Redacción •  Actualidad •  02/06/2021

Renovables en Andalucía: desarrollo e impactos de los nuevos macroproyectos de energías renovables

Lo que nos encontramos de un tiempo a esta parte es un modelo de desarrollo depredador que nos preocupa enormemente. No hay una planificación energética pública consistente a las necesidades ni una ordenación del territorio que zonifique el campo andaluz […] Desde IU Andalucía decimos Renovables sí, pero no así.

Renovables en Andalucía: desarrollo e impactos de los nuevos macroproyectos de energías renovables

Comunicado IU Andalucía 

Hay muchas cosas de las que estamos orgullosos los andaluces, y sin duda alguna entre ellas está el amor por su tierra, su campo, montañas y costas. El medio andaluz es rico en toda su biodiversidad. Y muestra de ello son la gran cantidad de zonas y especies protegidas. Si algo queremos los andaluces es preservar nuestro medio natural.

La Red de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía (RENPA) está comprendido por Parques Naturales, Parajes o Paisajes protegidos, por ejemplo, sin olvidar Reservas de la Bioesfera de la UNESCO, incluso Zonas Especialmente Protegidas de Importancia para el Mediterráneo (ZEPIM). Estos y más espacios garantizan la preservación del entorno andaluz, y su defensa es para IU una prioridad política de primer orden. Lo ha sido históricamente y lo será irresolublemente en el futuro. Es una línea roja que nunca cruzaremos y a nuestras espaldas hay un buen número de conflictos en los que hemos estado a la vanguardia defendiendo nuestra tierra.

Y en línea de está sensibilidad política andaluza, IU tiene en la lucha contra el Cambio Climático uno de sus ejes vertebradores, estratégicos y de desarrollo de la acción política. En esta titánica tarea, son precisos todos los esfuerzos políticos, económicos y tecnológicos para impulsar las medidas necesarias para mitigar los graves efectos que tiene la Emergencia Climática a la que nos enfrentamos.

Una, de las muchas acciones necesarias consiste en la planificación y desarrollo de una transición energética que debe pivotar, entre otras, en el despliegue de las energías renovables para descarbonizar el mix energético y por ende contribuir al proceso de electrificación de la economía y la sociedad andaluza que nos permita abandonar el uso de combustibles fósiles y así reducir rápida y drásticamente la emisión de gases de efecto invernadero, especialmente de CO2. Además, resulta innegable que las condiciones climatológicas de Andalucía se prestan a una implantación mayoritaria de la energía solar fotovoltaica, la cual además, en los últimos años ha experimentado una fuerte curva de aprendizaje que ha contribuido a una importante reducción de costes haciendo de esta tecnología una de las más competitivas. Si a esto sumamos el hecho de que la energía solar además de ser una fuente limpia, renovable y barata contribuye a la reducción de precios en el mercado mayorista de electricidad, lo cierto es que se convierte en una de las herramientas fundamentales de las que debemos disponer en este proceso de descarbonización del mix energético.

Sin embargo, a pesar de partir de unas condiciones inmejorables, lo que nos encontramos de un tiempo a esta parte es un modelo de desarrollo depredador que nos preocupa enormemente. No hay una planificación energética pública consistente a las necesidades ni una ordenación del territorio que zonifique el campo andaluz.

Lo que vemos es cómo la transición energética que estamos caminando no está impugnado el actual sistema de producción, en este caso, de energía eléctrica. No estamos alumbrando un Nuevo Modelo Energético, ambientalmente sostenible, democrático y socialmente justo. Lo que está ocurriendo es, en definitiva, más de los mismo. Estamos observando con pavor como las mismas empresas que han conformado en las últimas décadas un oligopolio energético han comenzado a virar sus estrategias empresariales abandonando nichos de negocio contaminantes por otros más sostenibles. ¿Es bueno? Sí, no lo negaremos. Pero el problema trasciende la mera orientación de negocios de unos sectores a otros. El problema es que lo que vamos a ver (y ya estamos viendo) es cómo las grandes empresas que han dominado la generación de electricidad hasta ahora, controlarán la generación de electricidad del futuro. Y más allá de esta preocupante concentración de capital y de poder económico-institucional, lo que vemos es que estas empresas – que en la inmensa mayoría no son ni tan siquiera andaluzas – carece de una responsabilidad social realmente bien entendida, no cómo mera etiqueta o eslogan. No entienden ni interiorizan que las energías renovables son un medio, una herramienta más de un amplio abanico de opciones para combatir el cambio climático, sino que lo entienden como un fin en sí mismo, que les produce una rentabilidad económica y les permite mantener su statu quo, o incluso reforzarlo. Por tanto, si no se ponen medios lo que veremos es cómo la producción a través de un recurso natural como es el sol, va ser patrimonializado por una élite económica cada vez más poderosa.

