El debate sobre los hombres de la nación
Al haber sido educada en el seno de una familia politizada, cada año veo el debate sobre el Estado de la Nación con la misma entrega que un maratón de Juego de Tronos. Bueno casi, porque no hay Arias ni Daenerys con las que pueda identificarme. Sin necesidad de hacer un análisis exhaustivo podemos ver que en el mundo real existen las mujeres y que no somos un grupo minoritario. Sin embargo en el Congreso de los Diputados, esa cámara representativa de la sociedad, casi no estamos. Y digo casi porque a la tribuna de oradores se han subido dos: Rosa Díez y Uxue Barkos.
Pero el feminismo no vende, estoy harta de escucharlo. Los 102 asesinatos machistas perpetuados el pasado año no son un tema lo suficientemente importante para debatir en el Congreso. Sin embargo, estoy segura, que el próximo 8 de marzo todos los que han obviado el tema saldrán en los medios de comunicación loando el papel de la mujer trabajadora. La escasa presencia de mujeres en el debate sobre el Estado de la Nación conlleva, como es lógico, la total invisibilización de las reivindicaciones feministas. Para no faltar a la verdad, Pedro Sánchez, Alberto Garzón y Joan Coscubiela sí hicieron alusión a la brecha salarial que nos lleva a cobrar menos por realizar el mismo trabajo que un hombre. Sin embargo, algo tan fundamental como la defensa de la vida de las mujeres, no ha merecido ni unos segundos en las intervenciones.
Unos y otros caen constantemente en decir “lo que interesa a los españoles”. Las españolas mejor que esperemos a otro año en el que no haya paro para poder exigir que se tomen medidas contra quien nos asesina. La última legislatura del Partido Popular ha dejado aflorar su misoginia con medidas como el anteproyecto de custodia compartida que permite a un hombre condenado por violencia de género visitar a sus hijos/as en presencia de la víctima. Porque, por lo visto, un maltratador puede ser buen padre. Porque son cosas de pareja y los problemillas de los padres no deben afectar a los menores. Por eso se hacen llamar provida. Quieren tutelar el derecho a decidir de las mujeres de 16 y 17 años imponiendo la autorización paterna para poder abortar. Forzar a mujeres a ser madres es perverso. Siguen recortando en políticas de igualdad y de prevención. Los planes de estudio, para esa sociedad que será adulta en algunos años, no hacen referencia al Feminismo y establecen rezos en clase en la asignatura de religión.
Sin embargo, cada vez que hablan de esos grandes temas que sí merecen atención, detrás hay un 50% silenciado. Y somos nosotras. Somos nosotras las que más sufrimos el paro y la precariedad laboral. Sólo hay que darse cuenta de que el simple hecho de ser mujer supone ya un punto más en la escala de la discriminación: parada y mujer. Mayor de 55 años y mujer. Inmigrante y mujer. Joven y mujer. Este binomio se asienta con normalidad en una sociedad que retrocede a pasos agigantados. No hace mucho, se publicaba un estudio del que se desprendía que un 33% de los chicos adolescentes entre 12 y 24 años “está muy o algo de acuerdo con la afirmación ‘está bien que los chicos salgan con muchas chicas, pero no al revés’.
Mientras sigan posponiendo las reivindicaciones feministas –por marketing político o misoginia, lo mismo me da- seguirá siendo un debate a medias. Una Nación a medias.