Sabela González •  Opinión •  26/07/2016

¿Qué pasa en Turquía? La mujer turca entre el patriarcado, la sexualidad y la religión

En Turquía he vivido mi primer intento de violación. Tres intentos en un mes. “Bienvenida a Turquía, ¿qué te esperabas?”, me llegó a responder mi compañero de piso al contárselo. Luego aparecían consejos del tipo “es que cómo se te ocurre volver a casa sola”. En ningún momento a nadie se le ocurrió pensar en los tipos que me habían perseguido.

Ser mujer en Turquía significa que lleguen a escupirte por salir a correr por la calle en mallas ajustadas. Significa no poder entrar a ciertos bares de hombres y perder el autobús si todos los sitios libres tienen al lado a cualquier hombre. Ser mujer en Turquía significa estar mucho en casa y poco por la calle, y rezar en una parte de la mezquita donde nadie te ve. Ser mujer es no poder compartir piso con algún hombre que no sea tu padre o marido, y que si llegas a conseguir algún puesto en un partido político o en alguna empresa, no exijas derechos porque ya bastante tienes.

Pero ser mujer en Turquía también significa no recibir los cacheos de la policía por las calles, significa ser atendida antes en los bares y movilizar a un grupo de hombres para que te ayuden con tu problema. Y, sobre todo, significa que si eres madre, tus hijos te antepondrán a todo.

La mayoría de las nuevas generaciones de mujeres turcas son, ahora, el resultado de campañas exhaustivas de sobre proteccionismo tanto paterno, como de las parejas y amigos que puedan tener. “A una chica turca nunca la verás salir de casa sin maquillar ni sin peinar, son como princesas de cristal”, exclamaban compañeros turcos.

Sin embargo el sentimiento de fuerte patriarcado también se entremezcla con las restricciones sexuales por la influencia de la religión. Un ejemplo claro, una chica se quedó dormida mientras viajaba en el autobús de la compañía Metro y el azafato se masturbó delante de ella. Ese no es el gran problema, sino que para poder denunciarlo, la chica tuvo que esperar más de una hora con el semen en su cara para que llegase la policía y demostrar lo que había hecho, ya que su palabra no era suficiente.

* Sabela González es graduada en periodismo y colabora con Tercera Información. Ha vivido el último año en Turquía, asunto central de su proyecto final de grado.


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