiempos se perciben también en Ucrania, Tayikistán o Bielorrusia, rememorando de forma positiva los momentos donde eran parte de un Estado socialista, aunque la política oficial de algunos gobiernos postsoviéticos decidan poner un punto y final en su trayectoria dentro de la URSS.
Las películas de Eisenstein, las vivencias de una nueva sociabilidad compartida dentro de los pisos comunales, o los felices veranos en los campamentos pagados por el Estado bolchevique, son cosas difíciles de olvidar.
Lo que más echan de menos de la Unión Soviética no es que su país fuera una gran potencia que era capaz de rivalizar con los Estados Unidos —algo que sí era importante pero no era el principal factor de nostalgia— sino que había un gobierno que les garantizaba un empleo y les ofrecía estabilidad económica.
Según el estudio de Stephen White en Soviet Nostalgia and Russian Politics tener un empleo asegurado era el aspecto más positivo que recordaban los ciudadanos rusos, además de la solidez económica que proporcionaba el gobierno soviético. También valoraban una mayor igualdad social entre los individuos y observaban a la clase política como más cercana al pueblo que la actual. Y sobre todo añoraban la seguridad, ya que en aquellos tiempos no existía una sensación de peligro. Pero si hay un elemento que ha agitado esa sensación de paraíso perdido es el Partido Comunista de la Federación Rusa.
La nostalgia en la política y las calles
Una de las grandes razones que explican este sentimiento nostálgico es sin duda el protagonismo del Partido Comunista de la Federación Rusa en la vida política de Rusia.
La nostalgia soviética ha conseguido que el Partido Comunista en Rusia sea el segundo partido más votado.
Los símbolos de la era comunista siguen muy presentes en las estaciones de metro moscovitas mientras que en otros países antaño bajo la órbita de Moscú como en la Ucrania Neofascista o el los paises Bálticos están prohibidos el martillo y la hoz.
No debemos olvidar tampoco que el himno ruso es una adaptación del himno soviético al que le han cambiado la letra y que cada 9 de mayo se hace un desfile con fuegos artificiales en honor a la toma de Berlín por parte del Ejército Rojo, el pueblo ruso no toleraría un cambio radical del himno de la URSS.
Pero no es un caso único en Rusia el de la añoranza del socialismo con todos sus errores.
En Rumanía una encuesta reveló que el 60% de los rumanos consideraba que la economía funcionaba mejor bajo el comunismo.
La especialista en cine Iulia Blaga da una explicación: «Trabajo asegurado, una vivienda social y comida son los elementos básicos a los que alude el personaje principal, interpretado por Luminita Gheorghiu, para diferenciar la situación que se vive ahora» con la vida en la Rumanía comunista.
La «Ostalgia» (Ostalgie en alemán) se construye al dejar caer la “n” de nostalgia para hacer un juego de palabras con el Este alemán (Ost). Ostalgia es la nostalgia de la Alemania comunista, la desaparecida República Democrática de Alemania (RDA).
El 9 de noviembre de 1989 cae el famoso muro de Berlín. Después de 28 años de represión y control, los alemanes de la parte oriental ven con gran positivismo la reunificación de las dos Alemanias.
La añoranza viene de los aspectos más cotidianos de la vida diaria. El sentido de comunidad, las brigadas en las fábricas, la seguridad de un sistema fijo sin cambios, la tranquilidad matutina y el hecho de que prácticamente nunca pasaba nada anormal.
El socialismo demostró su capacidad para construir una nueva sociedad, con nuevos valores, una comunidad socialista en contraposición a la selva capitalista, la colaboración frente a la competición, la búsqueda del bien común frente al individualismo sin empatía. El socialismo no fracasó y fue traicionado desde dentro.
Lo mismo ocurrió en las organizaciones de izquierdas en Occidente que luchaban por los derechos y los intereses de la clase trabajadora, fueron traicionados desde dentro, el capitalismo sin la amenaza del bloque socialista decidió que ya no es necesario ceder derechos a la clase trabajadora, solo nos respetan cuando nos temen, y han decidido que no tienen nada que temer.
La caída del bloque socialista significó la derrota de la clase trabajadora a nivel mundial y la pérdida de la conciencia de clase de los trabajadores. Por eso hoy somos débiles.
La proclama del multimillonario norteamericano Warren Buffet, presidente de la empresa manufacturera Berleshire Hathaway esta tan acertada como vigente la lucha de clases: Warren Buffet dijo: «hay una guerra de clases y la estamos haciendo y ganando los ricos».