Juan García •  Opinión •  21/02/2017

Desmontando “Salvados: conectados” y la adicción al móvil

A veces un pequeño cambio en el orden de las palabras es suficiente para darnos cuenta de la barbaridad que estamos diciendo. Ante la afirmación “somos adictos a los móviles” gran parte de la sociedad asiente entre sonrisas. Sin embargo, ante la afirmación “los móviles producen adicción” la sensación no es la misma. La segunda afirmación suena algo más extraña y quizás exagerada.

Ayer domingo se emitió un nuevo capítulo de la duodécima temporada de Salvados con el título “Conectados” y el claim ¿Somos adictos al móvil? y desgraciadamente todo se construyó a partir de la primera afirmación porque lógicamente a partir de la segunda el programa se hubiera acabado al minuto de empezar. De hecho mi momento favorito del reportaje es ese en el que un psicólogo le dice a Évole:

“Todavía no está catalogado como adicción aunque nosotros lo tratemos como tal. Yo creo que si no es una enfermedad médica es una enfermedad social y creo que la mejor prueba es ver lo que hace el comportamiento social, lo que hace la gente día y a día y es estar con el móvil todo el rato”

Creo que el equipo de Salvados perdió una ocasión estupenda para hacer un programa innovador:

Évole – ¿Podemos hablar de adicción a los móviles?

Psicólogo – No, no podemos hablar de ella porque no está catalogada como tal.

Évole – ¡Y hasta aquí el programa de hoy! Os dejamos con Ana Pastor.

Pero no, el programa no se acaba cuando acertadamente el psicólogo dice que no existe una enfermedad médica (lo de las “enfermedades” sociales escapa a mi comprensión) que sea “ser adicto al móvil” sino que el programa sigue su curso hablando de cómo toda la sociedad y especialmente los jóvenes son “adictos” o “están enganchados” al móvil.

Descarguemos al psicólogo Masip de algo de responsabilidad dado que su empresa y por lo tanto su salario depende en parte de que la gente se crea que existe la adicción a las nuevas tecnologías la que según comentó en su día al ABC puede llegar a ser tan dañina y adictiva como el alcohol o el tabaco. Es como preguntarle a una empresa que vende medicamentos para tratar la hipersensibilidad electromagnética si el Wi-Fi es malo para la salud.

Cuando los medios de comunicación tocan temas pseudocientíficos (y la adicción a los móviles lo es) suelen caer en el error conocido como “cuartomileniarismo” consistente en presentar todos los puntos de vista sobre un tema para aparentar una mayor fiabilidad de las conclusiones. En la práctica esto es, vamos a hablar de si hemos llegado a la Luna y para que el debate sea lo más “científico” posible vamos a traer a dos personas que piensen que sí y a dos que piensen que no.

Este ejercicio de falsa tolerancia que me saca de quicio ni siquiera se dio ayer en Salvados donde no apareció una sola persona que dijera “no mira, que sepamos no existe adicción a los móviles y se puede usar la tecnología sin miedo a caer en una espiral de drogadicción”. Todo el programa se dirigió a reforzar ideas de barra de bar y lugares comunes. Lo primero es dar otra visión del tema.

Tengo pendiente hablaros del libro “Los nativos digitales no existen” pero hoy simplemente destacaré el capítulo sobre adicción a las TIC de Eparquio Delgado donde en unas pocas páginas aclara toda este tema. Un resumen de sus ideas lo podéis encontrar en un estupendo artículo de El Confidencial publicado justamente ayer. Destaco algunos fragmentos de ambas fuentes:

Aunque oficialmente no está reconocida la adicción al móvil como un trastorno real, se ha convertido en una expresión habitual en el lenguaje coloquial y los medios de comunicación. Y eso es en sí mismo un problema. “Una adicción es algo muy serio, que causa un enorme trastorno en la vida de las personas que la sufren, y aquí parece que estamos equiparando la heroína al móvil”, señala Delgado, que también subraya las implicaciones legales que tendría considerar el móvil un objeto adictivo: “Habría que etiquetarlo con advertencias sanitarias e impedir su uso por parte de menores de edad, como hacemos con el alcohol o el tabaco, ¿no?”. [El Confidencial]

Tampoco tiene mucho sentido justificar la existencia de la adicción a internet a partir de estudios que encuentran relación entre un mayor uso de internet y la presencia de otros problemas. Sus defensores argumentan que un mayor empleo de la herramienta se relaciona con depresión, timidez, soledad, problemas en las relaciones personales o de pareja, falta de sueño, problemas en los estudios y en el trabajo, desórdenes en la conducta alimentaria y adicción a sustancias. El problema aquí es el que siempre nos encontramos con los estudios correlacionales: podemos suponer que el mayor uso de internet provoca estos problemas, que la existencia de estos problemas conlleva un mayor uso de internet o que ambos aumentan como consecuencia de otras causas. Podemos asumir incluso que un uso problemático de internet pueda acarrear en ocasiones consecuencias de este tipo, pero seguiríamos sin explicar cuáles son las causas de ese uso problemático. Sabemos, por ejemplo, que entre los antecedentes de la «adicción a internet» encontramos la soledad y el aislamiento, así como la baja autoestima. ¿No sería más útil entonces atender a lo que provoca ese aislamiento y esa baja autoestima en lugar de fijarnos en lo que la persona hace para reducir su malestar? Yo pienso que sí. De hecho, eso es lo que hacemos (o deberíamos hacer) los profesionales de la psicología. [Los nativos digitales no existen – Deusto 2016]

Si queréis saber más podéis ojear este artículo de Antonio Crego que menciona dos estudios contundentes sobre este tema realizados en España. Como veréis por el contenido de todos esos textos ninguno de los que defendemos que no existe la adicción a Internet o a los móviles sostenemos que no haya ningún problema en el uso de la tecnología. Al contrario, lo que buscamos es desterrar ideas que no llevan a ningún lado para centrarnos en problemas que no tienen tanta visibilidad.