Efectivamente, lo que estamos viendo a través de nuestros alcaldes y concejales es que el campo andaluz se está llenado de una multitud de megaproyectos renovables, mayoritariamente de energía fotovoltaica, en muchos casos con tintes especulativos, con grandes multinacionales detrás, incluso fondos de inversión extranjeros, que usan en ocasiones prácticas caciquiles propias hace un siglo. Estos proyectos no traen riqueza al territorio, más allá del “pelotazo” de algunos agricultores que venden al mejor postor sus tierras abandonando proyectos agrícolas gracias a unas rentas improductivas y algo de dinero a las arcas públicas municipales. Pero es que a estos promotores renovables, no les preocupa si no hay necesidades reales de acumular cientos de megavatios en una misma zona. No hay una visión estratégica ni de política energética detrás. Sólo hay rentabilidad económica y sólo desde este punto de vista se entiende la economía de escalas de los enormes proyectos que promueven. No les importa los enormes impactos y afecciones al territorio y su medio natural, porque lo que importa es hacer caja. Bajo el pretexto de que son empresas sostenibles preocupadas por el medio ambiente y el cambio climático, no tienen reparos en arrasar decenas de hectáreas, realizar un desmonte, desbroces masificados, realizar movimientos de tierra, talar arboles y alterar zonas donde habiten especies naturales autóctonas y de gran valor. Es decir, con la justificación de desarrollar energías renovables para combatir el cambio climático son capaces de alterar la biodiversidad de la fauna y flora del mismo terreno que dicen querer proteger. Esta contradicción es insostenible, insoportable e inasumible. Una medida de esta naturaleza no puede tener efectos secundarios que empeoren la situación previa. Sí, contribuyen a un mix de generación descarbonizado, pero también a arrasar extensas hectáreas de un campo andaluz especialmente rico en su biodiversidad.

Pero más allá de este neocolonalismo energético del gran capital y de conversión de multitud de nuestros pueblos en el monocultivo fotovoltaico, lo que subyace es una enorme responsabilidad de las Administraciones Públicas competentes que a través de su regulación o la falta de ella que permiten esta especie de “ley de la selva”, que ni tan siquiera es un Capitalismo Verde, sino el mismo sistema capitalista de siempre, pero revestido de una especie de lavado de cara que permita su subsistencia.

A día de hoy, cualquiera con algo dinero y cumpliendo unos mínimos requisitos administrativos puede construir las instalaciones que quiera y dónde quiera. Y este es el problema de fondo. Podemos quejarnos de una u otra empresa, de uno u otro proyecto, del impacto en una u otra zona, de las especies que se pueden ver afectadas, de si el proyecto va a generar empleo local o foráneo, si estos proyectos asientan población o no, pero lo que subyace de fondo de toda esta cuestión es un problema mayor de planificación y ordenación.

Resulta evidente que en la transición ecológica de la economía es necesario una transformación del sistema energético español, y que las energías renovables son herramientas fundamentales para su consecución. Al igual que resulta evidente que cualquier instalación de generación eléctrica tiene impactos, pero hay que tratar de que éstos sean los menores posibles, y que los estudios de declaración ambiental no sean mero papeleo administrativo, sino documentos realmente sólidos, solvente y validos para determinar los impactos de cada proyecto y la adecuación de los lugares seleccionados. En este marco de referencia, desde IU de Andalucía apostamos por proyectos de menor envergadura que sin duda ayudarán a reducir impactos en el campo andaluz; el establecimiento de una zonificación del territorio vinculante que delimite con claridad y objetividad las zonas necesarias de preservación y especial protección, evitando la ejecución de proyectos en zonas claramente inadecuadas por su especial valor ambiental. Además, se está asentando en el subconsciente colectivo del pueblo andaluz, que sólo las renovables puede desarrollarse en el campo. Y sin embargo, no es cierto, más bien al contrario, la apuesta que hacemos desde IU Andalucía pasa por una producción de proximidad, es decir, un modelo basado en la generación distribuida, donde la producción de energía eléctrica se realice lo más próximo posible a los puntos de consumo. Con ello, evitamos el modelo neocolonial de producir aquí y consumir a cientos de kilómetros, que además conlleva el enorme gasto de desplegar las infraestructuras y redes eléctricas de alta tensión para el transporte de esa energía, que además de suponer un coste que se repercute en la factura de todos los consumidores eléctricos a través de los peajes de transporte y distribución, tienen a su vez sus propios impactos con el tendido de redes de alta tensión, las cuales atravesarán como autovías eléctricas el campo andaluz y partirán los pueblos por los que pasen, ya que no irán soterradas, sino que serán líneas aéreas con sus correspondientes torres generando a su vez nuevos rechazos sociales y del movimiento ecologista. En definitiva, que un modelo de proximidad permite optimizar los proyectos a las necesidades reales de los territorios andaluces, permite que estos proyectos de menor tamaño sean participados por agentes y actores sociales y económicos locales de menor tamaño, con PYMES y autónomos de los municipios en cuestión y estos sí, generen un tejido productivo local con trabajadores autóctonos.

Además, estos modelos permiten desarrollar experiencias colectivas y municipales muy interesantes donde el poder local y la sociedad civil se dan la mano para ser protagonistas del sector energético. Pensemos en las comunidades energéticas que ya desarrollamos en algunos municipios en los que gobernamos, y el autoconsumo colectivo y compartido haciendo uso de los tejados municipales, por poner sólo algunos ejemplos.

Cuando os enfrentéis al dilema en vuestro pueblo sobre la construcción de un megaproyecto, podéis preguntaros si es mejor un megaproyecto fotovoltaico de 500MW desarrollado por una gran empresa en un pequeño municipio andaluz con sus impactos en esa ingente cantidad de hectáreas, o por el contrario es mejor 500 proyectos de 1MW en 500 municipios desarrollado por PYMES dando empleo trabajadores locales en muchas más zonas del territorio. O incluso, si no será mejor construir 5.000 instalaciones de autoconsumo en cubiertas de polígonos o 50.000 instalaciones de pequeña potencia para autoconsumos domésticos… Creemos, sinceramente, que las respuestas son evidentes. Cualquier modelo será mejor que el primero.

En definitiva, desde IU Andalucía decimos Renovables sí, pero no así. Es necesario un cambio de modelo energético, no una mera adaptación del mismo. Y nos encontramos en un punto crítico de no retorno. Aún estamos a tiempo de cambiar el rumbo, pero en la movilización y nuestra fuerza municipal es donde se va jugar esa partida.


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