Cuando hablamos de adicción al móvil el primer dato al que acudimos es al tiempo que estamos con él. Jordi Évole confesaba con preocupación a Pablo Motos hace unos días que se había instalado una aplicación en el móvil que medía el tiempo de uso y que un día normal estaba 4 horas y los domingos 5. Tan consternado quedó que ha decidido dejar Twitter 2 semanas a ver qué pasa (spoiler: a ratos lo echará de menos, a ratos no. La vida seguirá su curso).

No sé en el móvil de Évole pero en el mío puedo:

  • Consultar la hora, poner temporizadores y alarmas
  • Consultar noticias
  • Ver vídeos
  • Escuchar música
  • Chatear y estar en contacto con mi familia y amigos
  • Jugar
  • Hacer fotos y vídeos
  • Tomar notas

¿Pero realmente es tan sorprendente que un profesional de la comunicación como Évole dedique 4 horas al día a todas esas cosas? A mí que una persona me diga que pasa 4 horas, 8 o medio minuto al día usando el móvil al día no me dice absolutamente nada. Si por el contrario Évole dijera que pasa 4 horas al día mirando pornografía en el móvil o 4 horas al día jugando a la ruleta americana a lo mejor la cosa cambiaba. Preocúpate menos del tiempo que tu hijo está con el móvil y más de lo que hace con él.

El segundo tema que me irrita es el de la edad recomendada para que un niño tenga móvil porque la pregunta está mal formulada. Me parece más correcto preguntar “¿Cuál es la edad correcta para que un niño use un móvil sin la supervisión de sus padres?” o “¿Cuál es la edad correcta para que un niño se cree una cuenta en Instagram?” y con todo son preguntas difíciles de responder. “¿Cuál es la edad correcta para que un niño salga a la calle?” es una pregunta igual de absurda y “¿Cuál es la edad correcta para que un niño salga a la calle solo?” es igual de difícil de responder porque depende de la madurez del niño, de la hora, de la zona en la que vivas, de lo que vaya a hacer en la calle, etcétera.

“Es que cuando le quitas el móvil se pone muy violento…” Pero vamos a ver ¿en qué momento hemos empezado a llamar síndrome de abstinencia a reacciones normales en un adolescente?. Yo echo la vista atrás y recuerdo que mi madre me castigaba sin jugar a la Nintendo desenchufando el cable, llevándoselo y mi reacción no era precisamente “tienes toda la razón madre, te agradezco profundamente lo que estás haciendo por mí”. Montaba un cirio, un par de voces, se me pasaba, nos amigábamos… lo de toda la vida. Pero jamás me dijo que fuera adicto a los videojuegos o me sentí como tal. ¿Vosotros cuando os castigaban sin salir con 15 años pegasteis algún que otro portazo en la habitación? ¿Erais por lo tanto adictos a salir con vuestros amigos?

El problema de la mayoría de charlas y conferencias que se dan sobre estos temas a familias es que se convierten en cámaras de eco. En sesiones donde los padres van a reafirmar lo que ya piensan gracias a escuchar cosas como “es que están todo el día con el móvil”, “parecen adictos porque se lo quitamos y no veas la que montan”, “es que se sientan en un banco y no hablan, se whatsappean”… y así salimos todos los de las charlas encantados de habernos conocido.

Cuando me monto en el tren o salgo a tomar algo por la noche me encanta fijarme en lo que hacen los chavales. Quizás os sorprenda pero aparte de estar con el móvil, hablan entre sí, bailan, ligan, se ríen y algunos incluso leen. Cuando doy charlas a niños y adolescentes consigo que me presten atención durante más de una hora y que no se distraigan incluso llevando el móvil encima. Al acabar la charla los que sacan inmediatamente el móvil del bolsillo son una minoría. En mi entorno cercano conozco decenas de personas de todos las edades con las que puedo hablar sin que saquen el móvil cada dos por tres. No hay una epidemia de adicción al móvil, creo que me habría enterado.

Eso no quita que haya que educar en la desconexión, la empatía y el autocontrol. Pero también hay que educar en la conexión.

¿Podemos entonces empezar a hablar de otras cosas? Como por ejemplo de que los casos de ciberacoso ronden el 30% entre los niños de 11 y 13 años [PDF]. Como de que habiendo casos de sexting que destrozan vidas seguimos vendiendo a los menores la idea de que se puede hacer “sexting seguro”. Como de que el consumo de información a través de redes sociales polariza y extrema las opiniones de las nuevas generaciones. Como de la drástica reducción de la edad con la que los chicos entran a tratamientos por ludopatía en relación a las apuestas online.

Y desde luego de ninguna de estas cosas es responsable la tecnología por sí sola aunque entiendo que culpabilizarla descarga de responsabilidad.

Sobre Juan García

Divulgador tecnológico y formador. Creo en la tecnología como herramienta para formar ciudadanos más libres y felices. + Sobre mí en http://about.me/juangarciaalvarezdetoledo

Fuente: http://www.blogoff.es/2017/02/20/desmontando-salvados-conectados-la-adiccion-al-movil/


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